Capitulo 107.

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Tn: ¿Dónde está Paola? —tartamudeo, mi boca está tan seca que difícilmente puedo formar las palabras.

Jack: Primero lo primero, perra —se burla, deteniéndose delante de mí. Prácticamente puedo probar su desprecio—. ¿El dinero? — Elizabeth está verificando las bolsas en el maletero.

Elizabeth: Hay un montón de efectivo aquí —dice con sobrecogimiento, abriendo y cerrando la cremallera de cada bolsa.

Jack: ¿Y su celular?

Elizabeth: En la basura.

Jack: Bien —gruñe, y desde alguna parte arremete, pegándome fuertemente en el rostro con el revés de su mano. El feroz golpe sin provocación me lanza al suelo, y mi cabeza rebota con un repugnante ruido sordo contra el hormigón. El dolor explota en mi cabeza, mis ojos se llenan de lágrimas, y mi visión se nubla mientras el shock del impacto resuena, desatando agonía que pulsa a través de mi cráneo
Lanzo un grito silencioso de sufrimiento por el shock y el terror. Oh no; Pequeño Blip. Jack sigue con una rápida patada cruel a mis costillas, y mi respiración sale de mis pulmones por la fuerza del golpe. Apretando mis ojos con fuerza, trato de pelear contra las náuseas y el dolor, trato de pelear por un precioso respiro. Pequeño Blip, Pequeño Blip, oh mi Pequeño Blip...

Jack: ¡Esto es por la empresa, jodida perra! —grita Jack. Levanto mis piernas, acurrucándome en una pelota y anticipando el siguiente golpe. No. No. No.

Elizabeth: ¡Jack! —chilla Elizabeth—. Aquí no. No a plena luz del día, ¡por el amor de Dios! — Hace una pausa.

Jack: ¡La perra se lo merece! —Se regodea hacia Elizabeth. Y me da un precioso segundo para estirarme y tirar de la pistola de la cinturilla de mis jeans. Temblorosa, le apunto con el arma, aprieto el gatillo, y disparo. La bala lo golpea justo cerca de la rodilla. Y colapsa en frente de mí, gritando de agonía, sosteniendo su pierna mientras sus dedos se enrojecen con su sangre.

Jack: ¡Joder! —grita Jack. Me giro para encarar a Elizabeth, y me está mirando con horror y levantado las manos sobre su cabeza. Se desdibuja... la oscuridad cerrándose sobre ella. Mierda... Está al final de túnel. La oscuridad consumiéndola. Consumiéndome. Desde muy lejos, todo el infierno se desata. Autos frenando... deteniéndose... puertas... gritos... carreras... pasos. La pistola cae de mi mano.

Christopher: ¡Tn! —La voz de Christopher... La voz de Christopher... La voz agonizante de Christopher. Paola... salva a Paola. — ¡TN! — Oscuridad... paz.

Sólo hay dolor. Mi cabeza, mi pecho... dolor abrasador. Mi costado, mi brazo. Dolor. Dolor y palabras en voz baja en la oscuridad. ¿Dónde estoy? Aunque lo intento, no puedo abrir mis ojos. Las palabras susurradas se convierten en más claras... una luz en la oscuridad.

Enfermera: Sus costillas están magulladas, Sr. Vélez, y tiene una fractura en el cráneo, pero sus signos vitales están estables y fuertes.

Christopher: ¿Por qué todavía está inconsciente?

Enfermera: La Sra. Vélez ha tenido una grave contusión en la cabeza. Pero su actividad cerebral es normal y no tiene hinchazón. Se despertará cuando esté lista. Sólo déle un poco de tiempo.

Christopher: ¿Y el bebé? —Las palabras son angustiadas, sin aliento.

Enfermera: El bebé está bien, Sr. Vélez.

Christopher: Oh, gracias a Dios. —Las palabras son una letanía... un rezo—. Oh, gracias a Dios.
Oh, Dios. Estaba preocupado por el bebé... ¿el bebé?... Pequeño Blip. Por supuesto. Mi Pequeño Blip. Trato en vano de mover mi mano hacia mi vientre. Nada se mueve, nada responde. Quiere al bebé. Oh, gracias a Dios. Me relajo y la inconsciencia clama una vez más por mi, alejándome del dolor.
Todo es pesado y doloroso: mis miembros, cabeza, párpados... nada se mueve. Mis ojos y mi boca están cerrados con resolución, indispuestos a abrirse, dejándome ciega, muda y dolorida. Cuando emerjo de la niebla, mi conciencia es inestable, una sirena seductora lejana. Los sonidos se convierten en voces.

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora