Desperté con un leve dolor de cabeza, mire mi despertador, marcaba las once en punto.
Mi hermanastro me matará.
—¡Keitlyn Carter! ¡Si no bajas en este momento juro que jamás te dejaré salir!
Dijo mi nombre completo.
Si. Les dije que se enojaría.
Había acordado con mis amigas salir a las 11:30, es muy inusual que Ethan me deje salir, es demasiado sobre protector y esto de salir libremente sin ningún tipo de vigilancia es todo un milagro para mí.
Pero lo comprendo.
Hace años que mi mamá murió, y mi padre se casó con otra mujer, es de ahí en donde conocí por primera vez a Ethan Carter, mi hermanastro. Tengo un hermano, Leo. Leo Carter siempre prefirió estar solo, es por eso que cuando mi mama murió y mi padre se iba a casar, el desapareció. Nunca tuve una conexión buena con mi hermano, en cambio con mi hermanastro si.
Iza, mi madrastra jamás me quizo, desde el momento en el que mi padre se casó, y yo por primera vez pise ese lugar, ella me trató mal, hasta a su propio hijo lo detesta. Solo lo odia, porque él se pone de mi parte. Siempre lo ha hecho. Ethan es un año mayor que yo, es casualidad que su papá haya muerto también y que también haya tenido como apellido "Carter".
Todos piensan que somos hermanos de sangre por el apellido, pero no.
Mi madre murió tan solo cuando yo tenía 5 años, fue algo doloroso su muerte para mí. A ella la mataron y me culpo por no haber hecho algo al respecto.
Actualmente vivo con mi hermanastro Ethan. El quiso alejarse de su mamá, siempre vió cómo me trataba, por lo que me llevo con el, siendo Ethan mayor de edad y con trabajo no le dió mucho problema mantenerme.
Mi padre fue hipnotizado por la bruja con la que se casó, siempre la apoyo más a ella que a su propia hija inclusive no le importó que me fuera a vivir con Ethan.
Así como tampoco a Leo.
Me afecta, pero trato de ocultarlo. Era mejor así...
—¿Y bien? ¿Vas a ir? Porque si quieres cancelo por ti todo lo que ibas a hacer esta tarde con tus amigas —Ethan sonrió esperando una respuesta.
Buen intento.
—Oh, vamos, solo me retrasé un poco, ya verás que me arreglaré lo antes posible —respondí triunfante por no cambiar de opinión respecto a mi salida.
La sonrisa de Ethan desapareció.
—Bien, para la tarde compraré pizza y será tarde de hermanastros.
Una sonrisa se posó en mi rostro. Era lo bueno de estar con Ethan, toda su atención y cariño me era dado. De hecho, desde que se casó mi papá ningún cariño o afecto se me había concedido, es por eso que adoro estar con mi casi hermano.
—Llegaré temprano, lo juro, solo espero y no te llamen del trabajo nuevamente. La noche anterior no disfrutamos de nuestra noche —arrugué la nariz.
—No es cierto —reprochó Ethan.
—Fingiré que te creo.
—Keit, sabes que es trabajo, ¿lo entiendes no?
Ese era el pequeño detalle que detestaba; su trabajo. Siempre de los siempres interrumpen los momentos que tenemos entre los dos, y a pesar de que todo su cariño y amor me lo da siempre a mi, casi nunca se encontraba en casa.
Aunque prefiero eso a tener que aguantar a mi padre y madrastra.
A decir verdad es mil veces mejor.
—Si, lo entiendo —dije con un poco de tristeza en mi voz.
Besó mi frente y subió rápidamente a su habitación.
Desayuné lo más rápido que podía, cuando acabe subí a alistarme, me cambié con un pantalón de mezclilla, una blusa que decía "I Love NY" y mis converse negros.
Tarde los 30 minutos que faltaban para mí salida con mis amigas y justamente una vez que me senté en el sofá, el claxon del vehículo de mi amiga sonó.
Salí velozmente de mi casa, abrí la puerta y me metí en el vehículo.
—Hola Keit —dijo Sofía, mi amiga desde el Kínder.
—Me sorprende que Ethan te haya dejado salir —habló Carla, otra de mis amigas.
—¿Cuánto tiempo te ha dejado? —dijo esta vez Paula.
—Hola a todas ustedes, que felicidades es verlas, mis queridas amigas —les saque la lengua y ellas solo rieron—. Que Ethan no es malo.
Sofía era la dueña del carro, rodó los ojos y prendió el motor arrancando velozmente a nuestro destino.
Al llegar compramos mucha ropa, o más bien dicho ellas compraron, y después de un rato fuimos a un puesto de hamburguesas a comer.
Una vez sentadas empezamos a bromear. Me asuste cuando sentí mi celular vibrar, lo agarre de mi pantalón desactivando la alarma al instante.
—¿Qué fue eso? —preguntó Sofía.
—Puse una alarma para no llegar tarde a con mi hermano.
—Eres rara.
Fulmine con la mirada a Paula y le saqué la lengua.
—Bueno chicas, prometí llegar temprano a casa, ya saben... —Ellas sonrieron contagiándome al instante.
—Vale, vete tú, nosotras aún tenemos cosas que hacer. —Me dijo Elena aún con esa sonrisa en el rostro.
Me despedí de todas y salí del centro comercial, camine—o más bien dicho corrí— hacia la estación de autobuses y me subí al que me llevaba a mi destino. Me puse mis audífonos y empecé a cantar sin importar lo que la gente a mi alrededor dijera.
Algo del exterior me saco de mi "concierto mental", al principio pensé que era un alboroto común, protestantes o algo por el estilo, pero en eso escuche múltiples disparos y vi gente corriendo en diversas direcciones, siendo protegidos por unos policías.
Ladrones.
El conductor del autobús se alteró y estrellamos contra una pared. Todos estaban alarmados por los balazos, por lo que se bajaron sin importarles nada.
Acción que imité.
Corrí del lado contrario al de la situación, pero unos gritos me desconcertaron provocando que frenase al instante.
Eran gritos de un niño pequeño.
Seguí el sonido de los gritos con mi cabeza, y entonces lo vi. Estaba atorado en una calle abierta y toda la gente que pasaba a su alrededor ni se detenía a ayudar.
Si alguien no lo sacaba rápido, podría salir herido.
Me acerqué a paso veloz, hacia aquel pequeño.
—Mami, quiero a mi mami. —El niño se talló el ojo derecho mientras lágrimas salían sin parar.
—Tranquilo cariño, yo te llevaré con tu mami —trate de tranquilizar al niño mientras lo jalaba de aquella grieta.
Saqué al niño de la grieta y corrí con el cargándolo en brazos acurrucando su cabeza contra mi pecho. Al tiempo visualicé a una señora muy preocupada y gritando de entre las personas que corrían. Juraría que era la madre del niño.
Me acerqué a ella y ésta me miró fijamente.
—¿Qué quieres? No encuentro a mi hijo y tengo miedo de que le haya pasado algo. —La señora trataba de quitarme de su camino.
—¿Es... este su niño?
El niño se asomó y al ver a la señora salto a sus brazos.
—¡Mami! Tuve mucho miedo —dijo el pequeño mientras trataba de no llorar más.
—Oh mi amor, perdóname.
La señora volteó hacia mí y con lágrimas en sus ojos me hablo:
—Gracias cariño, no sé qué hubiese pasado si tú no hubieras aparecido. Eres una heroína.
—No hay de qué señora, cuide a su niño por favor.
Dicho esto me fui, corrí lejos de la pequeña familia que acababa de salvar. No preste atención a donde había, o que había, porque un brazo peludo me agarro de mi cuello, rodeándolo por completo tomándome desprevenida.
—Si se acercan la matare —anunció un señor que apuntaba hacia mi cabeza con una pistola.
Los oficiales de policía se detuvieron al instante.
Pero no por la amenaza de aquel hombre, sino que fueron golpeados en la cabeza por personas vestidas de negro, que no dejaban al descubierto ningún rastro de su cara.
—Oye, escúchame bien, estoy cansado de andar pateándole el trasero a personas despreciables como tú, así que mejor, dame lo que traes en esa bolsa —hizo una pausa deteniéndose a pensar algo—, ah, y a la chica.
Todo rastro de miedo se fue, el no tenía intención alguna de rescatarme, quería esa bolsa. Fruncí la nariz, eso me hacía enojar.
¡Soy una ciudadana! ¡Más respeto por favor!
—No seas cruel Alex, nuestro deber es proteger a todos —habló otro hombre a su lado.
—Si, ya lo sé —aclaró el dichoso Alex.
Se acabo, no iba a dejar que alguien como él me salvase, además, algo en mi interior me decía que si no me zafaba del agarre de aquel hombre, mi vida acabaría en un instante. Alce mi pie a la altura de su entrepierna y lo golpee, este dejó caer aquella bolsa, la agarre, y corrí en dirección a esas personas de negro.
Hasta cierto punto sentía que ellos eran más confiables que la misma policía.
—¡Incoherente! —me gritó Alex—. ¡Cuidado, mocosa!
Volteé, ese hombre había cambiado su arma inicial que era una simple pistola, por una que parecía de fuego.
—Eres tan linda... lástima que esa hermosa cara tuya quedará quemada por completo, así como todo tu cuerpo. Arderás en fuego por tu estúpida acción —habló aquel horrible hombre.
Y sin más disparo.
Como reflejo solo me tapé la cara.
Era mi fin, moriría quemada. Tenía mucho miedo y pensaba únicamente en Ethan. Empecé a llorar, ¿así es como iba a acabar todo? ¿Quemada?
—¿Pero qué mierda...?
—Es ella, es uno de ellos... —susurró alguien detrás de mí.
Me destapé lentamente la cara y al hacerlo, simplemente me quedé sin palabras.
El fuego había parado justo delante mío, no se movía ni nada. Era algo así como un escudo transparente que impedía que este se moviera... uno creado por fuego.
No sentía miedo alguno. De hecho sabía que eso me estaba protegiendo.
Volteé hacia las personas de negro, estos me miraban anonadados.
—Tus... tus ojos... —tartamudeó el que regaño a Alex anteriormente—. Son rojos.
Tiré la bolsa y corrí lejos de aquel suceso, los demás me gritaban que no me fuera, pero antes de que me alcanzaran me escondí en un callejón.
¿Acaso pensaban que me quedaría?
Al pasar unos cuantos minutos me fui de aquel escondite y me asomé a la calle. No había nadie más que patrullas de policía, así que sin pensarlo dos veces salí en dirección a mi casa.
¿Ojos rojos?
Si claro, todo esto debió de ser un programa de televisión o alguna broma, lo único que quedaba era olvidarme de aquella situación y ya.
¿Por qué tanto lío?
Después de caminar por un largo rato, al llegar a mi casa, encontré a mi hermano sirviendo la mesa.
¡Genial! No llegue tan tarde.
—¿Cómo te fue? —preguntó después de sentir mi presencia.
No le diría que hoy casi muero y que locos con trajes negros aparecieron de la nada y venían a salvarme.
Corrección. Salvar esa bolsa.
Siendo sincera aún me molestaba la actitud de ese Alex, lo peor era que ni lo conocía.
—Bien —me limite a sonreír.
—Esta bien. Ya escogí la película, primero comeremos pizza aquí en la mesa y después...
Corto al escuchar el timbre de su celular.
Ay no.
—¿Diga? Oh, sí, no hay problema, no estoy haciendo nada. ¿¡Qué!? Ya, tranquilo, voy en camino —colgó mirándome en forma de disculpa. Ya sabía que seguía—. Keit... me llamo Luis, al parecer hay un problema en el trabajo y...
—Y tienes que irte, ¿cierto? —arrugue mi nariz.
—Keit...
—No te preocupes, ve. No es la primera vez que me haces esto, siempre es Luis y el estúpido asunto del trabajo.
—Keit, por favor...
—Ya entendí, solo vete.
Y sin más se fue.
Debía de estar muy apurado como para solo dejarme sin disculparse o algo.
Siempre llama Luis, un amigo y compañero del trabajo. Es por el o por algún otro asunto del trabajo que se va.
Odio tanto que pase esto justo el día en el que nos juntamos.
Es por eso mismo que no hablo tanto con él de mis cosas. Compartimos nuestros momentos juntos, pero yo... yo no hablo de mis cosas.
Además que tampoco sentí necesario contarle sobre lo sucedido hoy. Al fin de cuentas no me resultó necesario ni importante.
Me dirigí a la mesa para meter la pizza al refrigerador. Algo me decía que mañana habría recalentado.
Sin más, me fui directo a la cama cerrando lentamente mis ojos.