Capítulo 89.

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Christopher: No lo hagas —susurra al cerrarse las puertas.

Tn: ¿Que no haga qué?

Christopher: Mirarme así. Algún día, alquilaré este elevador por toda una tarde.

Tn: ¿Sólo una tarde? —Arqueo una ceja.

Christopher: Sra. Vélez, es muy traviesa.

Tn: Cuando se trata de ti, si lo soy.

Christopher: Me alegra oír eso. —Me besa suavemente. Y no sé si es porque estamos en este elevador o porque no me ha tocado en más de veinticuatro horas o simplemente porque es mi intoxicante esposo, pero el deseo se libera y establece tranquilamente en mi estómago. Paso mis dedos por su cabello y profundizo el beso, empujándolo contra la pared y apoyando mi cuerpo en el suyo. Gime en mi boca y toma mi cabeza, acunándola mientras nos besamos, realmente nos besamos, nuestras lenguas explorando el oh tan familiar pero al mismo tiempo oh tan excitante territorio que es la boca del otro. Acaricio su tan, tan hermoso rostro con mis manos.

Christopher: Tn —suspira.

Tn: Te amo, Christopher Vélez. No lo olvides —susurro mirando sus oscuros ojos cafés. El elevador se detiene suavemente y las puertas se abren.

Christopher: Vamos a ver a tu padre antes de que decida alquilar esto hoy. —Me besa rápidamente, toma mi mano, y me lleva al vestíbulo. Cuando pasamos junto al mostrador, Christopher le da una discreta señal al amable hombre de mediana edad que está detrás del escritorio. Él asiente y levanta el teléfono. Miro a Christopher inquisitivamente, y me da su sonrisa secreta. Le frunzo el ceño, y por un momento parece nervioso.

Tn: ¿Dónde está Mauricio? —pregunto.

Christopher: Lo veremos dentro de poco. —Por supuesto, debe estar cargando gasolina.

Tn: ¿Sawyer?

Christopher: Haciendo unos mandados. —¿Qué mandados? Christopher evita la puerta giratoria, y sé que lo hace para no tener que soltar mi mano. La idea me gusta. Afuera es una mañana de verano, pero se siente el otoño aproximándose en el aire. Miro alrededor, buscando la camioneta Audi y a Mauricio. Nada. La mano de Christopher se tensa en la mía, y lo miro. Parece ansioso.

Tn: ¿Qué ocurre? — Se encoge de hombros. El ruido de un motor me distrae. Es un ronroneo... familiar. Cuando me doy vuelta buscando la fuente del sonido, se detiene. Mauricio está saliendo de un coche deportivo relucientemente blanco frente a nosotros. ¡Oh mierda! Es un R8. Miro a Christopher, quien me mira ansiosamente. "Puedes comprarme uno para mi cumpleaños... uno blanco, creo."

Christopher: Feliz cumpleaños —dice, y sé que espera mi reacción. Lo miro boquiabierta porque es todo lo que puedo hacer. Levanta una llave.

Tn: Completamente lo has superado —susurro. ¡Me compró un maldito Audi R8! Mierda. ¡Y exactamente el que le pedí! Mi cara se rompe en una gran sonrisa. La emoción de Christopher refleja la mía, y salto a sus brazos. Me levanta en el aire y damos vueltas. — ¡Debes tener más dinero que sentido común! —le digo—. Me encanta. Gracias. —Se detiene y me baja de repente, mirándome, por lo que tengo que aferrarme a sus brazos.

Christopher: Lo que sea por ti, Sra. Vélez. —Me sonríe. Oh Dios. Qué demostración pública de afecto. Se inclina y me besa—. Ven. Vamos a ver a tu padre.

Tn: Sí. ¿Y puedo conducir? — Me sonríe de nuevo.

Christopher: Por supuesto. Es tuyo. — Me deja ir, y me apresuro a la puerta del conductor. Mauricio la abre para mí, con una gran sonrisa.

Mauricio: Feliz cumpleaños, Sra. Vélez.

Tn: Gracias Mauricio. —Lo sorprendo al abrazarlo suavemente, y me devuelve incómodo el gesto. Sigue ruborizado cuando me subo al coche, y cierra eficientemente la puerta una vez estoy adentro.

Christopher: Conduzca con cuidado, señora Vélez —dice juguetonamente. Le doy una mirada asesina, pero incapaz de contener la emoción.

Tn: Lo haré —prometo, poniendo la llave en el contacto mientras Christopher se acomoda a mi lado.

Christopher: Tómalo con calma. Nadie nos persigue ahora —advierte. Cuando giro la llave, el motor ruge a la vida. Miro los espejos retrovisores, y encontrándome en un extraño momento con poco tránsito, hago una perfecta maniobra de vuelta en U y me dirijo al hospital. —¡Whoa! —exclama Christopher alarmado.

Tn: ¿Qué?

Christopher: No quiero que termines en la unidad de cuidados intensivos al lado de tu padre. Desacelera —gruñe, en su tono de no discutir. Aflojo mi pie del acelerador y lo miro.

Tn: ¿Mejor?

Christopher: Mucho —murmura, intentando parecer consternado, y fallando miserablemente.

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu