Orlando

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Denver, Colorado

Leo ya no podía soportarlo más. Calipso era una loca psicópata cuando quería y el estrés que le estaba ocasionando, ya le estaba cobrando factura. A pesar de que pasaba la mayor parte del tiempo en el taller, cada vez que algo sonaba un poco fuerte, el pánico lo dominaba y daba un salto nervioso (consiguiendo a la vez lastimarse varias partes de su sensual cuerpo).

No había que malentender el asunto. Él amaba a Calipso, con toda su alma, e incluso le parecía encantadora la persistente protección que ponía ella sobre Hazel, al ser su mejor amiga. Pero, sí Frank no se apresuraba, Leo iba a tener que faltar a la boda porque, o estaría muerto para entonces, o en el manicomio. Si Calipso seguía presionándolo para sacarle información a Frank, él terminaría por tirar la toalla. Sin embargo, no traicionaría al panda. Lo había jurado, y Leo Valdez no rompía sus promesas.

Esa tarde, tan pronto como Calipso se fue hacia su propio apartamento, Leo subió hasta su recamara y se encerró (por si acaso) para luego, llamar a Will y pedir consejo. Sabía que no era la hora más adecuada en Inglaterra (¡Malditos ingleses y su fetichismo por los buenos modales!), pero esto era una emergencia.

¿Por qué Will, se preguntarán?

Y Leo les contestará: ¿Por qué no Will?

Sin embargo, en realidad sí que hay un motivo bien justificado, sobre "por qué Will". Siete años atrás, cuando Nico di Angelo terminó con Will Solace (a causa de ese idiota chico Alemán que era una de las pocas personas en el mundo que Leo Valdez, realmente odiaba con ganas), Will quedó destrozado. No solo destrozado... Un poco de él se rompió tanto ese día, que, incluso ahora, Leo sabía que no se había recompuesto por completo. Era como si se hubiera descompuesto una parte de su motor, pero su auto era un clásico... y ya no fabricaban las refracciones.

Lo disimuló bastante bien, aun así.

Para el resto del mundo ellos habían terminado en buenos términos. Sin embargo, por algún desafortunado hecho del destino, que tenía que ver con la manía de la recepcionista del edificio en que Will vivía, de "tomar prestada" la motocicleta de Leo sin permiso, el latino había estado saliendo del lugar, en el momento en que Will entraba. Leo lo había visto derrumbarse, y no había sido nada lindo. Se había quedado con él todo el rato, y luego le había gritado unas cuantas verdades a Nico en la cara. Pero de ahí en más, no había podido hacer mucho.

El punto era, que con el tiempo, Will y Leo se habían vuelto más cercanos. Y Leo sabía que justo en este momento, ninguno de sus dos mejores amigos, Jason y Piper, estaban en la mejor época de su vida como para estarse preocupando por la salud mental de Leo. Así que solo le quedaba la opción de pedir consejo a Will, antes de ir a fastidiar a Frank, pidiendo misericordia para que se apresurara con la proposición.

El tono de espera de video-llamada de Whatsapp sonó en su teléfono celular por más tiempo del que sus nervios toleraban, pero no obtuvo respuesta. Así que Leo colgó e hizo lo que cualquier persona en su sano juicio (completamente desesperado) haría, cuando tu amigo, al otro lado del mundo, no contesta una llamada: Marcarle otra vez.

Esta vez, la respuesta fue inmediata. La pantalla se iluminó, y el audio se escuchó a la perfección, sin embargo, no era posible distinguir nada, porque el teléfono no dejaba de moverse de un lado a otro. Todo estaba absolutamente borroso. Podía distinguir dos voces. Y estaban discutiendo bastante fuertemente.

—Solo dámelo— este definitivamente era Will, a pesar de que sonaba enojado como nunca antes— No es tu maldito teléfono. ¡Dámelo!

— ¿Por qué no quieres que sepa quién es?— tomando en cuenta la hora que debía ser en Inglaterra (bastante temprano) y la situación, Leo supuso que era Terry— ¿Qué es lo que estás ocultándome?

Returning HomeWhere stories live. Discover now