Capítulo 38. Padres primerizos

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-¡Claro que no lo hiciste a propósito, Katara!- Exclama Sokka, quedándose boquiabierto.

-No tienes que sentirte culpable por algo que nadie puede elegir.- Le dice Toph.

-Solo espero el próximo sea Maestro Aire.- Dice Katara. –Así Aang volverá conmigo...

-Basta Katara, no quiero que pienses más que Aang podría dejarte por esta tontería. Le iré a buscar de inmediato.- Dice Sokka, poniéndose en pie. –Toph, ¿puedes quedarte?

-Ya que.- Dice la Jefa de Policía, soltando un suspiro y soplando un mechón de su rostro.

Saliendo casi corriendo de la habitación, Sokka llega hasta los establos, allí se encuentra con dos acólitas alimentando a Appa y un grupo de bisontes bebé. Explicándoles que debe llevarse al bisonte de Aang de prisa para encontrar al mismo las jovencitas mueven a los bisontes para que Sokka arrastre a su viejo amigo peludo fuera de aquel edificio de madera. Una vez fuera se sube en la cabeza y, azotando las riendas con prisa, da la orden "Yip-Yip".


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A pesar de tener el dominio completo sobre los Cuatro Elementos e incluso dominar el Estado Avatar, ante la furia e impotencia Aang no logra mantener esto bajo control y se demuestra en cómo, en lo que marcha sobre aquel bote de madera remueve las olas a su paso, generando grandes choques de agua a su alrededor y un pequeño torbellino que le impulsa adelante.

Llegando hasta los muelles de la Bahía Yue la cual fue nombrada así recientemente por Sokka desde su nuevo puesto como Concejal, Aang da un salto hasta la madre de los muelles, dejando que el bote choque contra una de las columnas de madera y se rompa en mil pedazos con gran fuerza. En lo que camina seriamente entre todos los pescadores y demás civiles, las olas que hasta hace un momento parecían generadas por una feroz tormenta ya se van calmando.

-¡Avatar Aang! No le esperábamos por estos lados, ¿todo bien?- Le pregunta un pescador, sin embargo Aang le ignora y sigue su camino gruñendo de la furia.

Con los puños fuertemente cerrados Aang deja los muelles atrás, adentrándose en las calles de la Ciudad. A medida que avanza la gente a su alrededor se sorprende y sonríe, feliz por verle, sin embargo Aang muestra una cara de muy pocos amigos. Se le ve muy enojado, no obstante a medida que ha ido pasando calles se ha ido calmando un poco, y un enorme sentimiento al que le llaman tristeza le ha invadido de repente, desfrunciendo el ceño y mirando al suelo.

-¡Que alguien me ayude! ¡Policía, ayuda! ¡Me roban!- Oye unos gritos de repente. Al levantar la mirada se encuentra con un puesto de flores del otro lado de la calle, desde el mismo un joven encapuchado sale corriendo con un bolso, mientras que una mujer grita reclamando lo suyo.

-¡¿Ese no es el Avatar Aang?!- Grita un hombre de unos sesenta, apuntando al monje.

Tras un segundo de pensar qué hacer, utilizando su Aire Control Aang da un increíble salto, atravesando toda la calle y llegando hasta el puesto. Desde allí se lanza a correr con su súper velocidad, tras media cuadra se encuentra con el sujeto y lo derriba cuerpo con cuerpo. Una vez ya lo tiene lo deja en el suelo y, con Tierra Control, atrapa sus piernas bajo la piedra.

Mirando al sujeto sin emoción alguna en su rostro, Aang toma el bolso azul que le pertenece a la dueña de aquel humilde puesto y regresa caminando lo más tranquilo que puede, sudando tras toda esa adrenalina en menos de un minuto. Oyendo los gritos de maltrato del joven a sus espaldas, Aang llega hasta la señora de antes y le entrega el bolso. Ella, agradecida le sonríe y da un pequeño abrazo, sin embargo cuando Aang no muestra afecto alguno se aleja.

Avatar. Siempre JuntosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant