Unos minutos más tarde, en la soledad de su cuarto...
- ¿Y a ti qué te pasa? Te veo un poco ido...; preguntaba Dulce María tumbándose sobre él en aquel sofá situado bajo el gran ventanal que les ofrecía las mejores vistas de la ciudad de Guatemala.
- Nada...; sonreía Christopher mientras apartaba los mechones pelirrojos que caían sobre su rostro.
- Te conozco, ya dime...; pedía la joven jugueteando con sus cachetes.
- No sé, estuve pensando en tu dedicatoria...; suspiraba el muchacho.
- ¿Qué tiene?; lo cuestionaba ella extrañada.
- Creo que no me la merezco...; se sinceraba el chico.
- No seas bobo, te mereces eso y más. Tú eres el único causante de esta sonrisa de dientes torcidos; reía la pelirroja ofreciéndole un lindo beso sobre sus labios.
- Pero...; intentaba hablar él.
- Pero nada. Has aguantado todos mis pleitos emocionales, me has tendido la mano cuando peor estaba, has sabido esperar, has estado siempre ahí sin pedir nada a cambio. Vivimos en una relación muy poco convencional, y aun así sigues apostando por ella a pesar de toda la mierda que tenemos que escuchar día tras día, de la poca confianza que muchos tienen en nuestro noviazgo, en tus sentimientos por mí. Y te da igual, porque lo único que buscas es hacerme feliz y seguir construyendo nuestro camino; confesaba Dulce sin dejar de mirarlo a los ojos.
- Y realmente, lo que ahí escribo no es ni la mitad de la mitad de lo que podría decirte. Te amo, amo cada parte de ti, cada pensamiento, cada palabra. Te amo más que a mi vida...; susurraba la muchacha en su oído cuando sus cuerpos ya se entrelazaban en un tierno abrazo.
- No te merezco...; suspiraba el joven sin soltarse de sus brazos.
- Dul, yo no lo escribo, pero también siento cosas, aunque no se me dé demasiado bien expresarlas...; titubeaba el chico aún bajo su cuerpo.
- Yo... Yo nunca antes había sentido esto que siento por ti, esta locura de necesitarte más que a nadie en el mundo. Porque te amo por encima de todo, porque por ti soy capaz de cualquier cosa... Por eso lo único que pretendo es que permanezcas a mi lado, queriéndonos como hasta ahora, compartiendo alegrías, tristezas, enfados, reconciliaciones... Yo sólo quiero que me desarmes una vez más, yo sólo quiero que tú guardes mi corazón y mi alma entre tus brazos, hasta la eternidad...; decía Uckermann aun temblando bajo ella.
- Lo verdadero es eterno...; respondía Dulce, sellando su amor con un cálido beso que se entremezclaba con las lágrimas que ya caían de sus ojos con la única intención de perderse entre sus labios.