Avatar. Siempre Juntos

Capítulo 50. Por segunda vez...

Un nuevo día se aproxima por el horizonte, y Aang lo ve llegar asomado por el balcón de su habitación, en donde dentro su amada familia descansa unida en la cama. La noche previa estuvieron juntos leyendo unos cuentos para Bumi, y también contando algunas de sus más increíbles aventuras tiempo antes de detener la Guerra. Ha sido un largo camino, sin dudas.

Así permanece un buen rato más, observando las pocas nubes presentes en el cielo azul, con las increíbles vistas que da el Palacio a toda la Tribu Agua. Aquel pequeño pueblo que visitó tras salir del iceberg ya no es lo que era. Con ayuda de la Tribu Agua del Norte, se ha hecho una gran Ciudad con edificios incluso en ella. Ha habido muchos avances para esta pequeña segunda mitad de lo que es en general toda la Tribu Agua, pero aún queda mucho por hacer.

Aunque la Tribu Agua del Sur tiene su propio Concejo de Ancianos como líder, y a Hakoda con el título de Jefe Tribal, aún dependen muchísimo de su Tribu hermana, en el Polo Norte, por no decir que el Jefe Arnook tiene incluso mayor poder que Hakoda. Queda mucho para que algún día el Polo Sur pueda declarar su independencia. Katara desea poder llegar a verlo...

Aang no se involucra mucho en el tema. Cuando él vivía en el Templo Aire del Sur, antes de los comienzos de la Gran Guerra, los Monjes le enseñaron que los Nómadas Aire no interfieren en asuntos políticos, ni siquiera el Avatar. A sus jóvenes 12 años, Aang ya había aprendido lo que era el trabajo del Avatar. Ahora piensa que, si los Monjes sabían que él era el Avatar desde bebé, entonces todas esas lecciones no fueron "porque hay que saberlo".

-¿En qué piensas, cariño?- Le pregunta Katara, llegando hasta su lado.

-En la Independencia de la Tribu del Sur.- Le dice Aang, sorprendiendo a su amada.

-Oh... bueno, es algo que sucederá. Pero habrá que esperar un poco más.- Dice Katara, viendo la gran Ciudad a lo lejos. –Aún nos queda mucho por aprender.

-Espero lograrlo. En esta vida, o en la siguiente.- Le dice Aang, besando su mejilla.

-¿Sabes en qué pensaba yo? En que esta pequeña nacerá aquí, mientras que la nacionalidad de Bumi es de la República Unida.- Le dice Katara, acariciando suavemente su gran barriga de 9 meses ya. –Qué raro. Una familia multicultural, que incluso sus hijos son de distintas naciones.

-Eso es lo que más me encanta de nuestra familia.- Le dice Aang, abrazándola por un lado. –Ya quiero que ella crezca y juegue con Bumi. Será algo increíble de ver.

-Y...- Susurra Katara, arrepintiéndose de haber dicho eso.

-¿Y qué?- Le pregunta Aang, sonriéndole.

-N-nada... era solo una tontería.- Le dice Katara, cuando entonces ve que se ha ganado toda la atención de Aang. Sabe que no la dejará de mirar hasta que hable. –Pensaba en... lo que pasó cuando Bumi nació. Cómo tú te fuiste porque él... bueno, ya sabes. Solo, no quiero que algo así se repita. Por favor.- Le pide ella, con lágrimas pidiendo a gritos salir.

-Después del nacimiento de Bumi me sentí muy decepcionado, pero no de él ni de ti, sino de mí. Por como reaccioné. Por cómo escapé y te dejé sola... Nunca más sucederá, Katara, yo te amo y amo a nuestros hijos tal y como son, o sean.- Le dice Aang, besando sus labios.

Quedándose juntos un minuto más en aquel balcón, Aang y Katara se mantienen abrazados observando el Sol elevarse por el oriente, a su derecha. Finalmente entran en la habitación, encontrándose con un desastre en la cama, con mil frutos secos echados sobre la cama. En el suelo, del otro lado de la cama, se encuentran Bumi y Momo comiendo de un tazón.

-¡Yo n-no fui! ¡L-lémur des-sas-tozo!- Grita Bumi, en lo que gatea lejos de ahí.

Los últimos meses viviendo en la Tribu Agua del Sur no han sido ni fáciles ni complicados para el joven matrimonio. Han tenido mucho apoyo de parte de Hakoda y Malina en cuanto a los cuidados de Bumi, cuando Katara estaba realmente insoportable o Aang muy ocupado con un par de asuntos por resolver desde la distancia, en Ciudad República.