Capítulo 215

1.1K 76 4
                                    

Dulce María terminó su desayuno con calma, sabía que necesitaría la energía que aquella fruta le proporcionaría. Corrió a ducharse, y tras secar su cabello se decidió por un sencillo vestido a conjunto con el bikini que traía loco a su novio. Se hizo una cola de caballo, tomó sus grandes gafas de sol y agarró su bolsa de playa.

Minutos después ya se encontraba en el Club de Yates, buscando a Christopher en un lugar repleto de mujeres y hombres con las cuentas bancarias a rebosar. Sin duda, ese no era su sitio...

- ¿Quién soy?; preguntaba una voz a su espalda, sintiendo cómo sus manos tapaban sus ojos.

- Mmmmm... ¿Michael Jackson?; ironizaba la muchacha.

- Qué estúpida eres...; reía Uckermann saludándola con un tierno piquito.

- Ven, te quiero presentar a alguien; decía el joven tomándola de la mano, acercándose a un gran yate situado a escasos metros de ellos.

- Mi amor, este es Andrés, un viejo amigo que nos prestará a su Perséfone; comentaba el greñudo, haciendo que ambos se saludasen con un beso en el cachete.

- Encantada... Perséfone, lindo nombre. Diosa griega de los infiernos; comentaba la pelirroja.

- Así es... Bueno, ya subámonos que se nos hace tarde; indicaba el hombre.

- Oye... ¿Se va a quedar aquí con nosotros?; le susurraba la pelirroja cuando el hombre ya se había trasladado al timón.

- Obvio. ¿Tú sabes manejar un barco? Porque yo no...; reía el greñudo.

- Ah, claro...; respondía Dulce apesadumbrada.

- ¿Ocurre algo?; pregunta Uckermann preocupado.

- No, nada... Simplemente pensaba que estaríamos solos; sonreía la joven apenada.

- Ya tendremos tiempo en la noche...; respondía el muchacho mientras recorría su cuello con sus labios.

- A las nueve quedamos a cenar con mi hermana Claudia; informaba la chica.

- Seguro que encontramos un huequito, no te preocupes...; rebatía él, ofreciéndole una cachetada en sus nalgas mientras se dirigía hacia el timón que manejaba su amigo.

Media hora después, el barco atraca en un pequeño islote repleto de vegetación salvaje en el que ya se encontraba una pequeña lancha.

- Bueno chavos, acá los dejo. A eso de las seis de la tarde estoy de vuelta. Disfruten tranquilos, nadie los molestará; se despedía Andrés saltando hacia la barquita que lo llevaría de nuevo a Acapulco.

- Eres un completo imbécil; reía Dulce María pegándole en su hombro.

- Tontita... ¿De verdad creías que mi libido me permitiría no estar a solas contigo sobre un barco?; decía sugerentemente el muchacho acercándola a su cuerpo acalorado.

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora