Capítulo 312

819 69 3
                                    

Mientras tanto, Christopher la esperaba ansioso a las puertas de aquel aseo, sintiendo cómo las mariposas revoloteaban en su estómago, llegando los primeros escalofríos cuando aún no sabía qué decirle a aquella mujer que ya abría la puerta en la que se apoyaba...

- Chris...; decía la joven realmente sorprendida, sintiendo su mano sobre su vientre, empujándola hacia el interior de aquel baño, cerrando con llave para que nadie los pudiera molestar.

- ¿Qué haces? Déjame salir...; pedía la muchacha, forcejeando con él.

- Lo siento...; susurraba Uckermann, desarmándola tan pronto como escuchó aquellas palabras.

- Perdóname, por favor...; insistía el chico, viendo cómo Dulce no respondía.

- Dime algo, te lo ruego...; pedía Uckermann, tomándola de las manos.

- Te perdono. ¿Me puedo ir ya?; decía ella toscamente, invadida por el espíritu de sus amigas.

- Así no...; suspiraba el greñudo, agarrando su cara, chocando su vista con la de aquella mujer que le había trastocados todos los esquemas.

- ¿Cómo sino?; lo cuestionaba Dulce María, apartando sus ojos de los de él.

- Dulce... Yo te quiero, no quiero que acabemos así...; suplicaba el joven.

- No fui yo la que terminó con todo lo que habíamos construido...; respondía la muchacha burdamente.

- Lo sé...; admitía el chico, cerrando sus ojos, perdiéndose en los recuerdos.

- No soy una muñequita de plástico con la que hoy puedes jugar y mañana dejar abandonada en un cajón por meses...; reprochaba la pelirroja.

- Me estoy disculpando de corazón...; exhalaba el hombre.

- Y ya acepté tus disculpas. No sé qué más quieres...; rebatía Dulce, realmente ofuscada.

- A ti, te quiero a ti...; suspiraba Christopher, acercándose a sus labios.

- Llegas tarde... Además, no creo que a tu noviecita le haga mucha gracia esto que me dices; atacaba la mujer, apartándose del que un día había sido su pareja, sorprendiéndose de su propia reacción.

- A Marian la quiero, pero no estoy enamorado de ella...; comentaba el greñudo.

- No te he pedido explicaciones...; decía la joven rudamente.

- No seas así... Sé que tú también sientes cosas por mí, no lo niegues...; pedía el muchacho, tomándola de las manos una vez más.

- No, no lo niego. Sigo enamorada, te echo de menos más de lo que te puedes llegar a imaginar, pero te aseguro que mi decepción es tan grande que por nada del mundo volvería a compartir mi vida contigo. No te voy a mentir, en este momento me muero por abrazarte, por besarte, por quererte, pero ya me he hecho suficiente daño durante este tiempo. Eres pasado, y el pasado nunca vuelve. Y si vuelve, se le da un portazo en la cara...; sentenciaba Dulce María, cerrando toscamente la puerta al salir de aquel aseo, dejando en su interior a un hombre completamente desorientado. 

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora