Blanco y negro (Kayn x Jinx) (Yasuo x Sona)

Capítulo 52

— Hace mucho que no veía este lugar.

— ...

— El Portal de Ora siempre tuvo algo que te hacía sentir como en casa, ¿no es así, Sona?

Zed dio un par de pasos alrededor, observando en silencio todo la magnificencia que le rodeaba, y luego volteó a ver nuevamente a Sona.

— Bien, ¿ahora qué?

Ella rehuyó su mirada.

— Sabes que estar acá sólo me provee este estado temporalmente, no podemos quedarnos aquí eternamente — dijo en voz baja pero seria.

Sona lo observó por lo bajo y él le devolvió la mirada. Hace mucho que no veía los ojos de Zed, desde que ella se marchó a Jonan, para ser mas exacta; desde ese momento sólo había lo había visto con su yelmo de la armadura puesto, pero verlo sin ella ahora le hacía ver que seguía tal y como en sus recuerdos. Él le sonrió y ella volvió a desviar su mirada.

— Debo admitir que siempre tuve algo de celos de tí — rió despreocupadamente. — Quiero decir, mira todo esto — abrió sus brazos señalando alrededor. — Abrir el Portal de Ora a voluntad es algo único.

Ella se quedo inmóvil y no respondió, sólo su respiración se escuchaba.

— La Orden siempre supo satisfacer tus demandas de conocimiento y te adiestraron bien en utilizar tu don... Aún recuerdo la primera vez que nos conocimos: tu estabas sentada en el jardín trasero a la sombra del domo que creaste con ora cerca del campo de entrenamiento, tenías un libro en tus faldas y eso fue lo que me llamó la atención ¿Quién en su sano juicio seguía utilizando libros cuándo podrías descargar todo a un proyector de plasma?

Sona sonrió débilmente.

— Así que tu también lo recuerdas — Zed le devolvió la sonrisa. — Eramos un par de mocosos de no más de 17 años y mi maestro me llamó la atención por distraerme en plena práctica ¡Me golpeó con su vara en la sien! Aún duele cuándo lo recuerdo.

Ella recordó todo vividamente. Aquel día el sacerdote había enfermado y ella tenía un par de preciadas horas libres, entonces había salido del templo dispuesta a curiosear en el campo de entrenamiento. No era muy común que Templarios guerreros y los sabios interactuaran, y no recibían la misma formación pese a que ambos eran parte de la Orden, así que tenía curiosidad acerca de qué tipo de entrenamiento recibía la rama de los guerreros. Su propia formación era única entre toda la Orden, pues su don le permitía manipular al ora casi en todo tipo de situación y los sacerdotes le enseñaban los conocimientos milenarios y secretos de los Templarios.

Cuándo ella había salido con uno de sus amados libros, formó el domo, fingió leer para pasar desapercibida y observó con discreción el campo. Aquel día había al menos una docena de estudiantes allí, cada uno con una larga vara de madera, haciendo extraños movimientos; se fijó en uno que destacaba por ser el más pequeño y joven, hasta ese momento conocía a muy pocas personas de su edad y siempre estaba ansiosa de hacer buenas migas con ellos para tener a alguien con quien charlar.

Entonces las miradas de ambos se cruzaron. Vio la curiosidad en los ojos de Zed y ella tan sólo atinó a dibujar una débil sonrisa en su rostro a modo de saludo, luego el maestro había gritado el nombre del chico y le había propinado un buen golpe con la vara con la que todos practicaban, provocando una carcajada general y en sonrojo del joven mientras se frotaba la cabeza. Ella también había sonreído, pero en el instante en que vio que él volvía a verla, había intentado disimular infructuosamente su risa; para su sorpresa, él también sonrió y luego volvió a concentrarse en sus lecciones.

Desde ese día, a la misma hora, Sona se sentaba en el mismo lugar, con el mismo libro y volvía a fingir leerlo para observar el entrenamiento y así lo hizo por al menos dos semanas, y todos los días Zed le sonreía amistosamente de vez en cuando y hasta hacía caras graciosas para hacerla sonreís, llevándose reprimendas de los instructores. Eso se repitió hasta que el sacerdote recobró la salud y ella tuvo que volver a sus propias lecciones.