Capítulo 102. La odisea de Suyin

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A veces Su se detiene para ver hacia atrás. Recuerda su vida en Ciudad República y lo mal que estaba. Todo lo sucedido con su hermana y su madre parece tan lejano, y no es para menos... Ya han pasado cuatro años. Alejadas, sin hablar... Pero no las extraña.

A Suyin le ha quedado claro que en aquellos momentos, y en aquellos años, no necesita de nadie más que de sí misma. Así se ha mantenido en los últimos dos años, e incluso cuando vivía con sus abuelos, no permitía que le den todo servicio en bandeja de plata.

Suyin había aprendido a vivir de lo que le rodeaba. De la naturaleza y de lo que le daban. No era ninguna vagabunda que iba pidiendo por ahí limosnas. Era una Maestra Tierra y una Maestra Metal. Aprovechaba todas sus habilidades para sobrevivir en aquel mundo.

Hubo un momento en el que su camino se cruzó con el de una banda hippie y reconoció a una de sus integrantes. Era una Maestra Agua de cabello castaño y una mirada que conocía desde hace mucho tiempo. Su nombre era Kya, su vieja amiga de la infancia.

Su estuvo unida a la banda por un tiempo y juntos recorrieron varios valles. Cuando llegó el momento de despedirse, le regalaron a Su unos bongós que había aprendido a tocar muy bien. La banda no quería que siguiera sola, pero su camino dictaba que pasarían muy cerca de Ciudad República, y Su no tenía ni el más mínimo interés de acercarse a aquella zona.

Después de ello, Su caminó a la deriva por las costas occidentales del Reino Tierra, directo al sur. Fue entonces cuando al acercarse a un muelle para comprar unas pocas provisiones más, conoció a un joven muy lindo y amable que le propuso visitar su hogar.

Cualquier otra persona habría desconfiado al instante. No se invita a tu casa a una persona que acabas de conocer, a menos que quiera robarte o hacerte cualquier cosa peor, pero Su estaba interesada en saber dónde vivía aquel joven. Algo en su apariencia le llamaba...

Y se sorprendió mucho cuando descubrió que el hogar de aquel joven estaba a tan solo unos metros. Aún no entiende cómo no lo supo. Aquel chico, después de todo, llevaba una pata de palo. ¡Era un pirata! Y tenía su propio barco... Bueno, su tío era el capitán.

Su fue invitada a formar parte de una pequeña travesía en mar abierto, y por supuesto que su espíritu aventurero dijo que sí. Fue así como salieron rumbo al horizonte para explorar y conocer un poco más del mundo marítimo. Fue allí donde Su aprendió a bucear.

Después de bailar una canción sobre un túnel secreto y recorrer el mar abierto en un muy curioso barco pirata, Suyin se internó en el Reino Tierra. En un pequeño poblado, metió su mano en su bolso y vio que se había quedado sin dinero para nuevas provisiones.

Tenía mucha hambre, y era muy tarde como para buscar árboles frutales, tal y como solía hacer en aquellas situaciones, cuando entonces vio un póster sobre un torneo de lucha. Un puesto de máscaras estaba a punto de cerrar, y vio una azul, roja y blanca que le gustó. Sin que el hombre le viese, se la llevó. No tenía ni para pagar por ella.

Fue así como Su decidió entrar en aquel gran gimnasio aquella noche en la que pintaba iba a llover. Al instante sus oídos se inundaron de mil gritos y aplausos. Era todo un torneo y las luchas ya estaban teniendo lugar. No se demoró mucho en dar con el aparente dueño u organizador, ya que era el que iba juntando el dinero de las apuestas.

-Disculpe, señor...- Le llamó Su, captando su atención. -¿Cómo entro a luchar?

Aquel sujeto vio de reojo a la jovencita que se le precipitó con aquella propuesta, pero lejos de quererla enviar lejos, lo vio como una interesante oportunidad. A los diez minutos, Su se encontraba dentro de la jaula llevando su máscara. Frente a ella un sujeto musculoso que exhibía con orgullo sus enormes pectorales, levantaba dos enormes rocas.

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