Capítulo 269

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Él delante y ella detrás, ya entraban en aquel departamento en el que todo seguía tal y como ella lo recordaba... Allí estaban sus fotografías, también algunos de los cuadros que ella misma había pintado. Su ropa seguía en aquel closet, su neceser en algún rincón del baño principal. Y, por supuesto, su cápsula del tiempo sobre aquella chimenea que los observaba en ese amplio salón.

- Está todo igual...; suspiraba Dulce María mirando a un lado y otro.

- Es que para mí nada ha cambiado...; decía Christopher parándose frente a ella.

- Perdón...; sollozaba la joven, incapaz de articular palabra.

- Ven aquí...; pedía el muchacho, acogiéndola entre sus brazos, callando aquel llanto con uno de esos abrazos que tanto necesitaban y que tanto habían echado de menos en estas últimas semanas.

- He sido una estúpida...; titubeaba la chica, sin soltarse de sus brazos.

- En eso estamos de acuerdo...; reía el greñudo, secando sus lágrimas con tímidos besos por su rostro.

- Sé que te he hecho sufrir, ¿pero me vas a besar en condiciones o tendré que rogarte?; sonreía la pelirroja, dejando caer sus brazos sobre su cuello.

- ¿Tú qué crees?; preguntaba Uckermann, tomándola de la cintura, rozando sus labios contra los suyos, haciendo chocar sus dientes, entrelazando sus lenguas...

Al fin y al cabo, si no podían luchar contra sus propios sentimientos, se entregarían a ellos al cien por cien. A pesar de todo lo que estaba sucediendo, Christopher la quería a su lado, y ella ya no estaba dispuesta a renunciar a ese amor. Cargaría con todo e iría contra todos. Por él, por ella, por los dos...

Fueron pocos los días que permanecieron en la Ciudad de México, pero muchas las horas que perdieron en aquel departamento. A fin de cuentas, era inmenso el tiempo que debían recuperar tras semanas de ausencia...

Aprovecharon su última noche cenando en la última mesa de un conocido restaurante español. Pensaron que nadie repararía en su presencia, pero no sabía cuánto se equivocaban. Se dieron cuenta cuando Pedro y Luis, realmente encolerizados, pusieron sobre una mesa una treintena de fotografías que ellos mismos habían comprado y en donde se podía ver a la pareja ofreciéndose tiernos arrumacos. A Dulce ya nada le importaba, se disculpó sin ganas y siguió con su particular actuación.

Por suerte, las cámaras de aquellos paparazzis no habían captado lo que luego ocurrió entre cuatro paredes...

- Tengo un regalito para ti...; anunciaba el joven tendiéndole un pequeño paquete.

- ¡No puede ser! Si aún se estrena el mes que viene...; chillaba la muchacha, emocionada como niña chica con el nuevo disco de su artista fetiche, la de los dos.

- Querida Dulce, escucha el tercer tema y deja que este hombre sea el que te busque y, sobre todo, deja que sea el que te encuentre. Merecéis ser felices. Disfrutadlo y andad siempre con vuestros pies, siempre con vuestros pies. Con amor, Bebe; leía emocionada la pelirroja.

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora