35. "Encuentros"

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El paso del tiempo jamás había sido una cosa que repercutiera en mí, hasta no detenerme a pensar en ello.

Pero no había duda de que estaba disfrutando de todo.

Mayo, 1992

Disfruto de mi tiempo con Michael de cualquier manera posible, inimaginable. Adoro la forma en que luce su cabello recién al despertar, la manera en que nuestros cuerpos siempre tienen que amanecer uno anudado hacia el otro. Los besos que él despide a cada mañana son míos, y sus ojos cansados que develan al llegar a casa por la noche el tiempo que ha estado trabajando en el estudio también. Su mano está unida a la mía casi todo el tiempo, tocándola, o simplemente paseándose por todo mi cuerpo cuando me encuentro usando una de sus camisas enormes y le resulta más fácil hacerlo. Los domingos son para nosotros. Mañanas, tardes, y noches enteras en las que ni de broma nos apetece salir de la cama. Hemos cocinado y hecho peleas de comida en Neverland portando nada más que nuestra ropa interior, y disfruto de su actitud de "No me importa un demonio" como una loca desquiciada que no puede dejar de desearlo sin más.

Me encantan los días excitantes que paso con él, con nuestro deseo andando.

Las tardes de las películas que no podemos mirar hasta el final porque siempre terminamos besándonos son las mejores, porque él es mi "sólo sucede en las películas" tipo de fantasía. Me enloquecen sus besos de buenas noches, cada uno de ellos. Sus besos felices, los deseosos e insaseables, los pequeños y tímidos también. Las lágrimas que ambos soltamos si acaso tenemos el atrevimiento de llegar a pelear, y la forma en cómo al final de todo él se ocupa de limpiarlas antes de que lleguen al borde de mi mejilla. El cómo ésa sal se convierte en felicidad luego de eso, y ambos terminamos llorando al instante en que lucho por volver a aferrar mis brazos alrededor de su cuello entumecido, ciñéndolo hacia mí.

Sus sonrisas me asesinan; completamente. Como las que me da cuando algo sale bien, cuando algo increíble sucede; idéntica a la que me obsequió en el instante en que le arrojé la noticia de que mis días en Central Perk habían terminado, y que un nuevo trabajo me abriría las puertas para poder estar mucho más tiempo cerca de él, y el cómo él no terminaba de creerlo, hasta que tuve que jurarlo a base de lágrimas de felicidad a su lado.

Igual, no cambio por nada sus días de "Déjame sólo", pues me queda simplemente añorar estar con él, y asegurarle que todo estará bien, absolutamente, que él está conmigo y que yo lo protegeré de cuánto sea que pueda sucederle. Me encanta y muero por besarle exactamente como sucedió la primera vez. Su voz tediosa a las cuatro de la mañana que me recuerda cuánto me quiere. Sus carcajadas que llegan a durar hasta cinco minutos por la más grande tontería que mis amigos pudieran inventar. Amo cómo él se preocupa por ellos, adoro que seamos su familia, y que él encuentre su lugar con todos nosotros también. Que cuide de Monica y Phoebe como si jugara el papel del hermano mayor, como si Ross fuese su mayor amigo de toda la infancia, o como si los chistes de Chandler y Joey fueran lo que necesita a lo largo del día para sonreír.

Le amo, le amo por todo.

Y le quiero en diez años más, le quiero a los setenta años, a los ciento seis. Quiero discusiones de "Sólo cállate y bésame", peleas en las que me quiero ir, me toma del hombro y lo próximo que siento son sus labios sobre los míos. Quiero susurros de "No voy a dormir hasta que tú puedas dormir", o momentos nocturnos de "No puedo dormir, acércame más a ti".

Y ahora, viéndolo, perdiéndome en él al estar a mi lado; tomando el volante e ignorando el calor de verano a media autopista, sonriéndome a cada par de segundos, juntos y con los chicos lanzándonos carcajadas desde sus asientos, quiero agradecerle. Ahora que le tengo, ahora que sé que es mío y que no se irá.

Just Good Friends (Michael Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora