Capítulo 46.

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Christopher: Cinco personas han sido despedidas por eso, Tn. No sucederá de nuevo.

Tn: ¿Cinco? — Asiente, su rostro es serio. ¡Maldición! —. Eso me recuerda. Hay un arma en tu escritorio. — Él frunce el ceño ante mi cambio de tema y probablemente ante mi tono acusatorio, aunque no quiera decirlo de esa manera.

Christopher: Es de Leila —dice finalmente.

Tn: Está cargada.

Christopher: ¿Cómo lo sabes? —Su ceño se profundiza.

Tn: La revisé ayer. — Me mira con el ceño fruncido.

Christopher: No quiero que tontees con armas, espero que hayas puesto el seguro de nuevo.
Pestañeo, momentáneamente estupefacta.

Tn: Christopher, no hay seguro en un revólver. ¿No sabes de armas?

Christopher: Um... no. — Mauricio tose discretamente en la entrada. Christopher le ofrece un asentimiento. — Tenemos que irnos —dice Christopher.
Se pone de pie, distraído y se coloca la chaqueta gris. Lo sigo hacia el corredor. Tiene el arma de Leila. Me sorprenden las noticias y brevemente me pregunto qué le ha sucedido a ella. ¿Todavía está en... dónde es? Algún lugar en el este. ¿New Hampshire? No puedo recordarlo.

Christopher: Buenos días, Mauricio—dice.

Mauricio: Buenos días, Sr Vélez, Sra Vélez. —Nos da un asentimiento, pero se cuida de no mirarme a los ojos. Lo agradezco, recordando mi estado de desnudez cuando nos encontramos anoche.

Tn: Sólo voy a lavarme los dientes —murmuro. Christopher siempre se lava los dientes antes del desayuno. No entiendo por qué.

Tn: Deberías pedirle a Mauricio que te enseñe a disparar —digo mientras bajamos en el elevador. Christopher me da un vistazo, divertido.

Christopher: ¿Debería? —dice secamente.

Tn: Sí.

Christopher: Tn, odio las armas. Mi madre ha cosido a muchas víctimas de crímenes con armas, y mi padre es anti armas. Crecí con sus valores. Apoyo al menos dos iniciativas de control de armas aquí en Washington.

Tn: Oh. ¿Mauricio lleva un arma? — La boca de Christopher se afina.

Christopher: A veces.

Tn: ¿No lo apruebas? —pregunto, mientras Christopher me conduce fuera del elevador en la planta baja.

Christopher: No —dice con los labios apretados—. Digamos que Mauricio y yo tenemos visiones muy diferentes con respecto al control de armas. —Estoy con Mauricio en esto.

Christopher sostiene la puerta del vestíbulo abierta para mí y me dirijo al coche. No me ha dejado conducir sola a mi trabajo, Sawyer sonríe amablemente, sosteniendo la puerta abierta para mí a la vez que Christopher y yo subimos al coche.

Tn: Por favor. —Extiendo mi mano y tomo la de Christopher.

Christopher: ¿Por favor qué?

Tn: Aprende a disparar. — Él pone los ojos en blanco.

Christopher: No. Fin de la discusión, Tn.

Y de nuevo soy una niña regañada. Abro la boca para decir algo pero decido que no quiero comenzar mi día de trabajo de mal humor. En su lugar, me cruzo de brazos, y veo a Mauricio mirándome por el espejo retrovisor. Él aparta la mirada, concentrándose en el camino frente a nosotros, pero sacude la cabeza un poco, en obvia frustración. Hmm... Christopher también lo vuelve loco a veces. La idea me hace sonreír, y mi humor es salvado.

Tn: ¿Dónde está Leila? —pregunto, mientras Christopher mira por la ventanilla. (Leila es su ex)

Christopher: Te lo dije. Está en Connecticut con sus padres. —Me observa.

Tn: ¿Lo comprobaste? Después de todo, tiene el cabello largo. Podría ser ella quien condujera el Dodge.

Christopher: Sí, lo comprobé. Está anotada en una escuela de arte en Hamden. Comenzó esta semana.

Tn: ¿Has hablado con ella? —susurro, y toda la sangre abandona mi rostro. Christopher vuelve su cabeza rápidamente ante el tono de mi voz.

Christopher: No. Flynn lo ha hecho. —Él busca en mi rostro una pista de mis pensamientos.

Tn: Ya veo —murmuro, aliviada.

Christopher: ¿Qué?

Tn: Nada. — Christopher suspira.

Christopher: Amor. ¿Qué sucede? — Me encojo de hombros, sin querer admitir mis celos irracionales. Christopher continúa. —Me mantengo al tanto, comprobando que se quede en su lado del continente. Está mejor, Tn. Flynn la ha derivado a un psicólogo en New Haven, y todos los informes son muy positivos. Siempre ha estado interesada en el arte, así que... —Se detiene, su rostro aún buscando en el mío. Y en ese momento sospecho que está pagando por las clases de arte de Leila. ¿Quiero saberlo? ¿Debería preguntarle? Quiero decir, no es que no pueda permitírselo pero, ¿por qué siente que tiene la obligación?
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Holaaaaaaaa❤️ ¿Cómo andan Babys?🙊
Ya son 100 seguidoras, gracias por seguirme y leer mi novela las amo💋❣️

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora