Capítulo 101. Los hijos de Aang y Katara

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Ha pasado un mes desde que Toph Beifong decidió dejar su cargo como Jefa de Policía y se marchó, definitivamente, de Ciudad República.

En estos últimos 12 meses, las cosas han seguido un poco igual a como venían siendo, o por lo menos así fue para la familia de Aang y Katara.

Durante las últimas décadas, Aang y Katara se esforzaron por formar una gran familia que, pasara lo que pasara, se mantuviese unida. Buscaron que el amor y la confianza les guíe y, viendo los resultados, el feliz matrimonio considera que todo fue un éxito.

O al menos eso es lo que ellos quieren creer. Después de todo ambos ya han superado los 60 y lo único que buscan para sus vidas es paz, tranquilidad y amor.

Dentro de lo que cabe, están seguros de que lo han hecho bien. Sus tres hijos han cumplido con aquello que se han propuesto: encontrar sus lugares en el mundo. Algunos, es verdad, se han movido más que otros, sin embargo cada uno está donde quiere y donde le gusta.

Ahora Aang y Katara viven plácidamente en el Templo Aire de la Isla, en Ciudad República. En los inicios de su vida allí eran muy populares para los ciudadanos más comunes de los distintos distritos, sin embargo ante su gran pasividad se fue perdiendo aquello.

En la actualidad, ellos son conocidos como "el Avatar Aang y la Maestra Katara", quienes viven en una inmensa paz y alegría disfrutando de sus merecidas jubilaciones, quizá más distanciados de los problemas civiles, pero nadie se ha opuesto a ello. Merecen aquello.

Katara dedica sus mañanas a leer libros a los acólitos más jóvenes y sus tardes a cuidar de su huerto, mientras que Aang medita, guía a sus alumnos acólitos y cuida de los animales de la Isla. Juntos mantienen una convivencia sana y firme, sumando a su tercer hijo Tenzin, quien vive en el Templo junto a su novia Pema, una acólita. Además de eso, el matrimonio de décadas suelen asistir a eventos, inauguraciones de hoteles, restaurantes, estatuas... Y claro que no se olvidan de divertirse en la intimidad, bailando abrazados al compás de la música de la radio y disfrutando de la compañía del otro.

Las vidas de sus tres hijos también han continuado, y muy bien.

Primero el primogénito de Aang, el gran heredero del cual se esperaba todo, y que el día de su nacimiento fue tomado como una decepción: Bumi. Nació siendo no maestro y eso hizo que su padre se sintiera terrible, pensando que había fallado en su misión de repoblar a su gente extinta para mantener la cultura Nómada Aire en el mundo.

Pero aquella primera mala impresión no duró demasiado. Sokka intervino y le aclaró a Aang una cosa: no importaba si Bumi era maestro, no maestro o lo que sea, no se merecía ningún tipo de desprecio, muchísimo menos por parte de su padre. De igual forma, a pesar de que le dijeran esto Aang nunca se vio capaz de despreciar a nadie, mucho menos a uno de sus hijos. No iba a odiar a Bumi, no iba a maltratarlo, no es como si Sokka lo hubiese evitado... pero sí que habría sentido una gran decepción, y probablemente se lo hubiese transmitido a su primer hijo. Por suerte no lo hizo, pudo hacer de lado aquello y siguió al frente, cuidando y finalmente amando a su primer hijo.

Bumi era un pequeño muy travieso, inquieto y divertido. Katara siempre le decía de niño que le recordaba a su hermano Sokka, cuando eran unos pequeños tirándose con bolas de nieve en la pequeña Tribu Agua del Sur. Bumi era la viva imagen de su tío Sokka: humilde y de corazón noble, buscando siempre devolverle algo al mundo que le permitió vivir.

Cuando tuvo edad suficiente Bumi consideró enlistarse en las Fuerzas Unidas, o al menos en la Policía Federal de Ciudad República. Buscaba ayudar, buscaba dar... pero tenía muchas dudas y eso le impidió postularse a cualquiera de esos puestos, teniendo que sus amigos actuar por él. Una noche se infiltraron en el Templo Aire de la Isla y le metieron, literalmente, en una bolsa de papas, llevándolo consigo al campamento de las Fuerzas Unidas en las afueras de Ciudad República, allí en donde Bumi conoció un nuevo mundo.

Avatar. Siempre JuntosWhere stories live. Discover now