Capítulo 299

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Todavía en aquel bar situado en uno de los mejores hoteles de la capital colombiana...

- Discúlpame... Perdóname, por favor te lo ruego. Me transmitiste tanta ternura que... No volverá a ocurrir, lo siento, lo siento de verdad...; titubeaba Marian, aplicando sus dotes para la actuación.

- Está bien, no te preocupes... Además, ya se está haciendo tarde. Será mejor que nos vayamos a dormir; sugería Christopher, aún asimilando las últimas noticias.

- Tienes razón...; sonreía la joven, levantándose de su lugar.

- ¿Está muy lejos tu hotel? ¿Te pido un taxi?; preguntaba el muchacho muy gentilmente.

- No te preocupes. Está a dos calles de aquí. Prefiero caminar...; rechazaba la chica su propuesta.

- Te acompaño, Bogotá no es una ciudad demasiado segura a estas horas de la madrugada...; proponía él.

- Está bien. Muchas gracias...; sonreía ella.

Media hora más tarde, Uckermann regresaba a su hotel, tumbándose sobre su cama, encendiendo aquel teléfono que había apagado horas antes, recibiendo decenas de mensajes provenientes de la que aún seguía siendo su novia, aunque no por mucho tiempo...

Silenció su celular, se regaló una ducha de agua fría que aplacase el efecto de las copas que se había tomado con aquella simpática española, y nuevamente se dejó caer sobre su cama, reflexionando sobre las últimas noticias, revisando aquellas imágenes, una y otra vez... 

Henchido de coraje, extrayendo sus propias conclusiones gracias a las pequeñas ayudas ofrecidas por sus supuestos amigos y aquella mujer que deseaba ser algo más que eso, decidió responder aquellas llamadas, aquellos mensajes que Dulce María seguía enviando sin entender qué ocurría, sin entender por qué la había llamado en tantas ocasiones, por qué ahora no respondía cuando ella se las devolvía.

- «Podíamos ser todo, y tú te encargaste de destruirlo. No me busques.»; escribía Christopher en su celular, pulsando aquel "ENVIAR" que terminaría por destrozar su vida.

Mientras tanto, en la Ciudad de México, la pelirroja daba vueltas en su cama, cuando sin esperarlo, la pantalla de su teléfono se iluminó. El mismo artilugio que terminó por caer al suelo cuando leyó aquel mensaje, sintiendo cómo sus ojos se nublaban, cómo su piel se erizaba, cómo sus manos comenzaban a temblar... Estaba sola en su departamento, no sabía a quién acudir. Decidió llamarlo desesperadamente, pero sus intentos cayeron en saco roto.

Uckermann permanecía encerrado en su cuarto, reviviendo los buenos momentos que había vivido junto a ella gracias a las fotografías que aún guardaba en su computadora, golpeando la almohada que reposaba entre sus brazos, sintiendo cómo las lágrimas amargas arrugaban su rostro.

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora