47. "Incierto"

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—Quedó perfecta, ¿No es así?

Me acerco a ella así esté dándome la espalda, y mis brazos se pasean alrededor de su cintura casi al mismo tiempo en que mis palabras dejan de resonar. Sus manos encuentran las mías ahí, y nuestros dedos se entrelazan unos con otros de una forma tan mecánica e instintiva, que no me deja con más que disfrutarle. De saborear nuestra soledad compartida.

Habían transcurrido ya dos semanas desde que le he propuesto mudarse, una sola de que Monica se marchó, y ni un solo momento, desde que todas sus pertenencias habían arribado a Neverland, en el que no hemos dejado de organizar las cosas restantes en su habitación. Las que no han podido caber de ninguna manera humana posible en la nuestra. Cargando, limpiando, haciendo lugar, y deshaciéndonos de otras cosas. Viejas memorias se van y otras nuevas llegan para quedarse toda la vida.

Ahora, sí que le tendría para mí. Cerca para cuidar del bienestar de mi luz, para tenerla sin horarios ni restricciones. Esas malditas separaciones se acabarían definitivamente.

Escucho un leve suspiro desprenderse de sus labios, al tiempo en que su vista se pierde de forma alucinada, maravillada por cada atisbo de la habitación.

—¿En verdad lo crees?—inquiere serena, y mientras apretuja mis manos, yo me aventuro a apoyar mi barbilla por encima de su hombro relajado para poder anhelarla aún más—. Y tenía tanto miedo de que luciera como mi vieja habitación de casa de mis padres.

No puedo evitar reír. Ella entonces se gira hacia mí para encararme y sin dejar ir sus cinturas de mi seguridad, lo primero de lo que sus ojos me dejan enterarme es de sus brazos enredándose en torno a mi cuello. De verla respirar cerca de mí, y de sentir el leve roce que deja entre mis labios.

—Pero luego, he creído que, con lo bellísimo que Neverland es—con un tierno despiste entre susurros, me vuelve a besar—, es imposible que se le haya pegado el mal gusto en decoración que solía tener mi alcoba.

—¿Tan mal había sido?

Aparenta meditarlo, sólo por un instante.

—No era una completa pesadilla, pero... Diré que solía ser como una combinación de afiches de novelas de televisión, junto con calcas y memorabilia de John Travolta y todo el elenco de Grease.

—¿Ninguna fotografía mía por ahí?—pregunto en mi intento por fingir lucir indignado—. ¿Ni siquiera arrumbada debajo de la cama? ¿O en el espejo del baño?

Ella se ríe de pronto.

—Oh...—susurra—. Créeme, que quien tenía un sinfín de fotografías tuyas en su habitación era la pequeña Monica. En la pared, detrás de su puerta, en el espejo, o incluso debajo de su almohada... —sin darme cuenta, una de sus manos ya se paseaba por mi cabello, acomodaba un pequeño rizo que se había esfumado de su sitio antes, me hace estremecer—. La verdad es que yo había seguido tu trayectoria de una manera más sutil que ella.

—Quizá demasiado sutil. Apuesto a que ni siquiera sabías de mis álbumes hasta ese tiempo.

Ella suaviza su gesto y, sin más, me sonríe de nuevo. Incluso pese al tono de amargura falsa que le he pintado. Sus labios se vuelven a posar sobre los míos con cuidado, con fragilidad. Como si midiera las reacciones de la debilidad que me puede ocasionar. Y yo estaba seguro de que ella bien conocía la bruma que dejaba su esencia sobre mi piel, el cómo me embelesa sin remedio.

Me abandona la determinación apenas ella vuelve a mirarme.

—...Apuesto a que la vida me tenía preparado algo indeciblemente mejor para mi futuro contigo.

Just Good Friends (Michael Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora