Capítulo 5. Contención

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Han pasado dos días desde el ataque al Palacio Real, y el grupo de amigos de Zuko no está del todo feliz con cómo han ido las investigaciones contra el Loto Negro. No es que no las estén realizando, sino que eran muy pequeñas, casi inexistentes, y como defensores de la Justicia y el Orden, el deber principal para ellos era llegar al fondo de todo.

-Es nuestro trabajo proteger a Zuko, alejando a toda amenaza posible.- Dice Toph.

-Ya... pero... bueno... He comenzado a dudar bastante últimamente de todo esto.

-¿A qué te refieres?- Le pregunta la mujer ciega, al joven hombre frente a ella.

-He comenzado a pensar si... bueno, si realmente somos los buenos. Quiero decir, Zuko ha demostrado que se puede ganar el odio de la gente muy fácilmente, y soy de esas personas que en casos así deciden dejar la neutralidad de lado y creer en la gran mayoría, y es todo un Pueblo contra él. Zuko no puede simplemente decir que ha tenido unos errores y por ello falló. La suba de impuestos es real, la especial atención a la nobleza es real... Zuko también se ha buscado un poco el odio de la gente, en eso no podemos negarnos.

-Entonces, ¿crees que el malo es Zuko, y el Loto Negro busca el balance?- Le cuestiona ella.

-Zuko lleva en el trono 16 años, y nunca ha sabido resolver nada por sí mismo. Siempre con Ur comiéndole la cabeza con sus pensamientos. Katara ya me ha hablado de ese hombre y dudo que lo que quiera con nuestro amigo sean buenas intenciones.

-¿Ahora dudas de la lealtad de Ur?- Reacciona Sokka, mientras entra en la sala.

-¡Oh!- Llega a decir Aang, levantándose al instante. Al ver que nadie más le sigue, se tranquiliza un poco. Se moriría de vergüenza si Zuko le hallase hablando así de él.

-No hay hombre más comprometido con la seguridad de la Nación del Fuego que Ur. Es un hombre de bien, no dudes de él, por favor.- Le pide el guerrero del sur.

-Ah, no lo sé. Permíteme dudar. Y, ¿sacaron algo de esa rara tela y las cuchillas?

-Lo que más demora es la tela, pero las cuchillas... pudimos descubrir que son armas que se venden en el norte del país, e incluso en algunos puertos del Reino Tierra.- Dice Sokka.

-Son comunes verlas entre los criminales de Yu Dao.- Añade Toph, cruzándose de brazos.

-¿Qué es todo ese ruido?- Pregunta Iroh entrando junto a Ursa en el salón común.

-Se está reuniendo mucha gente fuera...- Dice Toph, quien puede verles.

-Rebeldes...- Llega a decir Ursa, antes de que Aang y Toph corran hacia afuera.

Pasado el hall principal, el Avatar y la Jefa de Policía abren las puertas del edificio y dan unos pocos pasos fuera, viendo que los portones de madera tiemblan y los oficiales de la Guardia Imperial de Fuego no saben qué hacer o cómo reaccionar.

-¡¿Qué sucede?!- Tiene que gritar el monje al ver que los gritos les dejan sordos.

-¡No lo sabemos, de repente colmaron las calles y piden ver al Rey!- Exclama un oficial.

-¿Qué está pasando?- Pregunta Katara a la vez que intenta leer los grandes carteles. Acaba de salir junto a Sokka. Ursa e Iroh se mantienen dentro del Palacio.

-Parece una protesta.- Comenta la acróbata, viendo cartelones moviéndose por sobre los muros de protección de la residencia imperial.

Con un salto en el aire, Aang llega hasta lo alto de los muros que protegen y separan al Palacio Real del resto de Ciudad Capital. Sorprendido, observa la multitud compuesta por miles, que está rodeando toda la residencia. Aang respira profundo, y con sus brazos lanza ondas de viento, empujando a la gente un poco para atrás.

Avatar. Siempre JuntosWhere stories live. Discover now