Capítulo 41. Tiempos felices

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-Tres minutos tarde, gallinas.- Les dice Toph, acercándose a la caja y tomando de una caja a su lado un pequeño montón de caramelos. –Me llevo estos, son los de menta ¿cierto?

-Así es Jefa Beifong, gracias.- Le dice la cajera, quien sigue aterrorizada por lo recién ocurrido.

En lo que sus Oficiales arrestan a los dos delincuentes que intentaron robar aquella pequeña tienda, Toph sale a las calles, encontrándose con civiles que han oído todo el alboroto dentro y se han detenido para ver qué pasaba. Al ver a la primera Maestra Metal del mundo salir sin el más mínimo rasguño encima, todos aplauden y vitorean su gran heroísmo.

-Jefa, uno de los maleantes ha dicho que le obligaron a robar, que es inocente.- Le informa uno de sus oficiales recién salido de la tienda.

-Hm, es lo que dicen todos.- Dice Toph, cruzándose de brazos y sonriendo.

-Hay más.- Dice el mismo oficial, provocando que la sonrisa en su Jefa desaparezca. –El joven ha declarado pertenecer a los Tejones Topo.

-Imposible. Todos saben que la banda de los Tejones Topo cayó cuando su líder, el empresario Richard Sato, abandonó Ciudad República y su segunda al mando, Kori Morishita, está a horas de ser enjuiciada por actos de complicidad.- Dice Toph, volviendo a sonreír.

-Jefa, le entiendo, pero considero oportuno interrogarlo más a fondo en la Estación.- Le dice y al mismo tiempo parece pedir el oficial treintañero de piel oscura y ojos grises.

-Eres insistente, Jenkins, eso me agrada.- Responde la mujer de alto rango de inmediato. –Muy bien, de igual forma no creo que necesiten de mi presencia en el Ayuntamiento. De hecho, me alegra no tener que volver a verle la cara a esa mujer.- Dice, volviendo a entrar en el local.

-Lograste llamar la atención de la Jefa Beifong, no nos decepciones.- Le dice el Oficial Jenkins al supuesto miembro de los Tejones Topo, una vez han entrado al pequeño supermercado.

-¿Tú también eres un Tejón Topo?- Le pregunta otro de los oficiales presentes al otro ladrón. Ambos están atrapados en cables metálicos, uno al lado del otro, en el suelo.

-¡Sí! ¡Pero de mí no obtendrán nada, no soy un traidor!- Exclama con gran orgullo.

-Pues se irá a la celda, y si tu amigo tiene pruebas contra ti, dudo que puedas salir temprano de ahí.- Le asegura Toph, sonriendo desde lo alto.

-¡Te juro que si dices algo te mataré!- Comienza a gritar el moreno, muy desesperad en lo que un oficial lo levanta y lo lleva fuera de la tienda. -¡El halcón nos observa y vigila todos nuestros pasos!- Grita, cuando por fin uno de los oficiales le cubre la boca con un pañuelo.

-No sé qué tanto dijo, pero me lo explicarás todo en la Estación de Policía.- Le dice Toph al rubio de ojos claros con el que se ha quedado. Parece un joven noble, no un criminal...


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-¡Izumi, deja eso ahora mismo!- Le grita Mai, quitándole el marcador y alejándola de la manta. –Niña malcriada, seguro tu padre te enseñó estas cosas.- Refunfuña la joven de 28 en lo que intenta inútilmente borrar los garabatos hechos en el mantel en el que está sentada.

-Oh no, ¿ahora yo qué hice?- Le pregunta Zuko en lo que llega al lugar con una bandeja llena de comida. -¡Ten pequeña!- Exclama él, también de 28, a su pequeña hija, ofreciéndole una fruta.

-Tu hija está ensuciando los manteles, después a las mucamas se les dificulta limpiar.- Le dice Mai, cruzándose de brazos. -¡Izumi, ven para acá ahora!- Grita de nuevo, viendo a la pequeña que ha gateado hasta el otro lado del árbol. -¡Vamos, te espero o me iré sola!

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