Explain yourself

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Los Angeles, California

Por regla general, Hazel Levesque odiaba las joyas, preferiría mil veces más que le obsequiaran un panda gigante de peluche (lo cual ya había pasado, de hecho) que recibir oro, plata o piedras preciosas; sin embargo, justo ahora, no podía dejar de observar el anillo dorado con un diamante reluciente, que ahora brillaba en su dedo anular. Cada vez que lo miraba, quería hacer tres cosas: reír, llorar, y golpear a Frank. Todo a la vez.

Después de la cena (la cual había mejorado mucho en sabor y sentimiento, porque ambos pidieron postre, que al final el restaurante terminó obsequiándoles, pero que sabía maravilloso, como a gloria mezclado con felicidad), ambos brindaron en la azotea del edificio, y vieron un espectáculo de fuegos artificiales, que por algún extraño motivo parecían provenir de unas cuantas calles más allá, donde, Hazel sabía, se encontraba un local de Bunker 9.

Pero ahora estaban bastante lejos del restaurante, de vuelta en casa, en el edificio en que ambos vivían, sin embargo, no subieron hasta el departamento de Hazel, sino que entraron directamente al de Frank, mientras se besaban. Desde hace muchísimo tiempo que los pies de ella no tocaban el piso, así que ya no había que preocuparse por los tacones rompe-tobillos-del-infierno.

La puerta se cerró detrás de ellos, y de inmediato Hazel pudo percibir el olor de las rosas. El beso fue calmándose poco a poco, hasta que se convirtió únicamente en un suave roce de labios. Pudo sentir nuevamente el suelo firme bajo sus pies, y al separarse de Frank, y voltearse, la ternura volvió a apoderarse de ella.

—Oh, Frank...— dijo, apenas con un rastro de voz, porque esto era jodidamente lindo. Había pétalos de rosa en todo el camino desde la entrada, hasta la habitación, y velas en todo el lugar (¿Llevaban encendidas todo el rato? ¡Gracias al cielo no se había incendiado todo el maldito edificio!)— Hiciste todo esto por mí...

No era una pregunta, evidentemente lo había hecho por ella, simplemente lo estaba haciendo notar. Todo esto era perfecto, al más maravilloso estilo de cualquier romance cliché creado por la mente de una adolescente cuyos sueños de amor aún seguían vivos e intactos, y por un momento, por un mísero segundo, Hazel tuvo miedo de que todo pudiera venirse abajo, por esa maldita y absurda ley de que "si todo sale demasiado bien, durante demasiado tiempo, entonces algo está a punto de salir demasiado mal".

ALTO. ¿Era ese el motivo por el que Frank había sido un completo idiota durante las últimas semanas?

—Hice todo esto porque te amo, y lo mereces— contestó Frank, a su comentario original, no a sus suposiciones mentales, por supuesto. Ahora Hazel tenía dos opciones. La primera, preguntarle acerca de los verdaderos motivos por los cuales había actuado como un absoluto idiota; la segunda, volver a besarlo e ir hasta la habitación para hacer el amor con él durante toda la noche.

Ella decidió la opción número uno, al mismo tiempo que Frank eligió la opción número dos. Tan pronto como abrió la boca para preguntar, las manos de su ahora prometido (¡Ah, qué bien suena, Dios!) sujetaron su rostro, y los labios de ambos se juntaron en un nuevo beso, cada vez más exigente. La chica subió sus brazos hasta sujetarse nuevamente del cuello de él, y se dejó conducir hasta la habitación.

Cuando su espalda tocó la cama, y el cuerpo de él se posicionó sobre ella, supo que era el momento de darle un giro a las cosas, así que se deslizó por debajo de su abdomen hasta estar fuera de su alcance. Por un momento él quedo completamente confundido, pero al siguiente, simplemente sonrío y se volteó, dejándose caer de espaldas sobre el colchón, no sin antes quitarse la camisa blanca y la camiseta inferior.

Returning HomeWhere stories live. Discover now