Capítulo 86. Yakone

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~*~*~ Narra Hama ~*~*~


Era una noche de una hermosa Luna llena cuando llevé a mi primer y única alumna al bosque cercano a mi posada. Sentía un increíble aumento de poder recorrer mis venas y una fuerza salvaje rugir en mi interior. Era algo que daba mayor impulso a cada una de mis respiraciones. Un poder que había sentido en otras noches, aunque en esa lo podría compartir.

Realmente creí que Katara sería mi legado, y que ella guiaría a futuros Maestros Agua hacia este sagrado y oscuro arte. En cambio a ello decidió defender a las personas que tanto daño le causaron al mundo e incluso a su propia familia. Se enfrentó a mí, y me venció... Esas mismas personas que pude detener me encadenaron, ¡como si fuese un sucio monstruo!

Me encerraron otra vez y yo sabía que sería para siempre. Me convencí de que mi trabajo y mi destino habían sido conocer a Katara y traspasarle mi poder. Sabía que de alguna u otra forma mis conocimientos llegarían a más personas y el sagrado arte del Sangre Control resurgiría desde las cenizas. Y así fue... Ni la ilegalización detuvo a la verdadera ansia de poder.

Levantando un poco la mirada, la anciana mejor custodiada en toda Torre Prisión observa cómo entre dos guardias arrastran a una mujer que pareciera no tener vida. La dejan caer dentro de la celda frente al calabozo de la ancestral de la Tribu Agua del Sur, quien vuelve a concentrarse en su eterno pensar rápidamente. Los Guardias cierran bien la puerta y se marchan.

-Seres del averno... Arderán cuando el Día del Juicio llegue.- Susurra entonces aquella extraña mujer joven adulta, temblando y viendo sus manos encadenadas, secas y arrugadas.

-¿Perpetua?- Oye de repente, levantando la mirada y todo su cuerpo con tal de apreciar la figura de la anciana sentada a pocos metros frente a ella, del otro lado del pasillo.

-Así es. Me atraparon robando oro, y al parecer era del Rey. Él mismo me sentenció.- Responde la más joven, sentándose y apoyando su cabeza en la pared del fondo de su celda. -¿Y tú?

-Dictada por unos pueblerinos, y luego respaldada por el mismo Señor del Fuego.

-Y el motivo...

En aquel momento, sinceramente no sabía qué decir o hacer. Aquellos inútiles pueblerinos me dijeron que nunca diese a conocer mi poder a otros, o esto causaría temor y pánico. Sabían de mi intención de que la habilidad se esparciera como agua en un océano... aunque no era así.

Yo nunca pretendí que el mundo entero dominase el Sangre Control, sino que unos pocos sí lo hicieran y estos fuesen los encargados de atormentar a los despiadados Maestros Fuego. Ellos habían arruinado mi vida. No el mundo entero. Pero ahora tenía nuevos enemigos. Katara, una Maestra Agua. El Avatar, un Maestro Aire. Incluso esa tonta chica ciega, una Maestra Tierra.

Sin darme cuenta me había hecho odiar, y a mi propia habilidad, por todo el mundo. Y si este se disponía a enterrarme y a mis conocimientos conmigo, entonces debía hacer algo.

-Sangre Control.

Dije aquello sin más, y nunca me imaginé el impacto que causaría en aquella joven.

-¡¿Qué?!- Reacciona la joven mujer, levantándose de su lugar y corriendo hasta los barrotes de hierro, aferrando su cuerpo a los mismos y con una gran expresión de sorpresa. -¡¿Los rumores son ciertos?! ¡¿Existe el Sangre Control?! Y usted es Hama, ¡su creadora!

-Así es. Yo inventé la Sangre Control, y le transmití mi poder a Katara. ¿Qué es de ella hoy en día?

-Oh, ¿la Maestra Katara? Su vida es de ensueño. Todas las chicas en el mundo seguro la envidian, hasta yo. Ugh, se casó con el Avatar y pronto llegará su tercer hijo.

Avatar. Siempre JuntosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant