Capítulo 243

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En la puerta principal de aquel parador...

- Buenas tardes, yo soy Miguel. El guía privado que han contratado. Durante el tiempo que deseen les contaré los secretos de esta ciudad: historia, leyendas, anécdotas, recomendaciones...; saludaba el hombre tendiéndoles la mano.

- Eres increíble...; susurraba Dulce mientras le ofrecía un tierno beso en su mejilla.

Harían un viaje por el casco antiguo de la ciudad. Comenzaron explorando la plaza en la que se encontraban, la del Obradoiro, caminando entre las calles que bordeaban la catedral hasta llegar a Quintana y Platerías, donde escucharon su curiosa historia y en la que pudieron deleitarse con la conocida tuna compostelana. Siguieron su camino hasta la Plaza de Cervantes, en la que convergían pequeñas calles que no dudaron en transitar. Siguieron por el Preguntoiro, del que se alejaron para adentrarse en el Mercado de Abastos. Allí se despidieron de algunas mujeres con las que habían conversado, continuando su camino hacia una de las calles principales de la ciudad, dónde confluían el casco antiguo con el ensanche santiagués, llevándolos a la gran alameda que dividía la ciudad. Tras un paseo repleto de leyendas y curiosidades, regresaron a la zona vieja, recorriendo la calle del Franco, la más conocida entre los turistas, pues allí se agolpaban los mejores puestos y restaurantes de la ciudad, al mismo tiempo que era una de las encargadas de llevarlos de nuevo al lugar del que habían partido y en el que durante esos días se hospedarían. Dos horas más tarde, frente a ellos se alzaba de nuevo la imponente construcción de Fernando de Casas Novoa, el arquitecto barroco que había sido designado como maestro de obras de la Catedral de Santiago de Compostela.

- Y ya para finalizar nuestro recorrido, conoceremos los escondrijos de la catedral...; informaba Miguel.

- Lo estoy deseando...; sonreía la pelirroja.

El joven les explicó la historia de aquel monumento, donde también pudieron observar el arte que allí se escondía, abrazando al Apóstol y viendo el gran botafumeiro, escuchando parte de una misa que estaba a punto de terminar. Se sorprendieron cuando el muchacho abrió una de las compuertas del suelo, dándoles paso a las catacumbas de la catedral, en la que pudieron escuchar tenebrosas leyendas y observar esqueletos reales. Sin duda, el viaje terminaría de la mejor forma posible, en los tejados de aquella construcción que ya los había cautivado.

Tras el ascenso por las estrechas escaleras de una de las torres, llegan por fin al punto más alto de la ciudad compostelana. Allí, a trescientos metros de altitud, a treinta metros por encima de la Plaza del Obradoiro y con un campo de visión de trescientos sesenta grados, los ojos de Dulce María y Christopher se deslizaron por los tejados de las viviendas más antiguas de la ciudad, perdiéndose en los montes que bordeaban aquel lugar que los había enamorado en pocos segundos.

- Los dejo. Ha sido un placer; se despedía Miguel con otro apretón de manos.

- Muchas gracias. Ha sido magnífico; respondían al unísono.

Cuando el guía ya descendía aquellas escaleras, la pelirroja se apoyó sobre una de las balaustradas que recorrían aquellas cubiertas.

- ¿En qué piensas?; preguntaba Uckermann abrazándola desde atrás.

- En todo...; suspiraba su novia.

- ¿Y qué es todo?; susurraba el muchacho sin soltarla.

- Tú...; respondía ella perdiendo su vista en el horizonte.

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora