112.El ojo a través del espejo. M[8/10].

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Todo el tiempo estoy pensando en ti.

—¿De veras? -dijo Aberforth-. Un trabajo agradable, espero. ¿Cómodo? ¿Fácil? ¿La clase de cosas que esperarías que un mago niño no cualificado pudiera hacer sin abusar de sí mismo?

Ron soltó una risa. Hermione parecía cansada y yo tal vez estaba igual.

-N-no es fácil, no -dijo Harry-. Pero tengo que...

-¿Tienes? ¿Por qué? Él está muerto, ¿no? -dijo Aberforth rudamente-. ¡Lárgate, chico, antes de que le sigas! ¡Sálvate a ti mismo!

-No puedo.

-¿Por qué no?

-Yo... -Harry; no podía explicarlo, así que tomó la ofensiva en vez de eso-. Pero usted también luchó, estaba en la Orden del Fénix.

-Lo estaba -dijo Aberforth-. La Orden del Fénix está acabada. Quien-tú-ya-sabes ha ganado, se acabó, quien pretenda otra cosa se engaña a sí mismo.

Aquí nunca estarás a salvo, Potter, él te tiene muchas ganas. Vete al extranjero, escóndete, sálvate a tí mismo. Será mejor que te lleves a estos tres contigo.

-Lanzó el pulgar hacia nosotros-. Estarán en peligro mientras vivan
ahora que todo el mundo sabe que han estado ayudándote.

-No puedo marcharme -dijo Harry-. Tengo un trabajo...

-¡Que lo haga otro!

-No puedo. Tengo que ser yo. Dumbledore lo explicó todo...

-Oh, ¿lo hizo? ¿Y te lo contó todo, fue honesto contigo?

Harry se quedó callado un momento. Aberfoth pareció saber lo que estaba pensando.

-Conocía a mi hermano, Potter.

Aprendió secretismo en el regazo de mi madre. Secretos y mentiras, así es como crecimos, y Albus... estaba en su naturaleza.

Los ojos del viejo viajaron hasta la pintura de la chica sobre el chimenea.

Era, ahora la única foto de la habitación. No había ninguna foto de Albus Dumbledore, ni de nadie más.

-Señor Dumbledore, -dijo Hermione bastante tímidamente-. ¿Es esa su hermana Ariana?

-Si -dijo Aberfoth tensamente-. ¿Has estado leyendo a Rita Skeeter, verdad, señorita?

Incluso a la luz pálida del fuego se notó claramente que Hermione se había ruborizado.

-Elphias Doge nos la mencionó, -dijo Harry, intentando cubrir a Hermione.

-Ese viejo imbécil, -murmuró Aberforth, tomando otro trago de aguamiel-. Creía que el sol salía y se ponía a voluntad de mi hermano, desde luego. Bueno, igual que mucha gente, incluídos ustedes cuatro por lo que se ve.

Harry siguió callado.

Encontre la mirada de Aberforth que era tan penetrante como la de su hermano.

Los brillantes ojos azules daban la misma impresión, como si estuvieran atravesando con rayos X al objeto de su escrutinio, y creí que Aberforth sabía lo que estaba pensando.

-El Profesor Dumbledore se preocupaba por Harry, muchísimo -dijo Hermione en voz baja.

-¿De veras? -dijo Aberforth-. Es curioso como muchas de las personas a las que apreciaba tanto mi hermano han terminado en peor estado que si les hubiera dejado en paz.

-¿Qué quiere decir? -preguntó Hermione sin respiración.

-No importa, -dijo Aberforth.

-¡Pero eso es algo realmente serio para decir! -dije-. ¿Está hablando de su hermana?

Aberforth la miró fijamente. Sus labios se movían como si estuviera mordiendo las palabras para contenerlas. Entonces rompió a hablar.

-Cuando mi hermana tenía seis años, fue atacada, por tres chicos muggles.
La habían visto hacer magia, espiando a través del seto del jardín trasero.

Era una niña, no podía controlarlo, ninguna bruja o mago puede a esa edad. Lo que vieron, les asustó, supongo. Se abrieron paso a través del seto, y cuando ella no les mostró el truco, fueron un poco lejos intentando detener lo que la pequeña mostruito hacía.

Los ojos de Hermione estaban enormes a la luz del fuego. Ron parecía ligeramente enfermo y yo estaba estupefacta.

Aberforth se puso en pie, tan alto como Albus, y repentinamente terrible en su furia y la intensidad de su dolor.

-Eso la destruyó, lo que le hicieron. Nunca volvió a estar bien. No utilizaba la magia, pero no podía librarse de ella; la interiorizó y eso la volvió loca, explotaba cuando ya no podía controlarla más, y a veces era extraña y peligrosa.

Pero principalmente era dulce, asustadiza e inofensiva.

-Y mi padre fue a por los bastardos que lo hicieron, -dijo Aberfoth-, y les atacó. Y le encerraron en Azkaban por ello. Nunca dijo por qué lo había hecho, porque si el Ministerio hubiera sabido en qué se había convertido Ariana, la habrían encerrado en St Mungo por su bien. La hubieran visto como una seria amenaza contra el Estatuto Internacional de Secreto, desequilibrada como estaba, con la magia explotando de ella por momentos cuando no podía contenerla más. Nosotros la mantuvimos a salvo y tranquila. Nos mudamos de casa, pero eso hizo que enfermara, y mi madre se ocupaba de ella, e intentaba manterla tranquila y feliz. Ella era su favorita, -dijo él, y mientras lo decía, un escolar desaliñado pareció surgir a través de mugrienta y enredada barba-. No Albus, que siempre estaba en su dormitorio cuando estaba en casa, leyendo sus libros y contando sus premios, manteniendo correspondencia con “los más notables nombres mágicos de la actualidad” -gruñó Aberforth-. No quería molestarse con ella. A ella le gustaba más yo. Yo podía llevarle la comida cuando no podía mi madre, la calmaba cuando tenía uno de sus ataques de rabia, y cuando estaba tranquila, solía ayudarme a alimentar a las cabras. Entonces, cuando tenía catorce años... Veréis, yo no estaba allí -dijo Aberfoth-. Si hubiera estado allí, podría haberla calmado. Tuvo una de sus rabietas, y mi madre ya no era tan joven como antes, y... fue un accidente. Ariana no pudo controlarlo. Pero mi madre murió.

Sentí una horrible mezcla de pena y repulsión, no quería oír nada más,
pero Aberfoth siguió hablando, y me pregunte cuanto hacía que no hablaba de esto; de hecho, si alguna vez había hablado de ello.

-Así que eso dio al traste con el viaje de Albus alrededor del mundo con el pequeño Doge. Los dos volvieron a casa para el funeral de mi madre y después Doge se fue por su cuenta, y Albus se quedó como cabeza de familia. ¡Ja!— Aberforth escupió en el fuego. -Yo me habría ocupado de ella, así se lo dije, no me importaba la escuela. Me hubiera quedado en casa y lo hubiera hecho. Él me dijo que tenía que terminar mi educación y que él ocuparía el lugar de mi madre. Un poco bajo para el Señor Brillante, no había ningún logro en ocuparse de tu hermana medio loca y evitar que volara la casa un día si y otro también. Pero lo hizo muy bien
durante unas semanas... hasta que llegó él.

Y ahora una mirada positivamente peligrosa se arrastró hasta la cara de Aberforth

Destruida. (Draco Malfoy). [Libro#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora