76. "Increíble"

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Después de la luna de miel de mis mejores amigos, evidentemente, el departamento morado y que siempre creí que era un 'hogar para niñas' ya no fue un lugar para mí. Quisiera o no Monica y Chandler justo comenzaban su vida marital, y a pesar de sus negaciones o miles de alternativas decidí que era momento de salir de ahí, y aunque había sido fulminantemente doloroso, fue a partir de ahí que todo se fue acomodando.

El departamento de junto, el de Joey, había sido la primera opción a pesar de que poco duró. Por más que me era cómodo, y mínimo el cambio, con siete meses de embarazo y una barriga que ya era más inmensa de lo que pensaba, toparme diario con las chicas que él solía llevar a casa cada mañana en la puerta del baño para tener que ser escuchada vomitando de vez en vez no eran los ratos más agradables. Ambos acordamos que no funcionaría y, al final, acordamos que vivir con Ross era el menor de los males siendo que vivir en el departamento de Michael no era una opción. Él con regularidad viajaba, atendía negocios, cuidaba de sus hijos y de su trabajo como a lo largo de su vida lo había hecho y, eventualmente, quien solía encargarse de acompañarme a las visitas médicas además de él, era Ross. Con el tiempo, él se había convertido también en gran parte de esto.

Cumplía apenas una semana en ese departamento y no paraba, iba, venía y me mantenía ocupada casi todo el tiempo. El trabajo en la empresa marchaba bien, y sorprendentemente, también lo hacía el plan de soportar las preguntas referentes a mi embarazo siendo que, junto con Michael, habíamos ideado un plan en el que Ross se ofrecía a decir que él era el papá de mi bebé sólo para no tener que dar más mentiras de las necesarias cada vez que me lo cuestionaban. Era incómodo, raro, y los tres lo creíamos, pero sanaba saber que con ello todo sería más fácil y que, pensar que ya sólo faltaban menos de dos meses para que el viaje terminara, era sólo algo que restaba disfrutar.

Los últimos días me había sentido tan en paz, tan llena de vitalidad, tan relajada y contenta, que pensar en el trabajo, pendientes, o circunstancias actuales no me molestaba, al contrario, adoraba perderme en la forma en que con el paso de los días el semblante de Michael más brillaba, amaba la espera que ardía en su pecho ante la luz que permanecía ahí, dentro de mí y creciendo, siendo el motivo de volver a ser nosotros otra vez, no como cuando nuestro amor comenzó sino como antes, cuando una eterna amistad era lo único que nos jurábamos. Me encontraba ahí, deseando que aquellos momentos jamás terminaran, que perduraran, así me comenzara a temer lo que vendría después. Aún quedaba un asunto más por atender.

Ross, una tarde de otoño conoció a una chica en Central Perk, Mona, con su bonito cabello corto rubio, y su sonrisa despampanante, con el tiempo fue conociéndolo mejor y apegándose más hasta comprender que no sólo tenían personalidades parecidas, sino que compartían aptitudes, intereses y gustos, y tenían hasta un divorcio en común. Por lo mismo, su relación avanzaba y cada día que pasaba se unían más, se integraba más aunque bien, ni ella había sido excepción a nuestro plan, y desde el principio comprendió que, era Ross, el padre de mi bebé.

Sabía que no le había comentado que dadas las circunstancias yo me había mudado con él por temor a que no lo comprendiera, o a que creyera que eso causaría un ambiente más incómodo que funcional, pero me aterraba que el que ella aún no lo supiera pudiera suponer un problema para él, para mí, para el bebé que esperaba... o incluso para Michael.

Suspiré. Esa mañana, en casa, celebraba que me había zafado de ir a trabajar luego de haber alegado que aún tenía que desempacar algunas cosas, incluyendo los obsequios interminables que mi mamá juntó en la fiesta de regalos para el bebé que me organizó como compensación por no poder asistir al día del parto por cuestiones del trabajo y, hasta ahora, dolorosamente lo único que había logrado era terminar de desempacar, comer, ir al baño unas siete veces como mínimo y lo más importante, perfeccionar mi truco de enderezar una lata de soda encima de mi enorme vientre sin tocarla; lo más productivo que había hecho en todo el día.

Just Good Friends (Michael Jackson Fanfic)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant