En la Colonia Condesa, unos golpes se escuchaban en el departamento de Christopher Uckermann...
- ¿Qué ocurre?; preguntaba el joven, dejando pasar a la que aún era su novia.
- ¿Me puedes explicar estos tweets?; chillaba Marian, hecha una furia.
- ¿Recuerdas los mensajes que me envió Julio la noche en la que nos conocimos?; la cuestionaba el muchacho.
- Sí, las fotos de Dulce con ese tipo...; respondía la chica.
- Pues hoy me llegaron otras. Las de ese tipo con la amiga de Dulce... ¡Son amantes de un año para acá! Ella no me mentía, nunca me mintió...; gritaba el greñudo con rabia contenida.
- Entonces... ¿Esos mensajes son para ella? ¿Ese "te amo" es para ella?; preguntaba Marian, temerosa de su respuesta.
- Sí... No sé de qué te sorprendes. Desde el primer momento eres consciente de que mis sentimientos son muy diferentes a los tuyos...; admitía Uckermann.
- Lo sé, pero también sé que yo los puedo cambiar. Últimamente estábamos tan bien...; ronroneaba la mujer, sentándose sobre aquel sofá en el que seguía reposando su celular.
- Pero ella no me mintió, nunca me traicionó, y yo no la creí...; chillaba el joven enfurecido consigo mismo.
- Todos cometemos errores, mi amor...; decía la muchacha, intentando tranquilizarlo con un tierno beso entre sus labios.
- Marian, no te mereces seguir con esto...; suspiraba el chico, apartándose de su novia.
- Lo acepté desde el primer momento de nuestra relación. Si ella decide regresar, yo me alejaré. Pero si a estas horas no está aquí...; comentaba Marian, acariciando su cabello despeinado.
- Y nunca vendrá...; exhalaba Christopher, leyendo y releyendo aquel mensaje que horas antes había enviado Paty Cantú a su teléfono.
- A lo mejor ella también ha encontrado a alguien, o simplemente no quiere saber nada de ti. Si esa amiga suya te ha escrito eso, lo más seguro es que Dulce también esté enterada, y si no te ha buscado...; decía la mujer, incidiendo en la herida de manera muy consciente.
- Tal vez tengas razón...; suspiraba el joven.
- La tengo, y yo me encargaré de echarla de tus pensamientos y, sobre todo, de tu corazón...; comentaba la muchacha, abrazándolo tiernamente, llenando su cuello de tímidos besos que pronto llegaron a sus labios, que terminaron por recorrer todo su cuerpo.
Y así fue cómo él no la buscó, cómo ella esperó esa llamada, esa visita que nunca llegó. Siguieron sus vidas, aferrándose todavía a aquellas redes de amor virtual, sin ser aún conscientes de lo caprichoso que podía ser el destino.