Capítulo 292

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La botella que se acababa de tomar no había aplacado los revoloteos de su estómago, tampoco aquel nerviosismo que le auguraba que algo malo estaba a punto de producirse. Intentó llamar nuevamente a su pareja, y una vez más, él no respondió...

Se levantó un tanto mareada al sentir cómo alguien tocaba su puerta, escuchando la voz de un mozo de servicio que se le hizo francamente familiar. No le dio más importancia, y corrió a abrir, esperando aquella ensalada de arroz que había encargado unos minutos antes. El vino le había quitado la sed, pero sin duda, le había abierto el apetito.

Dulce María corrió a abrir la puerta, y su corazón se le paró en seco al descubrir quién se encontraba tras ella. Sus nervios desaparecieron, los latidos de su corazón se multiplicaron, las piernas le temblaron y todo el alcohol que había ingerido se le esfumó por completo.

Allí estaba Christopher, parado frente a ella, con una sonrisa de tonto enamorado que ella no fue capaz de responder. Segundos después, seguía inmóvil frente a él.

- ¿Te vas a quedar ahí mirándome toda la noche?; preguntaba el joven viendo cómo su novia no se dignaba ni a pestañear.

- No sé...; suspiró la muchacha, aún parada frente a él, sin dar crédito a lo que veían sus ojos.

- Tendré que tomar la iniciativa entonces...; reía el chico acercándose a ella, cerrando la puerta de su cuarto con una patada sutil.

Uckermann, sin dudarlo, la tomó por la cintura, buscando su boca... Dulce, aun asimilando cómo, cuándo y por qué motivo viajó más de 6000 quilómetros, sintió cómo poco a poco se quedaba sin ropa hasta caer sobre su cama deshecha.

En ese momento, la pelirroja simplemente recordó una de las citas de aquel libro que aún reposaba sobre su mesita de noche, ésa de la que el escritor mexicano Jaime Sabines se agenció, para poder dedicársela a su esposa: «Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma».

Su novio se lo confirmó en el mismo instante que ella sintió cómo sus manos buscaban cada comisura de su piel, cómo sus ojos se clavaban en los suyos, cómo su boca susurraba en su oído, cómo sus brazos rodeaban todo su ser... En definitiva, cómo sus cuerpos se conectaban con esa química que nada ni nadie podría apagar. Nunca. 

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora