111. ¿Ciervo o cabra? M[7/10]

1.3K 87 1
                                    

—Ese no era tu Patronus, —dijo un mortifago—. Era un ciervo. ¡Era el de Potter!

—¡Ciervo! —gruño el cantinero, y saco su varita—. ¡Ciervo! Idiota ¡Expecto Patronum!

Algo enorme y con cuernos salió de la varia. Con la cabeza baja, embistió por High Street, hasta perderse de vista.

—Eso no es lo que yo vi, —dijo el mortifago, aunque parecía ahora menos seguro.

—Violaron el toque de queda, ya oíste el ruido, —dijo uno de sus compañeros al cantinero—. Alguien estaba afuera en la calle contra las regulaciones…

—¡Si quiero dejar salir a mi gato, lo haré, y al diablo tu toque de queda!

—¿Tu activaste el encantamiento aullido?

—¿Y qué si lo hice? ¿Van a llevarme a Azcaban? ¿Asesinarme por asomar la nariz fuera de mi propia puerta principal? ¡Háganlo entonces, si quieren! Pero espero por su bien que no hayan presionado sus pequeñas Marcas Oscuras, convocándolo. No le va a gustar que le hagan venir aquí por mi y mi viejo gato, ¿o si?

—¡No te preocupes por nosotros, —dijo uno de los mortifagos—, preocupate por ti mismo, ¡violando el toque de queda!

—¿Y en donde traficarán con pociones y venenos cuando mi bar sea clausurado? ¿Qué pasara entonces con su pequeña actividad suplementaria?

—¿Nos estas amenazando?

—Mantengo la boca cerrada, por venir aquí, ¿o no?

—¡Sigo diciendo que vi un Patronus con forma de ciervo! —grito el primer mortifago.

Por merlín, era realmente terco.

—¿Ciervo? —rugió el cantinero—. ¡Es una cabra, idiota!

—Vale, cometimos un error, —dijo el segundo mortifago—. ¡Viola el toque
de queda de nuevo y no seremos tan clementes!

Los mortifagos avanzaron a zancadas de vuelta hacia High Street.

Hermione gimió de alivio, saliendo de debajo de la capa, y se sentó en una silla de patas bamboleantes. Harry corrió las cortinas y después retiro la capa de Ron de sí mismo y de mi. Podíamos oir al cantinero abajo, echando los cerrojos de la puerta del
bar, y después subiendo las escaleras.

La atención de Harry fue capturada por algo que habia en la repisa de la
chimenea, un pequeño espejo rectangular, colocado de pie, justo debajo del retrato de la chica, recordé el pedazo de espejo con el que se había cortado al limpiar su baúl, pero antes de que dijera algo el cantinero entró en el cuarto.

—Malditos tontos, —dijo bruscamente, mirando de uno a otro—. ¿En qué estaban pensando al venir aquí?

—¡Gracias! —dijo Harry—. ¡No podemos agradecerselo lo suficiente! !Salvo nuestras vidas!

El cantinero gruñó. Vi a Harry aproximarse mirándole a la cara, tratando de ver mas allá del largo, fibroso y canoso pelo de la barba.

Me acerque un poco, llevaba gafas. Tras los sucios cristales, los ojos eran de un azul brillante y penetrante.

Harry siguió mirando más atento.

—¡Es su ojo el que he estado viendo en el espejo!Se hizo el silencio en la habitación.

Harry y el cantinero se miraban uno a otro.

—¡Usted envió a Dobby!

El cantinero asintió y busco al elfo alrededor.

—Pensé que estaría contigo. ¿Dónde lo dejaste.

Sentí una punzada en el pecho.

—Está muerto, —dijo Harry—, Bellatrix Lestrange lo mató.

La cara del cantinero permaneció indiferente. Después de unos momentos dijo.

—Lamento oirlo. Me gustaba ese elfo.

Se dio la vuelta, encendiendo lamparas con golpecitos de su varita, sin mirar a ninguno de nosotros.

—Usted es Aberforth, —dijo Harry a la espalda del hombre.

Él no lo confirmó ni negó, sino se agachó para encender la chimenea.

—¿Cómo conseguió esto? —preguntó Harry, caminando hacia el espejo de
Sirius, el gemelo del que él había roto casi dos años antes.

—Se lo compré a Dung hace cosa de un año, —dijo Aberforth—. Albus me dijo lo que era. Intentaba mantener un ojo en ti.

Ron jadeó.

—La cierva plateada, —dijo excitadamente—. ¿Fue tambien usted?

—¿De que estas hablando? —pregunto Aberforth.

—¡Alguien nos envio un Patronus en forma de cierva!

—Con un cerebro así, podrias ser mortifago, hijo. ¿No acabo de probar que mi Patronus es una cabra?

—¡Oh, —dijo Ron—, vale… bueno, tengo hambre! —agregó a la defensiva mientras su estomago soltaba un enorme gruñido.

Siempre me había parecido extraña esa habilidad que tenía Ron de comer en momentos de tensión sin ninguna preocupación.

—Iré por comida —dijo Aberforth, y salió de la habitación, reapareciendo momentos mas tarde con una hogaza grande de pan, algo de queso, y una jarra de estaño con aguamiel, los puso sobre una pequeña mesa frente al fuego.

Hambrientos, comimos y bebimos, y durante un rato solo hubo silencio, excepto por los crujidos del fuego, los golpes de las copas, y el sonido producido al masticar.

—Bien entonces, —dijo Aberforth cuando habíamos comido nuestra ración y Harry y Ron se sentaron encorvados y somnolientos en sus sillas—. Tenemos que pensar en la mejor forma de sacarlos de aquí. No puede ser de noche, ya oyeron lo que pasa si alguien se mueve en el exterior en la oscuridad. El encantamiento aullido se activa, saldrán tras ustedes como bowtruckles sobre huevos de doxy. No considero que vaya a ser capaz de hacer pasar un ciervo por una cabra una segunda vez. Esperen a que amanezca cuando el toque de queda termine, entonces ustedes podran ponerse su Capa de Invisibilidad de
nuevo y salir a pie. Salir directamente de Hogsmeade, hacia las montañas, y podrán desaparecer allí. Tal vez vean a Hagrid. Se ha estado escondiendo en una cueva allá arriba con Grawp desde que intentaron arrestarlo.

—No nos iremos, —dijo Harry—. Tenemos entrar en Hogwarts.

—No seas estúpido, chico, —dijo Aberforth.

—Tenemos que hacerlo, —dijo Harry.

—Lo que tienen que hacer, —dijo Aberforth, inclinándose hacia adelante—, es irse tan lejos de aquí como puedan.

—No lo entiende. No hay mucho tiempo. Tenemos que conseguir entrar en el Castillo. Dumbledore… quiero decir, su hermano, quería que nosotros…

La luz de la chimenea hizo que las mugrientas gafas de Aberforth se volvieran momentáneamente opacas, de un parejo blanco brillante.

—Mi hermano Albus quería un montón de cosas, —dijo Aberforth— y la gente tenia el hábito de salir malparada mientras el llevaba a cabo sus grandes planes. Mantente alejado de ese colegio, Potter, y fuera del país si puedes. Olvida a mi hermano y sus astutas intrigas. Él se ha ido a donde ya nada de esto puede herirle, y no le debes nada.

-Usted no lo entiende -dijo Harry de nuevo.

-Oh, ¿no? -dijo Aberforh con calma-. ¿Crees que no entendía a mi propio
hermano? ¿Crees conocer a Albus mejor que yo?

-No quería decir eso -dijo Harry-. Él... me dejó un trabajo.

Destruida. (Draco Malfoy). [Libro#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora