Capítulo 209

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Los muchachos ya se encontraban en el ascensor que los llevaría a su habitación, compartiendo espacio con una pareja de mediana edad y tres risueñas jovencitas, lo que les obligaba a acercarse más de lo estrictamente necesario.

Mordiendo sus labios, Dulce ahogaba sus ganas de desnudarlo ahí mismo al notar la erección de su novio en su trasero. Christopher, conociéndola más de lo que ella misma llegaría a creer, la acercaba contra sí, entrelazando sus manos a su vientre plano.

Al abrirse la puerta de aquel elevador, pronto se cerró la de su cuarto. Excitados, se abrazaban y acariciaban, ofreciéndose suculentos besos de pasión, entrelazando sus lenguas, compartiendo su saliva... La temperatura aumentaba a cada segundo, más cuando Christopher agarró el pañuelo que Dulce usaría como diadema esa misma noche. Sin dar explicaciones, vendó sus ojos, haciéndola caer sobre la gran cama que presidía la estancia. Las manos del muchacho ya se deslizaban por su piel, con caricias suaves y excitantes que comenzaron por sus pies, que continuaron por sus piernas y que se perdieron en los bajos de su vestido. Uckermann ahogaba los gemidos de su pareja con sus labios hinchados, mientras lentamente la deshacía de aquellas braguitas que tantas veces había visto en ella. Los besos se trasladaron a su cuello, a sus senos, mientras que sus dedos jugueteaban en la parte más íntima de su ser. Sus gimoteos le daban alas para seguir con su particular juego de placer... Sería ahora su lengua la que tomase partido en aquella batalla, comenzando por su rostro, bajando a su cuello, perdiéndose en sus senos, reconociendo su ombligo hasta llegar a sus labios, saboreándolos lentamente, hasta que decidió apartarlos para así ofrecerle toda su atención a su clítoris henchido. Fue letal el efecto que causó en su novia, quien sin poder evitarlo, vertió sus flujos sobre la boca del chico, mientras mil y un espasmos de placer recorrían su cuerpo acalorado. Desprendiéndose de la escasa ropa que quedaba sobre él, Uckermann entró en ella lentamente, aumentando el ritmo de sus embestidas acatando las peticiones que la mujer hacía en forma de gritos ahogados. El joven le arrancó la venda cuando la dureza y la rapidez de aquellas acometidas llegaban a límites insospechados, llevando a ambos a un orgasmo que disfrutaron con los ojos en blanco, las pieles sudadas y las manos entrelazadas, hasta que acompasaron sus respiraciones y simplemente se ofrecían suspiros de placer.

- Ahora es mi turno...; pedía Dulce María de manera insaciable, colocándose a horcajadas sobre él.

- Es tarde, viciosilla, nos tenemos que meter a bañar; rechazaba Christopher su proposición, supliendo sus ganas de sexo con un casto beso.

- Podemos... ¿Bailar bajo la lluvia?; proponía sensualmente la pelirroja.

- ¡Estás loca!; reía el muchacho corriendo hacia la ducha.

- No lo sabes tú bien...; respondía sugerentemente la joven ofreciéndole una cachetada en una de sus nalgas. 

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora