Capítulo 112. Un motivo para seguir

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Ciudad República se oscureció tras la gran pérdida del Avatar Aang y, pocas horas después, todo el mundo. Desde distintos puntos alrededor de las distintas naciones fueron enviados miles y miles de mensajes a la familia y amigos más cercanos del fallecido. Aang había marcado todo un antes y un después tras poner fin a la Guerra de los 100 Años y había dejado todo un legado.

No solo se trataba de su hijo, ahora el único Maestro Aire en el mundo, sino de toda la República Unida de Naciones. Aquella que ahora era una gran metrópolis, probablemente la más grande en el mundo. Había sido, en un principio, tan solo Yu Dao. Una colonia en el Reino Tierra que provocaba odio en el continente atacado y conquistado por los distintos Señores del Fuego.

Ante el fallo del Movimiento de Restauración de la Armonía, Aang y Zuko se unieron y juntos propusieron mantener Yu Dao como una excepción, unificándola así al resto de colonias que tampoco querían separar a su gente. Pronto tomaron como centro una península en el noroeste del Reino Tierra en donde residía una de esas colonias y desde allí comenzaron de nuevo.

No fue fácil, pero con los años y con mucha fuerza lograron levantar una gran sociedad que se mantiene unida y segura hasta el día de hoy, con sus tropiezos pero que ha sabido mantenerse en orden al menos la mayor parte del tiempo. Aang y sus aliados fueron gran parte de esto. Con gran decisión, ocuparon los puestos de líderes cuando el gobierno de Kori Morishita decayó, y con apoyo de Zuko desde fuera supieron remontar el equilibrio en el nuevo y creciente país.

Mientras Toph se ocupaba de patear traseros criminales desde la Estación de Policía y Sokka se ocupaba de hacer cumplir las leyes desde el Ayuntamiento, Aang tomó un papel un poco más secundario en cuestiones políticas y justicieras dentro de Ciudad República. Siendo el Avatar, Aang tomó un rol más cultural y simbólico, aunque no por ello dejó de ser el tan recordado, respetado y legendario héroe que pasó a ser cuando le tocó vencer al Señor del Fuego Ozai.

Aang había pasado a ser algo más para el mundo. Sí, era su principal protector, pero ahora era una figura más especial y adorada. El pueblo lo amaba como si se tratara de un Dios, y siempre que Aang se hacía un tiempo entre sus responsabilidades como Monje líder en el Templo Aire de la Isla, lo ocupaba visitando a sus queridos ciudadanos e intentando ayudarlos en todo lo que le fuese posible, ya sea participando en construcciones de viviendas, caridad, eventos...

Ahora, habían pasado 53 años desde el final de la gran Guerra de los 100 Años, y el mundo había cambiado mucho. La única Ciudad República era la más grande prueba de ello. Todo cambiaba y evolucionaba, la tecnología de las radios de Corporación Col y los sato-móviles de Industrias Futuro ocupaban el centro de atención, y se tenía una enorme afición por el Pro Control.

Por fuera de la República Unida, el mundo también había estado en un constante cambio y en una constante mejora. La Nación del Fuego se hallaba en un gran momento, y aunque perdió a su tan querida Reina Mai, supo seguir adelante, además de que Zuko siguió siendo el gran Rey que había sido desde casi el principio de su mandato. Eran una Nación noble, recta, que se había logrado mantener firme ante toda adversidad y que año tras año intentaba mejorar algunos de sus aspectos menos inclusivos y discriminadores, impuestos por los Señores de la Guerra.

Las Tribus del Agua también habían permanecido en una gran paz y habían pasado a ser parte de un notable cambio. En el Norte, la gran ciudad central se había comenzado a expandir por fuera de los grandes riscos glaciares, con la unificación de muchas pequeñas colonias que antes habían evitado el contacto por miedo a ser afectados en caso de una invasión. Quien les dirigía era Unalaq, un joven muy pretencioso pero que caía bien.

En el Sur, la Tribu Agua había podido avanzar bastante desde el final de la guerra y en gran parte fue por el gran liderazgo por parte de Hakoda, padre de los legendarios Sokka y Katara. El gran Hakoda había fallecido hacía ya unos años, pero su gran legado lo cargaba su hijo, y con mucho orgullo. El Sur se había reinventado casi desde cero, y reincorporado al mundo.

Avatar. Siempre JuntosWhere stories live. Discover now