Una semana. Una maldita semana en la que Blake y yo llevábamos una rutina muy agobiante y un tanto fastidiosa.
Nos levantamos a las cinco de la mañana, desayunamos ligero, corremos por lo menos una hora, entrenamos y hacemos ejercicio de concentración para los poderes y de más.
Era estresante, principalmente porque no había visto a Ethan o a F. Toda la semana, habíamos estado practicado con Alex y Jordan.
No me gustaba, Alex me estresaba mucho, y Jordan... bueno él es muy raro y misterioso.
—¿Encontraste algo? —Me preguntó Blake.
—Nada de nada, ¿y tú?
Se me olvidaba comentar que del poco tiempo libre que teníamos, investigábamos en libros viejos de la PATFS (protección anti terroristas y fenómenos sobrenaturales), datos sobre nuestros poderes que nos ayudasen a incrementarlos más.
—Me rindo —dije después de cerrar bruscamente el libro.
—No seas pesimista —replicó Blake, cerrando el libro también.
—¿En que pensábamos? No encontraremos nada de personas extrañas como nosotros, estamos hablando de magia.
—Tienes razón —agachó la cabeza—. Pero debes tener en cuenta que estamos en la PATFS, tienen que tener libros confidenciales de gente como nosotros.
—Tal vez, pero aún así no hay nada —apunté a la pila de treinta libros en el piso—. Además ya hemos pasado mucho tiempo aquí.
—Tu ganas —alzó las manos comprendiendo que ambos estábamos cansados—. ¿Qué quieres hacer entonces?
—No lo sé... ¿conocernos? —propuse.
—Está bien, empiezo yo, ¿quién era A- Andy? —tartamudea.
—Andrew —corregí—. Fue mi primer amor, me rompió el corazón con una chica, los encontré en el cine besándose —hice una mueca al recordar lo sucedido.
—Pues Ethan si que sabe cómo provocarte.
—El sabe que no debe mencionarlo, prácticamente me estaba retando —crucé mis brazos.
Nos quedamos en silencio después aquella pregunta. Alcé mi cabeza observando el techo, los días últimamente estaban pasando muy rápido.
—¿Quieres ir por un helado? —preguntó rompiendo el silencio.
Asentí.
***
Después de haberle pedido permiso a F de salir y que ella nos diera su sermón de la responsabilidad por fin salimos de aquella oficina. Justo ahora nos encontrábamos en la heladería.
—¿En qué les puedo ayudar? —nos preguntó un chico.
Miré sus ojos. Eran marrones, iguales a los míos, solo que de un color más fuerte. Su cabello es castaño y realmente podía decir que a pesar de ser un completo desconocido podía sentir que era muy agradable, claro, además de apuesto.
—Quiero dos helados por favor —pidió Blake.
—¿De qué sabores? —preguntó nuevamente el chico.
—Uno de chispas y otro de...
—Fresa —terminé la oración.
El chico asintió y en cuestión de segundos nos entregó nuestros helados.
—Gracias —respondimos al unísono Blake y yo.
El chico se rió ligeramente.
—De nada —contestó.
Nos sentamos en una mesa vacía, pronto me di cuenta de algo.
—No te he preguntado a ti —lo señalé—, y tú si pudiste preguntarme.
—Bueno, soy un libro abierto. ¿Qué quieres saber de mí? —pregunta.
—Veamos... —No tenía ninguna pregunta—. ¿Padres?
—Nunca tuve —respondió con desagrado.
Mi primera pregunta y me sentía fatal. Cambié de tema rápidamente.
—¿Ex?
—Solo dos, una hace un año, otra hace cinco meses —alzó una ceja—. ¿Por qué interés en este tema?
—Bueno... no quería mencionar más el tema anterior.
Asintió recordando la pregunta anterior y se pierde en lo qué hay del otro lado de la ventana.
Miré mi helado y vi que casi ya no tenía. Observé después el de Blake que, aún tenía demasiado. Disimuladamente me empecé a acercar a él para quitarle helado.
—Ni se te ocurra —dijo de repente apartando el helado—. Es mío.
—No seas egoísta, casi no tengo —mencioné.
—Ni modo.
Hice un puchero y él suspiró.
—No hagas eso Carter —mencionó.
—¿Hacer qué?
—Ese puchero —Me apuntó.
—¿Por qué no, Smith? —alcé una ceja.
—Porque te me haces terriblemente tierna —aclaró.
Por alguna extraña razón mis mejillas se tornaron rojas. Lo había notado por el reflejo de la ventana, la cual había volteado a ver para despistar lo ocurrido.
Algo fuera llamó mi atención, dos hombres dirigiéndose hacia acá con...
—¡Agáchate! —gritó Blake.
No reaccioné, más bien el me agachó justo a tiempo, antes de que dos hombres entraran por la ventana rompiéndola en pedazos, provocando que uno de ellos me lastimara el brazo.
Los hombres empezaron a disparar como locos, por suerte el lugar era grande, era fácil cubrirse de los disparos.
Por alguna extraña razón ambos dejaron de disparar, todos aprovechamos para salir corriendo fuera del lugar dejándolos completamente solos. Blake me junto más a él mientras me cubría la cabeza por si se les ocurría seguir disparando.
—¡Todos corran, han puesto una bomba, el lugar explotará! —gritó el chico que nos atendió.
Él cayó al suelo. Pronto Blake y yo nos acercamos hacia él para auxiliarlo.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Corran, es cuestión de segundos para que este lugar explote —dijo claramente alarmado.
—No pienso dejarte aquí tirado, anda, dame la mano.
En ese preciso momento el local explotó. Entre los tres nos cubrimos tratando de protegernos, dejé de sentir a los chicos después del fuerte estallido.
—¿Chicos? —tosí.
El lugar estaba hecho un desastre. El humo nos alcanzó rápido cubriéndonos por completo. No podía ver nada, solo el denso humo que inhalaba tanto provocando que tosiera una y otra vez.
Pero justo al instante abrí los ojos ampliamente al ver que había recuperado la visión de todo. El humo se había ido.
Giré para comprobar que estaban todos bien, pero lo que vi me dejó totalmente impresionada.
Aquel chico tenía una mano extendida hacia adelante, expulsando aire tan naturalmente.
—No le digan nada de... —me miró y dejó las palabras en el aire.
Sus ojos ahora eran... blancos.
—¿Ojos rojos? —preguntó impresionado.
—Aire —susurré.
Logré reaccionar. Era uno más, otro de nosotros. Me paré y pronto me acerqué a él.
—¿Tú... eres igual que yo? —preguntó aún asombrado.
—Si. Controlo el fuego.
—Y yo la tierra —comentó Blake acercándose a nosotros.
Los ojos de cada uno brillaban conforme al elemento correspondiente, lo cual, a pesar de ser algo extraño era algo difícil de explicar, me sentía en paz y feliz.
Era una clase de conexión entre nosotros.
—Tiempo tratando de encontrar algo interesante y por fin logramos dar con ese algo ¿verdad, Keitlyn? —aseguró Blake.
Asentí dándole la razón.
—Mi nombre es Keitlyn Carter —me presenté—. El chico a mi lado es Blake Smith —apunté hacia el susodicho.
—Me llamo Henry Cooper —dijo alegremente—. Supongo que elemento aire —finalizó rascándose la cabeza tratando de asimilar todo lo que estaba pasando.
—Pues bienvenido al equipo elemento —dijo Blake.
—Ahora sé que no soy el único —sonrió Henry—. Siento lo de hace rato en el local, aquellos tipos me perseguían.
—¿Por qué a ti? —pregunte curiosa.
—Creo que ya me habían visto usar mis poderes, ya lo había hecho antes, debieron de verme —dijo nuevamente Henry—. Supongo qué tal vez me creían una amenaza.
No, no era así, sentía que eran esas personas que podían hacernos realmente daño.
—No debes preocuparte. Estamos en una agencia secreta en donde podemos estar a salvo, además nos entrenan especialmente —habló Blake—. Escucha amigo, esto es muy extraño, pero la decisión de venir con nosotros es tuya, ¿te unes?
Dudó, pero luego giró hacia su trabajo mirándolo tristemente.
—Me uno —decidió finalmente.
—Genial —susurré—. Solo falta uno.
—El elemento agua —comunicó Blake.
Henry y yo asentimos.
—Bien, vámonos. F debe estar preocupada, es capaz de enviar a varios agentes a buscarnos —informó Blake angustiado.
—¿F? —pregunta Henry algo asustado.
—Ya lo verás —le dije palmeando su espalda al mismo tiempo—. Ahora tenemos que irnos.
Estaba feliz, ahora éramos tres y me sentía cómoda con ellos. F estaría también contenta al saber que estamos unidos y nos estamos encontrando.
<<Fue buena idea venir a por un helado.>>
Me detuve al instante. ¿Qué fue eso? Es como si alguien hubiera hablado.
<<Ojalá ella lo supiera.>>
No sé porque, pero giré a ver a Blake, porque raramente era su voz la que sonaba en mi cabeza. Iba él con una sonrisa en su rostro, altamente alegre.
¿Por qué lo escuchaba? No me lo estaba imaginando.
Tragué saliva y decidí hablar en mi propia mente.
<<¿Blake?>> pregunté.
Lo vi fruncir el ceño y girar a verme confundido.
<<¿Qué?... ¿Puedes escucharme, Keitlyn?>> preguntó.
<< La pregunta aquí es... ¿por qué puedes hablarme sin mover los labios y en mi mente?>>
Abrió los ojos como platos captando por fin lo que dije.
Nos quedamos viendo fijamente por breves segundos.
Y ambos gritamos.