104.Gringotts.[3/3]

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Estábamos en Charing Cross Road. Ajetreados muggles pasaban con la típica expresión abatida de primera hora de la mañana, bastante inconscientes de la existencia de la pequeña posada.

El bar del Caldero Chorreante estaba casi desierto. Tom, el encorvado y desdentado encargado, estaba puliendo vasos de cristal detrás de la barra; un par de brujos que conversaban en murmullos en una esquina lejana echaron un vistazo hacia Hermione y se volvieron de vuelta a las sombras.

—Madam Lestrange, —murmuro Tom, y cuando Hermione se detuvo brevemente inclino la cabeza servilmente.

—Buenos Días, —dijo Hermione, y mientras nos moviamos lentamente a un lado, aun cargando a cuestas a Griphook bajo la capa, vi a Tom parecer sorprendido. Seguramente eso era algo que aquella mujer jamás diría.

—Demasiado amable, —susurró Harry al oído de Hermione mientras saliamos de la posada hacia el minúsculo patio trasero—. ¡Necesitas tratar a la gente como si fuera basura!

—¡Vale, vale!

Me imaginaba que eso sería algo difícil para ella, tomando en cuenta lo amable que era.

Hermione sacó la varita de Bellatrix y golpeó un ladrillo de la indefinible
pared que había frente a nosotros, tenía tanto tiempo que no hacia eso y creo que realmente lo extrañaba. Inmediatamente los ladrillos empezaron a dar vueltas y a girar, un agujero apareció en el centro, que creció más y más amplio, formando finalmente una entrada arqueada hacia la calle estrecha adoquinada que era el callejón Diagon.

Estaba en calma, apenas iba a ser hora de que las tiendas abrieran, y había muy pocos compradores. La tortuosa calle adoquinada se veía muy diferente ahora del ajetreado lugar que  había visitado antes de mi primer año en Hogwarts, tantos años atrás. Aunque, desde nuestra última visita, muchas tiendas habían sido clausuradas con tablones, también habían sido creados muchos
establecimientos dedicados a las artes oscuras. La propia cara de Harry me saludo desde los muchos carteles pegados sobre las ventanas, siempre titulados con las palabras:

INDESEABLE NÚMERO UNO.

Un grupo de gente andrajosa estaba sentada amontonada en los umbrales. Los escuché gimiendo a los pocos transeúntes, suplicando por oro, insistiendo en que ellos eran verdaderos magos. Uno de ellos tenía un vendaje ensangrentado
sobre un ojo.

Mientras caminabamos por la calle, los mendigos vislumbraron a Hermione. Parecieron esfumarse ante ella, cubriendo sus rostros con capuchas y alejándose
tan rápido como podían. Hermione los miro con curiosidad, hasta que el hombre con el vendaje sangriento avanzo, cruzándose en su camino.

Sentí nervios de tan solo verlo y me preguntaba al mismo tiempo que era lo que Bellatrix le habría hecho a su familia.

—Mis hijos, —grito, apuntándola. Su voz era mordaz, estridente, sonaba fuera de si—. ¿Dónde están mis hijos? ¿Qué ha hecho él con ellos? ¡Tú lo sabes, tú lo sabes!

—Y… yo realmente… —balbuceo Hermione.

El hombre se lanzo hacia ella, buscando su garganta. Entonces, con un estallido y una explosión de luz roja fue lanzado de vuela al suelo, inconsciente.

Ron estaba parado allí, su varita aun a la vista y detrás de la barba se apreciaba su rostro conmocionado.

Rostros aparecieron en las ventanas en cada lado de la calle, mientras un pequeño grupo de transeúntes de apariencia próspera recogieron sus túnicas y se separaron en apacibles trotes, apurados por abandonar la escena.

Nuestra entrada en el Callejón Diagon difícilmente podría haber sido más notoria; por un momento me pregunté si tal vez no seria mejor irnos ahora y tratar de idear un mejor plan. Sin embargo, antes de que me pudieran mover o consultar uno al otro con Harry, escuchamos un grito detrás de nosotros.

—¡Pero si es Madam Lestrange!
Harry giro al mismo tiempo que yo y Griphook apretó su agarre alrededor de su cuello.

Un mago alto y delgado con una espesa corona de cabello gris y una nariz larga y afilada avanzaba a zancadas hacia nosotros y para este punto ya podía sentir mis manos sudar y mis piernas sin sangre.

—Es Travers, —silbo el gnomo al oído de Harry, pero en ese momento nadie podía pensar en quien era Travers.

Destruida. (Draco Malfoy). [Libro#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora