Lo sé, lo sé, lo sé, no puedo verte, no puedo tocarte, ¡Pero por Merlín!, no sabes cuanto quisiera hacerlo.
—Yo les guardo esto en el equipaje —dijo Hermione alegremente, quitándonos los regalos de los brazos mientras los cuatro nos dirigimos otra vez escaleras arriba—. Casi he acabado, solo estoy esperando a que el resto de vuestra ropa interior salga de la lavadora, Ron...
La estampida de Ron fue interrumpida por una puerta que se abrió en el descansillo del primer piso.
—¿Harry, te importaría venir un momento? —Era Ginny.
Ron se detuvo bruscamente, pero Hermione le cogió del codo y tiró de él escaleras arriba.
Nervioso, Harry siguió a Ginny al interior de su habitación.
Al cerrarse la puerta mire hacia arriba, Ron luchaba contra el agarre de Hermione para poder regresar y cuando lo logró se topo conmigo al final de la escalera.
—No lo hagas Ron — lo tome del brazo.
—______, no lo entiendes, el es mi mejor amigo y ella mi hermana, los amo pero no por eso dejaré que el juegue con ella.
—Harry la ama.
Ron se quedo callado, miro al suelo suspirando, Hermione llegó hasta donde nosotros estábamos.
—Harry puede morir y no sabes cuanto la destrozaría.
El tenía razón, Ron se dispuso a abrir la puerta.
—Ella no sería la única destrozada. —dije poniendo una mano en la puerta para que no la abriera.
—Tal vez no... —me apartó y abrió la puerta. — La puerta se abrió de golpe y se separaron de un salto. —Oh —dijo Ron mordazmente —.Lo siento.
—¡Ron! —Hermione y yo gritamos, estábamos justo tras él, ligeramente sin aliento.
Se hizo un silencio tenso, y luego Ginny dijo con una voz seria.
—Bueno, feliz cumpleaños de cualquier modo, Harry.
Las orejas de Ron estaban de color escarlata; Hermione parecía nerviosa. Y yo tenía más vergüenza que nervios, Harry Miró a Ginny,
—Te veo luego —dijo, y siguió a los otros dos fuera del dormitorio.
Ron marchó escaleras abajo y Harry le mantuvo el paso todo el camino, con Hermione trotando junto a ellos con aspecto un poco asustado.
Me quedé ahí, Ginny ahora estaba dando la espalda a la puerta, entre a la habitación y la cerré.
—No digas nada por favor — su voz estaba quebrada y sus manos estaban tapando sus ojos.
Me senté en la cama un momento sin decir nada, luego respire fuertemente esperando a que Ginny dejará de llorar.
Ella se sentó a mi lado.
—¿Porque?.
Aunque no sabía a que se refería le dije la respuesta que esperaba.
—Porque aún lo amas.
Ella miro hacia el frente perdiéndose.
—Yo... ¡Me siento tan estúpida!. Jamás había llorado por alguien... —escondió la cara entre sus manos.
—Créeme, no eres la única —sonreí pensando en todas las veces que había llorado por Draco —Ginny —la abracé —el llorar por alguien no te hace estúpida o menos fuerte, te hace tener sentimientos, todos los tenemos.
—Esque no lo entiendes, el esta en peligro... si yo... si yo lo pierdo...
Su voz se escuchaba como eco en mis oídos.
—Te destrozaría.
Ella levantó la mirada, sus ojos cristalinos y llenos de lágrimas me miraron.
—Si...
Y la entendía mas que nadie, porque pasaba por lo mismo.
—Si a Draco le pasará algo yo...
—Tu me entiendes —sonrió de lado.
—Más que nadie...
—Sería más fácil si no me hubiera enamorado de el.
—No sabes cuantas veces lo eh pensado, pero siempre llegó a la conclusión de que no hay nadie mas a quien yo podría amar tanto como a él.
Ginny sonrió.
—Lo voy a esperar, voy a esperar a que vuelva, cuando se vayan, desde ese día voy a estar esperándolo, porque lo amo y porque no hay nadie a quien yo pueda amar más que a el —Dijo citando mis palabras.
Sonreí satisfecha, Ginny había entendido por fin.
—No hay nadie.
[...]
Ginny no buscó otro encuentro a solas con Harry durante el resto del día, ni con una mirada o gesto demostró que habían compartido algo más que una cortés conversación en su habitación.
Como la cena de cumpleaños había estado más allá de la capacidad de la cocina incluso antes de la llegada de Charlie, Lupin, Tonks, y Hagrid, se habían colocado varias mesas al fondo del jardín. Fred y George habían embrujado un buen número de linternas púrpura todas engalanadas con un gran número 17, que colgaban en el aire sobre los invitados.
Gracias a los cuidados de la Señora Weasley, la herida de George estaba pulcra y limpia, pero aún nadie se acostumbraba al agujero negro en el costado de su cabeza, a pesar de que los gemelos hacían muchas bromas al respecto.
Hermione hizo que grandes carteles de púrpura y oro irrumpieran del extremo de su varita y se colgasen a sí mismos artística mente sobre los árboles y arbustos.
— Bonito —dijo Ron, cuando con una floritura final de la varita, Hermione cambió las hojas del manzano a dorado —. Realmente tienes ojo para este tipo de cosas. —¡Gracias, Ron!, —dijo Hermione, pareciendo a la vez complacida y un poco confusa.
Hermione se encontró con mi mirada, luego puso los ojos en blanco cuando le sonreí pícara.
—¡Fuera de mi camino, fuera de mi camino! —cantaba la Señora Weasley, atravesando la puerta con lo que parecía ser una Snitch gigante del tamaño de un balón de playa delante de ella. Era el pastel de cumpleaños, que la Señora Weasley estaba sujetando con su varita, en vez
de arriesgarse a cargar con él por terreno accidentado.
Cuando el pastel hubo aterrizado finalmente en medio de la mesa, Harry dijo:
—Tiene un aspecto asombroso, Señora Weasley.
—Oh, no es nada, querido, —dijo ella cariñosamente. Sobre su hombro, Ron alzó el pulgar hacia Harry y formó con la boca las palabras "Muy buena esa".
A las siete en punto todos los invitados habían llegado, conducidos a la casa por Fred y George, que los esperaban al final de la senda. Hagrid había honrado la ocasión vistiendo su mejor y más horrible traje marrón.
—Feliz cumpleaños—dijo, abrazándonos firmemente. —¡Diecisiete, eh! —dijo Hagrid mientras aceptaba un vaso, del tamaño de un cubo, de Fred —. Seis años desde el día en que nos conocimos, ¿recuerdan?
—Vagamente, —dijo Harry, sonriéndo —aunque cuando te conocí ¿No derribaste la
puerta principal, le pusiste a Dudley una cola de cerdo, y me dijiste que era un mago?
—Había olvidado los detalles — rió Hagrid con satisfacción. —¿Todo bien, Ron, Hermione, _________?
— Estamos bien, —dijo Hermione —. ¿Y tú?
—Ah, no está mal. Ocupado, tenemos unicornios recién nacidos. Se los mostraré cuando vuelvan. —mire a Harry quien evitó las miradas mientras Hagrid rebuscaba en su bolsillo —. Aquí tienen... no se me ocurría qué regalarles, pero entonces recordé esto. —Sacó una dos bolsillas ligeramente peludas que se cerraban con un largo cordel, que evidentemente servía para llevarlas al cuello —. Piel de topo. Oculta cualquier cosa en ella pero solo su propietario puede sacarlas. Son raras.
—¡Hagrid, gracias!
—¡Es Genial!
—No es nada chicos —dijo Hagrid, ondeando su mano del tamaño de la tapa de un cubo de basura. —. ¡Ahí está Charlie! Siempre me ha gustado Charlie... ¡ey! ¡Charlie!
Charlie se aproximó, pasándose la mano ligeramente pesaroso sobre su nuevo y brutalmente corte rapado.
Era más bajo que Ron, ancho, con un gran número de quemaduras y arañazos en sus musculosos brazos.
—Hola, Hagrid, ¿cómo va?
—Bien para los tiempos que corren. ¿Cómo le va a Norberto?
—¿Norberto? —rió Charlie —. ¿El Colacuerno Noruego? Ahora la llamamos Norberta.
—¿Qué... Norberto es una chica?
—Oh, si, —dijo Charlie.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Hermione.
—Son mucho más crueles —dijo Charlie. Miró sobre su hombro y dejó caer la voz —. Desearía que Papá se diera prisa y llegara ya. Mamá se está poniendo de los nervios.
Todos miramos a la Señora Weasley, que estaba intentando hablar con Madame Delacour mientras lanzaba continuamente miradas hacia la verja.
—Creo que mejor empezamos sin Arthur —gritó hacia el jardín después de un momento o dos —. ¡Debe haberse entretenido... oh!
Todos lo vimos al mismo tiempo, una ráfaga de luz que llegaba volando por el patio y hasta la mesa, donde tomó la forma de una comadreja de plata brillante, que se puso en pie sobre las patas traseras y habló con la voz del Señor Weasley.
—El Ministro de Magia viene conmigo.
—Siempre eh querido hacer eso. —dijo George.
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
Pregunta.
¿Cuantos años tienen?
Yo tengo 17(: