Capítulo 55|Primera llamada.

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—¡Le diré a mamá! —salió corriendo sin darle importancia su pobre helado.

—¿Qué pasó? —Henry se acercó al estanque viendo como lo había reparado—. No tenías que hacer esto Emma...

—Lo hice por ti, es bonito saber que un recuerdo de tus padres siga en pie —sonreí.

—¿Pero a dónde quieres ir tú ? Que ese estanque está seco, no hay bomberos.

Vi como la niña llevaba a su mamá al estanque, Henry me vio divertido y me jaló lejos del parque.

—Mucha locura por hoy, que igual antes de llegar a tu casa ya estaremos en manos del congreso —bromeó mientras ingresaba a un auto desconocido.

—¿Qué haces?

Henry abrió la puerta del carro, se agachó bajo el volante uniendo dos cables prendiendo el motor.

—¡Esto es robar!

—No, es pedirlo prestado... hasta que la vida le de un mejor empleo y pueda comprar un mejor coche —golpeó el cofre—. ¡Que esta feo! Le estoy haciendo un favor —me guiñó un ojo.

Rodé los ojos ingresando al carro.

—De otra manera no podremos llegar al rancho, no está tan cerca como para ir a pie. —avisó.

—Odio ser fugitiva —me crucé de brazos.

Henry se rió. Fruncí el ceño.

—¿Te da gracia?

—Pues algo. Digo, siempre había querido tener un vehículo. Solo siendo fugitivo lo conseguí.

—Deja eso y arranca ya —bufé.

—A la orden, mi capitana.

***

—Hola mamá, papá. No, está muy simple, que tal... ¡hola papás! ¿Cómo se la pasaron? No... sigue escuchándose mal.

Di vueltas en la calle con una mano en mi mentón.

Henry, aburrido, estaba sentado en la banqueta de la calle. Mi casa estaba cerca de la carretera, lo demás era tierra, era una suerte tener pavimento cerca de nosotros.

Me detuve a observar mi casa, seguía tal y como la recordaba. La última vez que la vi fue cuando conocí a mis amigos, ese día un monstruo estaba siendo controlado por Scott, tenía en manos a Henry y a Blake, Keitlyn había volado por los cielos y yo la había salvado.

Tantas cosas pasaron desde entonces.

Sabía que mis papás estaban dentro, podía sentir el agua siendo usada, tal vez mi mamá estaba lavando los trastes.

Chequé mi celular, habían 8 mensajes de ellos, ya les había dicho que llegaría un poco tarde cuando ellos volviesen. Ahora estaba aquí, a escasos metros de mi casa, con miedo y unas inmensas ganas de huir de todo.

Sentí unos brazos rodearme por detrás uniendo sus manos en mi estómago, su mentón reposaba en mi hombro derecho mientras me atraía más a él.

—Huir no es una opción, amor.

¿Amor? Dios, amaba tanto a este chico.

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