Capítulo 11. Golpe de Estado, Parte 2

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-¡¿Cómo te atreves a llamarme a mí traidor?! ¡No tienes vergüenza!

-No, quien no tiene vergüenza es usted, metiéndose con una pequeña de 19, cuando usted es un hombre de 34, y que está casado.- Le remarca Ur, enfadado.

-¡Eso no tiene nada que ver! ¡Y nunca me sobrepasé con ella!- Se defiende Zuko.

-¡Ella es mi nieta!- Grita Ur, sumamente enfadado. -¡Es la única familia que me queda!

-¡Pues para quererla tanto no lo demuestra! ¡¿O le recuerdo que la dejó tirada en prisión?!

-Oh, no se preocupe, eso es historia antigua... IIIRIIIIIIIS...- Llama Ur, para sorpresa del hombre quien, quedándose boquiabierto, ve cómo la joven campesina entra, avergonzada.

-¡Iris! ¡No, tú no!- Exclama Zuko, soltando lágrimas desde su ojo derecho. -¡No te metas en esto, no aceptes su juego!- Le pide, intentando acercarse.

-Iris es mi aliada, siempre lo ha sido, y el papel que tomó contigo ha sido de una dulce e inocente niña, pero ella llegó al Palacio con un solo propósito: matarte. Cuando tu amiga se enteró de sus planes no tuvo más remedio que noquearla y secuestrarla.- Explica Ur.

En medio de todo ello, Iris decide callar y bajar la mirada a la vez que llora, muy triste.

-¡No! ¡Tú me estás mintiendo! ¡Hay bondad en Iris, puedo sentirlo! ¡Iris, dilo! ¡Por favor!

-Creo... creo que... Creo que los prisioneros son mejores, callados, ¡ahora cierre la boca!- Le grita Iris, mirándole desafiante a pesar las lágrimas que caen por sus mejillas.

-Ya lo ves, ella es parte del Loto Negro.- Dice Ur, orgulloso de sí.

Zuko ve fijamente con sus ojos dorados a Iris, quien decide marcharse al instante. Ur le hace un par de señas a uno de los rebeldes que le acompaña, quien inmediatamente le da una fuerte patada en el estómago a Zuko, quien se había acercado mucho a los barrotes. El joven cae débil al suelo, retorciéndose del dolor.

-Será mejor que descanses... En unas horas llegará tu hermana, y te trasladaremos fuera.

-Azula... ella... no... ¿Ella vendrá?- Balbucea Zuko, agigantando los ojos.

-Sí. Según su última carta, está muy entusiasmada por verte en esta posición. En cuanto llegue le dejaré el Trono a su disposición, y me marcharé con mis nuevas Fuerzas Armadas a mi próximo destino. Sí, obtendré aquello que Ozai no pudo ganar: El Reino Tierra.

En ese momento Ur siente lo que se viene, por lo que toma sus dos bastones eléctricos, los cruza en forma de "X" y los coloca frente a sí. Al mismo tiempo Zuko expulsa desde las profundidades de su garganta un feroz, salvaje y descontrolado aliento de fuego. El ataque es tan fuerte que ni eso protege a Ur, ya que éste sale volando fuera de la habitación. El fuego calienta un poco los barrotes, por lo que cuando regresa, enfadado y les toca...

-¡¡¡AAAAHHHH!!! ¡Maldito ser del averno!- Grita, alejándose y saliendo corriendo del lugar.

Zuko suspira, muy cansado, tumbando todo su cuerpo sobre la espalda que tiene atrás. Viendo cómo vuelven a dejarle solo, la oscuridad vuelve a su celda y se queda solo, pensando en todo ello. La sola idea de dirigibles por sobre Ba Sing Se le aterra. Sabe bien que los Militares de la Nación no están en su mejor momento, y si van a la guerra serán vencidas. Kuei fue muy claro, y teme que éste reaccione de la peor forma...


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Tras haberse arreglado un poco tras el pequeño altercado que tuvo con su prisionero, Ur sale hacia los jardines frontales del Palacio y, en cuanto las grandes puertas se abren sale a las calles, las cuales han sido vaciadas de tantos tanques que estaban protegiendo la zona. Al mismo tiempo un dirigible desciende y, una vez la compuerta se abre, sonríe.

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