Capítulo 29|Succionada.

18.6K 1.2K 147
                                    

Sentí un golpe en mi cabeza, como un toque, pero lo suficientemente fuerte para despertarme.

—¿Qué ocurre, Emma? —pregunté suponiendo que era mi compañera de tienda.

—No me llamo Emma.

Giré hacia adelante y rápidamente me senté en la cobija en la que había dormido.

Delante de mí estaba una chica. Tenía el cabello pelirrojo, pecas, bueno, era guapa. Pero lo adorable lo descartaba totalmente por la manera en la que me apuntaba con una pistola.

—¿Quién eres? —pregunté espantada.

—Solo te podré decir que nosotros llevamos la ventaja. Tenemos a todos tus compañeros en la mira, así que coopera.

Fruncí el ceño.

No entendía nada, pero tampoco, a juzgar por lo que me había dicho, podía jugar con la vida de mis compañeros así.

—Le hablaste a tu compañera por el nombre de Emma. Quiere decir que tú eres Keitlyn Carter, ¿no es así? Tenía dudas respecto a cuál de las dos sería.

¿Cómo rayos me conocían?

—¿Silenciosa? Tienes la misma audacia que Ethan Carter.

¡¿Lo conocía a él también?!

<<Keit, ellos son los rivales de la PATFS.>>

Eso solo significaba que estábamos en serios problemas.

Vi su ropa, llevaba un traje rojo muy pegado a su cuerpo.

—¿Qué quieres? —inquirí.

—A ti.

Disparó.

Su bala había rozado mi hombro. Grité con fuerza, sosteniendo mi hombro izquierdo. Ardía como el demonio.

La miré, no había acertado, pero claramente era lo que quería. Me dejé caer al suelo nuevamente.

—¿Qué pa...?

—Quieta.

—¿Quién es ella?

—No te muevas —dije tocándome el hombro—. No te muevas o todos acabarán lastimados.

—Tu hombro —masculló intentando acercarse a mí.

—¡¿Quieres acabar con uno igual o qué?! —gritó la chica pelirroja—. Es una orden sencilla. No te muevas.

Dos chicos entraron a nuestra tienda, uno tenía sogas, otro tenía una cinta. Esto no era buena señal.

—¿Qué ordenó? —preguntó la chica pelirroja.

—Sin duda alguna, a la chica —contestó uno de tez blanca.

Se acercaron a mi para atarme. Puse resistencia pero la chica alzó su dedo dictando que aún tenía el poder sobre nosotros. Cedí y me dejé amarrar, uno cortó un pedazo de cinta y me la pegó en la boca.

—Hora de irse —sonrió un chico.

Me cargó como si fuera un saco de patatas. Al salir de la tienda vi cómo había mucha gente de ellos. Parecían tan coordinados y peligrosos que decidí no hacer algún movimiento hasta que viese que nadie estaba en peligro.

Somos 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora