58. "Por Amor"

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Jamás el tráfico de vuelta a casa me había agradado así. No se acababa, el ruido tampoco cesaba y la sonrisa de mi taxista jamás reapareció, pero en el fondo, lo agradecía. Faltaban sólo un par de calles más para llegar al departamento y las ansias por pensar en lo que haría aumentaban cada vez más.

Me siento raro, después de tanto tiempo en que no me había sentido ni por poco así. Siento de pronto que un puñado de oportunidades se me abren y con ellas un infinito de restricciones se plantan a mis pies. Tentaciones, tal vez. Combinaciones certeras de recuerdos, de nostalgia, junto a una dosis de prohibiciones. ¿Ir a Los Angeles de nuevo? ¿Quién lo iba a decir? ¿Cómo iba a pensar que, de todos esos voluntarios, yo sería la persona que más ganas tuviese de ir?

Quizá tendré que comprar nuevas valijas. Bermudas, unas gafas de sol, ¿Una almohadilla de viaje también? Maldición. Sí, levanté la mano para ofrecerme, y ni listo estaba para la avalancha de ideas que me iban a corroer, o la sarta de estupideces que no desaparecerían.

El edificio de mi hermana se asomó justo a la otra esquina.

—Aquí está perfecto, señor—musito. Señalando la acera que da frente a mi edificio. Contárselos primero a ellos me pareció una idea mucho mejor a llegar sólo a mi hogar, y ahogarme en pensamientos concernientes a ello.

—¿Por aquí?—el señor desciende la velocidad al acercar el vehículo a la entrada principal.

—Sí. ¿Diez dólares?—pregunto, hurgando el bolsillo más pequeño de mi maletín. Pensar que luego del tráfico infernal, me ha salido esa tarifa, no estaba nada mal—. Aquí tiene.

—Gracias.

Salgo con cuidado, y le devuelvo el gesto con el pomo de la puerta de metal en mi mano. No comprendo si me parece más pesada esta vez, o si son los nervios tomando posesión de mis entorpecidos movimientos. Si los titubeos, los resoples, y la carencia de sentido me duran incluso por cada escalón que avanzo hacia arriba, más incluso al tener la puerta del departamento de mi hermana justo frente a mí.

Me regañé, soltando un bufido; Incluso si voy, si lo acepto, no significa que lo vaya a ver a él, ¿No era así? No, por supuesto que no. Pero eso no significaba que serían pocas las preguntas de todos mis amigos. A Rachel no sé ni cómo se lo voy a decir.

—Chicos, hola...—dejo salir apenas entro, casi como si de algo mecánico se tratara. No hay respuesta, y al tender mi abrigo y mi maletín sobre el pequeño perchero detrás de la puerta me doy cuenta de que el único ruido que de ahí nació era el que yo mismo producía.

Giré, extrañado. ¿Algo iba mal? Joey estaba sentado y bien acomodado en el sofá que suele ocupar, aunque con una expresión oscura, como en trance. Phoebe por el otro lado está con la mirada petrificada hacia la ventana que da hacia el pequeño balcón. Rachel, de espaldas se encuentra ahí, aparentemente charlando por teléfono con alguien. Un resoplido de confusión se me escapó y, aunque más se ha tratado de una idea de llamar su atención, no funcionaba.

Algo no cuadró.

—Pero... ¿Qué...?

—...Ross—Phoebe me acalló, poniendo un dedo firme a mitad de sus labios.

Pasmado, y sin la mínima voluntad de reprimirle a ella por el gesto, recurro a la turbia mirada de Joey, y agradecí al cielo por que él hubiese sido la diferencia. Se acercaba con lentitud hacia mí mientras mi mirada aún se clavaba ansiosa en Phoebe concentrándose de forma lunática sobre Rachel más allá. Era algo extraño, estaba seguro de ello, tanto como de que una punzada de ansiedad me atajó la garganta de pronto.

Just Good Friends (Michael Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora