Capítulo 109.

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Tn: Te lo dije, no sabía qué más hacer.

Christopher: No pareces tener en cuenta tu seguridad personal. Y ya no eres sólo tú ahora —añade de manera molesta. Mi labio tiembla. Está pensando en nuestro Pequeño Blip. La puerta se abre, sorprendiendo a los dos, y una mujer joven afro- americana con una capa blanca sobre unos pantalones grises entra.

Dra: Buenas noches, Sra. Vélez. Soy la Dra. Bartley. —Ella me empieza a examinarme a fondo, poniendo una luz ante mis ojos, haciéndome tocarla con mis dedos, luego tocando mi nariz mientras cierro primero un ojo y luego el otro, comprobando todos mis reflejos. Pero su voz es suave y su tacto delicado, tiene un trato cariñoso con los pacientes. La enfermera Nora se une a ella, y Christopher camina hacia la esquina de la habitación y hace algunas llamadas, mientras ellas dos me atienden. ¡Es difícil concentrarse en la Dra. Bartley, la enfermera Nora y Christopher, al mismo tiempo! pero oigo como llama a su padre, a mi madre, a Kathe y les dice que estoy despierta. Por último, deja un mensaje para Ray.
Ray. Oh, mierda... Un vago recuerdo de su voz vuelve a mí. Él estaba aquí, sí, cuando yo todavía estaba inconsciente. La Dra. Bartley comprueba mis costillas, sondeando con sus dedos suavemente pero con firmeza. Me estremezco.

Dra: Estos están magulladas, no fracturadas o rotas. Tuvo suerte, la Sra. Vélez. —Quiero fruncir el ceño. ¿Suerte? Esa no es la palabra que yo hubiera elegido. Christopher la contempla hoscamente, también. Él vocaliza algo hacia mi. Creo que es temeraria, pero no estoy segura. —Voy a recetarle unos calmantes. Los necesitará para esto y para el dolor de cabeza que debe tener. Pero todo está evolucionando como debe ser, Sra. Vélez. Le sugiero dormir un poco. Dependiendo de cómo se sienta por la mañana, podemos dejar que se vaya a casa. Mi colega, el Dr. Singh la atenderá a continuación.

Tn: Gracias. — Hay un golpe en la puerta, y Mauricio entra llevando una caja de cartón negra con un estampado en crema de Fairmont al lado de The OlympicOlímpicos. ¡Santo cielo!

Dra: ¿Comida? —dice la Dra. Bartley, sorprendida.

Christopher: La señora Vélez tiene hambre —dice Chris—. Es sopa de pollo. — La Dra. Bartley sonríe.
Dra: La sopa va a estar bien, pero sólo el caldo. Nada pesado. —Ella nos mira fijamente a ambos y sale de la habitación con la enfermera Nora. Christopher coloca la bandeja con ruedas delante de mí, y Mauricio coloca la caja en ella.

Mauricio: Bienvenida de nuevo, Sra. Vélez.

Tn: Hola, Mauricio. Gracias.

Mauricio: Es un placer, señora. —Creo que quiere decir más, pero se mantiene a raya. Christopher está abriendo la caja que contiene un termo, un tazón de sopa, un plato, una servilleta de lino, cuchara sopera, una pequeña cesta con bollos de pan, un salero y pimentero de plata... The Olympic en toda regla.

Tn: Esto es genial, Mauricio. —Mi estómago ruge. Estoy famélica.

Mauricio: ¿Eso es todo? —pregunta.

Christopher: Sí, gracias —dice Chris, despidiéndolo. Mauricio asiente con la cabeza.

Tn: Mauricio, muchas gracias.

Mauricio: ¿Algo más que pueda conseguir, Sra. Vélez? — Echo un vistazo a Christopher.

Tn: Sólo un poco de ropa limpia para Christopher.— Mauricio sonríe.

Mauricio: Sí, señora. — Christopher mira su camisa, desconcertado.

Tn: ¿Cuánto tiempo has estado usando esa camisa? —pregunto.

Christopher: Desde el jueves por la mañana. —Él me da una sonrisa torcida. Mauricio se va. — Mauricio también está realmente enfadado contigo —añade Christopher de mal humor, desenroscando la tapa del termo y vertiendo la sopa cremosa de pollo en el recipiente. Mauricio, también! Pero no me detengo en eso, como mi sopa de pollo distraida. Huele delicioso, y el vapor se enrosca tentadoramente en la superficie. La pruebo y es todo lo que prometía ser.

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora