Capítulo 65. La jugada de Yakone

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Sigue la noche en Ciudad República, y en uno de los callejones más recónditos de la ciudad, un grupo de hombres viene caminando rodeando a quien parece ser un hombre de gran nivel. Va vistiendo una larga túnica negra, encapuchado y con lentes negros, como si no quisiera que alguien le reconozca si se lo encuentra. Siguen caminando un buen rato más, hasta que por fin llegan hasta lo que parece un edificio privado, uno al que tocan en modo clave y esperan.

-¿Quién toca a la puerta?- Oyen de repente, con una abertura rectangular abriéndose.

-El más grande criminal en el mundo que te matará si no abres en menos de dos segundos.

Casi al instante de decir ello, Richard ve cómo la pequeña abertura se cierra, oyéndose varias cerraduras siendo desbloqueadas al instante, con las puertas abriéndose de par en par. Sato entra junto a su gente en el edificio, el cual es provisional en su corta visita al país.

-Señor Sato, es un honor recibirlo en nuestra humilde textil clandestina.- Le dice un anciano, inclinándose al llegar hasta el recién llegado.

-¿Dónde está mi esposa?- Pregunta Sato sin rodeos, sorprendiendo al anciano.

Después de un momento, Sato ya se ha subido al ascensor y ha descendido varios pisos bajo tierra, llegando hasta el piso -5. Una vez las puertas metálicas se abren camina por un largo pasillo hasta que finalmente llega a la puerta de una habitación. Tras abrirla, una sonrisa se dibuja en su rostro al ver a su amada sentada en la cama, que al verlo se pone en pie y camina hasta caer en sus brazos. Su panza indica ya 9 meses. Su hijo nacerá en cualquier momento.

-Te he extrañado mucho Richard. No ha sido fácil para mí vivir sin ti.

-Si no fuese por tu terquedad de que tu hijo sea de esta inmunda ciudad, te habría llevado bien lejos apenas pude.- Le recuerda Richard, acariciando su enorme panza. –Y, ¿cómo ha estado mi futuro y poderoso heredero?

-Patea mucho últimamente, pero es señal de que solo faltan horas... En cuanto nazca, los tres nos iremos bien lejos de aquí y comenzaremos de nuevo.- Le dice Karith, sonriendo.

-Es lo que más deseo.- Le dice Sato, besando los labios de su amada y abrazándola. –A parte del embarazo, supe que tuviste que lidiar con mis viejos enemigos. ¿Molestaron mucho?

-Cuando supieron de mí sí, pero luego logré escabullirme fuera de sus ojos y me libré. Esos idiotas nunca se esperarían un golpe ni aunque se lo dieses justo frente a su rostro.- Se burla Karith, claramente del Concejal por la Tribu Agua del Sur y la Jefa de Policía.

-Jajaja, tienes razón.- Le sigue Sato, sonriendo y abrazando de nuevo a su amada. –En verdad te extrañé pequeña... seremos una gran familia. Lo prometo.

-Sé que será así, Richard, porque nos amamos y nos merecemos tranquilidad después de una gran tormenta vivida.- Le dice Karith.

-Sí, una tormenta que nosotros mismos provocamos, ¡y con la que le demostramos a la tan admirada y "poderosa" Jefa Beifong que el crimen nunca se detendrá!- Exclama Richard con gran entusiasmo, riendo siendo seguido rápidamente por su amada.

-Sin dudas quisiera vengarme de esa tonta mujer ciega por pretender detenerme. ¿No se te ocurre nada que podamos hacerle antes de irnos?- Le pregunta Karith, riendo siniestramente.

-Mm, se me ocurre que podríamos meternos con su querido noviecito Kanto. Me llegaron unos rumores de que ha estado muy pegadita a ese tonto banquero, así que podría ser una buena idea secuestrarlo y pedir una recompensa por su cabeza, jejeje.- Propone Sato.

-¿Y después liberarlo tan solo? Ah, no. Quiero que sufra en verdad. Matémoslo.

-Sabes que si le matamos, toda la furia de esa "tonta mujer ciega" caerá sobre nosotros aún si nos vamos del otro lado del planeta. No hay que abusar, cariño.- Le dice Richard.

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