Capítulo 23.

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Christopher se pone tenso y quita el celular del soporte.

Christopher:No es mi super maestra —gruñe—. No he hablado con ella desde mi cumpleaños y ella no haría algo así, no es su estilo.

Tn:¿Leila? -- Ella es su ex.

Christopher:Está con sus padres. Ya te lo he dicho.

Tn:¿Estás seguro?

Se queda pensando un momento.
Christopher:No, pero si hubiera huido, seguro que su familia me lo habría dicho, ya hablaremos de esto cuando lleguemos a casa. Concéntrate en lo que estás haciendo.

Tn:Puede que solo sea una casualidad.

Christopher:No voy a correr riesgos por si acaso. No estando contigo concluye.

Vuelve a poner el celular en el soporte y recuperamos el contacto con el equipo de seguridad. Por suerte el tráfico está disminuyendo un poco.

Tn:¿Y si nos para la policía? —pregunto.

Christopher:Eso sería algo conveniente.

Tn:Para mi carnet no.

Christopher:No te preocupes por eso. —
Vuelvo a pisar el acelerador y alcanzo de nuevo los 120. Sí que tiene potencia este coche. Me encanta; es tan fácil. Acabo de llegar a los 135. Creo que nunca en mi vida he conducido tan rápido. Mi escarabajo solo llegaba a 80… y eso con suerte.

Mauricio:Ha evitado el tráfico y cogido velocidad —dice la voz, tranquila e informativa—.

Va a ciento cuarenta. ¡Mierda! ¡Más rápido! Aprieto más el acelerador y el motor del coche ronronea al llegar a 140 kilómetros por hora.

Christopher:Mantén la velocidad, Tn —me susurra Chris. Freno un poco momentáneamente para incorporarme.

Mauricio:Ya va a 160, señor.

Christopher:Sigue tras él, Luke —le ordena Chris a Sawyer. ¿Luke? ¡Mierda! Un camión aparece en el carril rápido y tengo que pisar el freno.

Christopher:¡Maldito idiota! —insulta Chris al conductor cuando salimos despedidos hacia delante en los asientos. Cómo agradezco llevar puesto el cinturón—. Adelanta, nena —me dice Chris con los dientes apretados. Compruebo los retrovisores y cruzo tres carriles. Aceleramos para adelantar a vehículos más lentos y vuelvo a cruzar hacia el carril rápido.

Christopher:Muy bonito, señora Vélez —me dice Chris impresionado—. ¿Dónde está la policía cuando la necesitas?

Tn:No quiero que me pongan una multa, Christopher —le digo concentrada en la autopista que tengo por delante—. ¿Te han puesto alguna multa por exceso de velocidad conduciendo este coche?

Christopher:No —dice, pero puedo mirar de reojo rápido a su cara y lo veo sonreír burlón.

Tn:¿Te han parado?

Christopher:Sí.

Tn:Oh. Aparte de gato -- Digo lo último en un susurro fallido.

Christopher: ¿Perdón? --Pone cara de ofendido.

Tn: No eh dicho nada amor.

Christopher:Encanto. Todo se basa en el encanto. Ahora concéntrate. ¿Cómo va el Dodge, Mauricio?

Mauricio: Acaba de alcanzar los 165, señor —anuncia.

¡Madre mía! Siento el corazón en la boca. ¿Puedo conducir más rápido todavía? Piso a fondo el acelerador y dejamos atrás más coches.

Christopher:Hazle una señal con las luces —me ordena Chris, porque tenemos delante a un Ford Mustang que no se aparta.

Tn:Pero eso solo lo hacen los estupidos.

Christopher: ¡Pues sé un poco estupida! Y no quise ofenderte. —exclama.

Oh, esta bien…

Tn:Eh… ¿dónde están las luces?

Christopher:El indicador. Tira hacia ti.

El conductor del Mustang nos saca un dedo en un gesto no muy amable, pero se aparta. Paso a su lado como una centella.

Christopher:Él es el Estupido—dice Chris entre dientes—. Sal por Stewart —me ordena.

Tn: ¡Sí, señor!

Christopher:Vamos a tomar la salida de Stewart Street —le dice a Mauricio.

Mauricio:Vayan directamente al Departamento, señor.

Freno, miro por los espejos, indico y después cruzo con una facilidad sorprendente los cuatro carriles de la
autopista y salgo por la vía de salida. Ya en Stewart Street, nos dirigirnos al sur. La calle está tranquila y hay pocos vehículos. ¿Dónde está todo el mundo?

Christopher:Hemos tenido mucha suerte con el tráfico. Pero también el Dodge la ha tenido. No reduzcas la velocidad, Tn. Quiero llegar a casa.

Tn:No recuerdo el camino —le digo sintiendo pánico de nuevo porque el Dodge sigue pisándonos los talones.

Christopher:Sigue hacia el sur por Stewart. Sigue hasta que te diga que gires. —Chris vuelve a parecer nervioso.
Continúo a toda velocidad tres manzanas, pero el semáforo se pone amarillo al llegar a Yale Avenue.

Christopher:¡Sáltatelo, TN! —grita.

Doy tal salto que piso a fondo el acelerador involuntariamente, lo que
nos lanza de nuevo contra los asientos, y cruzamos sin frenar el semáforo que ya está en rojo.

Sawyer:Está enfilando Stewart —dice.

Christopher:No lo pierdas, Luke.

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora