Desde la colina podía imaginar sin escuchar, aquellas risas que me hacían tan feliz.
El no estrecho la mano de Harry.
Pero el ojo que no estaba apuntando hacia su nariz se deslizó directamente a la cicatriz en la frente de Harry.
—¿Estaría bien que pasásemos? —preguntó Harry—. Hay algo que nos gustaría preguntarle.
—No... no estoy seguro de que sea aconsejable —susurró Xenophilius.
Tragó y echó un vistazo rápido alrededor del jardín—. Es bastante sorprendente... caramba... yo... me temo que pienso que realmente no debería...
—No llevará mucho —dije, ligeramente decepcionada por esta bienvenida poco cálida.
Pues esperaba algo más de brillo y esperanza por su parte.
—Yo... oh, está bien entonces. Pasen, rápido. ¡Rápido!
Apenas habíamos cruzado el umbral cuando Xenophilius cerró con fuerza la puerta tras nosotros.
Nos encontrábamos en una de las cocinas más peculiares que había visto.
La habitación era perfectamente circular, por lo que parecía que estábamos en un pimentero gigante.
Todo estaba curvado para encajar en las paredes, el hornillo, el fregadero, y los armarios y todos habían sido pintados con flores, insectos y pájaros de brillantes colores primarios.
Creí reconocer el estilo de Luna: el efecto, en un espacio tan cerrado, era ligeramente abrumador. En medio del suelo, una escalera de hierro en espiral llevaba a los pisos superiores. De la parte de arriba llegaba un montón de estrépito y estruendo: Me pregunte lo que podría estar haciendo Luna.
—Es mejor que suban—dijo Xenophilius, todavía con aspecto extremadamente incómodo, y encabezó la marcha.
La habitación de arriba parecía ser una mezcla de salón y lugar de trabajo, y siendo eso, estaba todavía más atestada que la cocina. Aunque mucho más pequeña y completamente redonda, de alguna manera la habitación me recordaba a la Sala de los Menesteres, tal vez era por los montones de muebles y lo pequeña que era o porque podíamos encontrar cualquier cosa en aquellos rincones.
Había pilas sobre pilas de libros y papeles en cada superficie. Delicadas maquetas hechas a mano de criaturas que nadie, ni siquiera Hermione reconoció, todas batiendo las alas o cerrando las mandíbulas, colgaban del techo.
Luna no estaba allí: la cosa que estaba armando tanto jaleo era un objeto de madera cubierto de ruedas dentadas que giraban mágicamente. Parecía la extraña prole de un banco de trabajo y una vieja estantería, pero tras un momento, deduje que era una prensa antigua, por el hecho de que estaba produciendo en masa revistas El Quisquilloso.
—Perdónenme—dijo Xenophilius, y se acercó hasta la máquina, agarró un mantel sucio de debajo de la inmensa cantidad de libros y papeles, que se cayeron al suelo, y lo lanzó sobre la prensa, amortiguando de alguna manera los ruidosos estallidos y estrépitos. Entonces miró a Harry.
—¿Por qué han venido aquí?
Sin embargo, antes de que Harry pudiera hablar, Hermione dejó escapar un pequeño grito de conmoción.
—Señor Lovegood... ¿qué es eso?
Estaba señalando a un cuerno gris enorme en espiral, no muy distinto al de un unicornio, que estaba colocado en la pared, sobresaliendo algunos metros en la habitación.
—Es el cuerno de un snorkack de cuerno arrugado —dijo Xenophilius.
—¡No, no lo es! —dijo Hermione.
—Hermione —murmuró Harry, avergonzado—, ahora no es el momento...
—Pero Harry, ¡es un cuerno de erumpent! ¡Es un Material Comerciable de Clase B y es algo extremadamente peligroso para tener en una casa!
—¿Cómo sabes que es un cuerno de erumpent? — preguntó Ron, alejándose del cuerno lo más rápido que pudo, teniendo en cuenta el extremo desorden de la habitación.
—¡Hay una descripción en Animales fantásticos y dónde encontrarlos! Señor Lovegood, tiene que deshacerse de eso en seguida, ¿no sabe que puede explotar ante el menor contacto?
—El snorkack de cuerno arrugado —dijo Xenophilius muy claramente, con expresión testaruda—, es una criatura asustadiza y muy mágica, y su cuerno...
—Señor Lovegood, reconozco las marcas de ranuras alrededor de la base. Es un cuerno de erumpent y es increíblemente peligroso... no sé donde lo consiguió...
—Se lo compré —dijo Xenophilius de forma dogmática—, hace dos semanas, a un encantador joven mago que conocía mi interés en el exquisito snorkack. Una sorpresa navideña para mi Luna. Ahora —dijo, girando hacia Harry—, ¿exactamente por qué ha venido aquí, señor Potter?.
—Necesitamos algo de ayuda —dijo Harry, antes de que Hermione pudiera volver a empezar.
—Ah —dijo Xenophilius—. Ayuda. Hmm.
Su ojo bueno se movió de nuevo a la cicatriz de Harry. Pareció simultáneamente aterrorizado y fascinado.
—Sí. La cosa es... ayudar a Harry Potter y a sus amigos... bastante peligroso...
—¿No es usted el que le continúa diciendo a todo el mundo que su primer deber es ayudar a Harry? —dije—. ¿En esa revista suya?
Xenophilius lanzó una mirada a la oculta prensa, todavía haciendo estallidos y estrépitos bajo el mantel.
—Eh... sí, he expresado esa idea. Sin embargo...
—¿Eso es para que todos los demás lo hagan, pero no usted en persona? —dijo Ron.
Xenophilius no respondió. Continuó tragando, con los ojos revoloteando entre los cuatro. Tuve la impresión de que estaba experimentando una dolorosa lucha interna.
—¿Dónde está Luna? —preguntó Hermione—. Veamos lo que piensa.
Xenophilius tragó de golpe. Pareció estar armándose de valor. Finalmente dijo en una temblorosa voz difícil de oír por el ruido de la prensa:
—Luna está abajo en el arroyo, pescando Plimpies de agua dulce. A ella... le gustará verlos. Bajaré a llamarla y entonces... sí, muy bien. Intentaré ayudaros.
Me puse un poco optimista y traté de no pensar que algo andaba mal.
Desapareció por la escalera en espiral y escuchamos la puerta principal abrirse y cerrarse. Nos miramos unos a otros.
—Vieja verruga cobarde —dijo Ron—. Luna tiene diez veces más agallas.
—Probablemente está preocupado por lo que pueda pasar si los mortífagos se enteran de que estuvimos aquí — dijo Harry.
—Bueno, yo estoy de acuerdo con Ron —dijo Hermione— . Horrible viejo hipócrita, diciéndole a todo el mundo que te ayude y ahora intentando escabullirse. Y por el amor de Dios, manténganse alejados de ese cuerno.
Cruce hasta la ventana del otro lado de la habitación, Podía ver un arroyo, un lazo delgado y reluciente tumbado muy por debajo de nosotros en la base de la colina. Estábamos a bastante altura; un pájaro pasó revoloteando por la ventana mientras miraba en dirección a la Madriguera, ahora visible más allá de otra línea de colinas. Los Weasley estaban allí, en alguna parte.