S T R A N G E © [Parte 1 y Pa...

By Alexdigomas

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¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si... More

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Hello Stranger (?)
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Epílogo
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Nota Importante
Extra #1
STRANGE - SEGUNDA PARTE
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56 - Parte 1
56 - Parte 2
56 - Parte 3
Explicación
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By Alexdigomas

Nota: quiero disculparme porque en el capítulo anterior cometí un error. Se supone que Mack recoge de nuevo la laptop de su padre y la lleva en la mochila, pero como por problemas de salud mi cabeza no estaba ni sigue muy despierta, se me olvidó añadirlo. ¿Podrían hacer como que esto pasó? Muchas gracias. Espero que les gusten las revelaciones y lo rico del final. Disfruten la lectura.


28

¡Por fin alguien nos dice qué demonios es STRANGE!

—¿Has visto al chico como en realidad es? —me preguntó Campbell.

Nolan y yo compartimos una mirada confundida. ¿Cómo en realidad era Ax? ¿Qué rayos decía? ¿No era así como lo veíamos siempre? Empecé a asustarme un poco.

—Supongo que no —fue lo que contesté, y luego carraspeé la garganta—: ¿Cómo es?

—Una criatura...

Según Campbell, todo empezó unos treinta años atrás en un viaje. Los viajeros: un grupo de exploradores pertenecientes a una organización que no tenía registro público o protección gubernamental porque trabajaba en secreto monitoreando manifestaciones inusuales en el planeta. La razón del viaje: investigar una cueva de la que estaba saliendo una cantidad incomprensible de energía oscura.

La energía había lanzado una alerta porque estaba causando caos y desastre. Era la culpable de la muerte progresiva de personas que vivían en el pueblo más cercano. De forma inexplicable también causaba sismos y fallas climáticas en un amplio radio de distancia. Y afectaba negativamente a los animales.

Bajo órdenes estrictas de ser discretos, los viajeros aterrizaron en la zona y entraron a la cueva a investigar. Allí hallaron algo escalofriante: doce mujeres embarazadas.

Se encontraban presas en lo más profundo de la cueva, inconscientes, paralizadas y atrapadas por una masa viscosa que servía de cúpula protectora. Una tripa oscura y extraña salía de sus panzas, a la altura del ombligo, y las conectaba a todas a un enorme bulbo latente que les suministraba algún tipo de alimento.

La orden fue trasladar a las mujeres a las instalaciones de la organización. La siguiente orden, estudiar el caso en secreto.

Bajo esos parámetros empezaron los análisis, muchísimos y de todos los tipos. No se sabía quién había inseminado a las mujeres, ni quién había armado el bulbo alimenticio. Se sospecharon muchas cosas, pero tras los resultados solo algunas fueron claras: los embarazos estaban en el sexto mes de gestación, las mujeres estaban dormidas bajo un coma irreversible, las ecografías a los fetos revelaban normales a unos y monstruosos a otros a nivel físico, y finalmente que el ADN era una mezcla entre lo humano y lo desconocido.

De la forma que se hubieran engendrado esos fetos, no eran completamente humanos.

Por un tiempo se creyó que todo era un error de la naturaleza, alguna anomalía, algún experimento gubernamental, pero no había manera de saberlo. Se intentaron varias cosas para llegar a las respuestas: despertar a las mujeres, hacer preguntas discretas en centros discretos, buscar algún proyecto pasado parecido, pero nada funcionó.

Se necesitó una segunda visita a la cueva para descubrir algo que explicara todo aquello. Tal vez lo habían pasado por alto, pero en una inspección más profunda se descubrió el cadáver de una extraña criatura nunca antes vista. Tenía piernas, brazos, cabeza y todos los sentidos, pero su piel era un tejido de masas deformes y rasgos espeluznantes. ¿De dónde había salido? De algún lugar imposible de ubicar. ¿Desde cuándo había estado ahí? Tal vez desde tiempos que no había forma de calcular. ¿Cómo había muerto? No hubo forma de determinarlo.

Se llevaron los restos y los congelaron. Luego, lo único que quedó fue estudiar la evolución de los embarazos porque, quizás, esa cosa era el padre de los individuos en los úteros.

Durante el tiempo que se mantuvieron en los laboratorios de la organización, la energía que salía de las mujeres era peligrosa. Cada dos semanas algunos empleados morían. Las autopsias revelaban tímpanos y cerebro reventados. Las máquinas del laboratorio estallaban en cortocircuitos y en ocasiones se despertaba una rara actividad sísmica que sacudía el suelo. El clima enloquecía y según dijeron luego los empleados sobrevivientes, durante más de dos horas experimentaban episodios psicóticos aturdidores.

Después de muchos cambios de equipo tras los incidentes, llegó un nuevo grupo conformado por tipos muy dedicados y casi obsesionados con la ciencia, la evolución y las mutaciones. Lideraron los análisis y al darse cuenta del poder indefinido que salía de los fetos, decidieron controlarlos para transformarlos en algo que pudiera utilizar cualquier gobierno capaz de pagar.

Se cuidaron los embarazos con muchísima atención hasta que se cumplieron los nueve meses.

De una de las doce mujeres salieron mellizos. Al final, los individuos fueron trece.

El doctor Campbell sacó un pañuelo del bolsillo de su camisa y se secó la frente. Su voz se oía nerviosa y afectada, como si el tema le trajera recuerdos y sentimientos espantosos, pero siguió hablando:

—Pocos fueron normales físicamente. A algunos se les descompuso alguna extremidad, algún órgano o alguna sección de piel apenas salieron del útero. Se negaron a dejarlos morir, así que se intentó de todo. Lo único que por sorpresa funcionó fue implantar nuevos órganos. La reconstrucción fue difícil porque extrañamente rechazaban partes humanas, por lo que la mejor opción fue utilizar otro tipo de materiales como metal, hierro o plástico. Y fue casi como armarlos de nuevo...

»Después de eso, el tiempo transcurrió y hubo muchas sorpresas entre los trece. Por ejemplo, el chico, Ax, era uno de los mellizos. Vivió normal, sin reconstrucciones, hasta que a los doce meses empezó a deteriorarse. Uno de sus ojos dejó de funcionar por completo, sus pulmones comenzaron a fallar y su sistema auditivo se apagó. Estaba muriendo, y entonces, ella, la chica, por alguna razón, comenzó a morir también.

»Fue ahí que se descubrió que todos estaban conectados. Se pensó que eran hermanos, pero aunque tenían las mismas células, no había ninguna compatibilidad más que esta inexplicable conexión. Si alguno se enfermaba, el resto se iba deteriorando en cadena hasta enfermarse también, si alguno tenía una herida le aparecía al otro. Si alguno moría, todos morirían.

»En un intento por salvar a Ax y a la chica, les implantaron órganos humanos, pero los rechazaron. Les implantaron materiales, pero los rechazaron. Lo único que funcionó con ellos fueron los órganos congelados de la criatura que habían descubierto en la cueva. Los aceptaron y empezaron a curarse al mismo tiempo. ¿Viste ese ojo totalmente negro? Era de la criatura. Ax tiene uno y ella tiene el otro. También sus pulmones y su sistema auditivo.

»Tras las operaciones, Ax y la chica sanaron, pero el mellizo de Ax no quedó con muy buena salud. A duras penas sobrevivió. Por alguna razón, todo su sistema falló y a medida que creció sufrió severas y complicadas transformaciones. Su piel se oscureció, sus rasgos se fueron volviendo menos humanos, se fue pareciendo más al cadáver de esa rara criatura...

—¡Él! —interrumpió Vyd de golpe lo que nos decía el doctor Campbell, como si finalmente lo hubiese recordado todo.

Había entrado a la sala sin que yo me diera cuenta y había estado escuchando. Ahora sus ojos amarillos parecían impactados.

—¡El mellizo de Ax es la sombra! —reveló—. ¡Es el fallo! ¡Es el número 13!

Un pasmoso silencio se extendió en el frío consultorio. Desde el quirófano llegaba el agrio olor de la sangre mezclado con el resto de los medicamentos. Mi mente estaba procesando lo que acababa de escuchar a una velocidad aturdidora.

La primera vez que había visto la sombra en la estación de policía, se me había parecido mucho a Ax. Después, lo que había visto en el video que Tanya había grabado del patio de mi casa, esa cosa extraña corriendo de forma contorsionada, también había creído que era Ax, pero en realidad siempre fue su mellizo.

Mierda...

Nolan tenía estampada una expresión que dejaba claro que la confusión y el asombro se estaban mezclando dentro de su cabeza como en una licuadora.

—O sea que Ax es... —habló él entre el silencio, impactado.

—Es una criatura —asintió el doctor—. Todos lo son, claro, pero Ax y la chica no solo tienen un cerebro modificado en los laboratorios a base de implantes tecnológicos, sino que también tienen órganos de esa criatura, cuyas células sospecho que nunca murieron por completo.

Nolan abrió los ojos de par en par, entendiendo al igual que yo que ahora muchísimas cosas tenían sentido.

Por esa razón Ax controlaba las sombras, y por esa razón Vyd causaba miedo con sus ojos. No eran completamente humanos. Eran algo que ni la ciencia había podido entender. Eran el resultado de unos embarazos inexplicables, y sus habilidades oscuras provenían de esa criatura...

—Ahora, el nombre STRANGE vino cuando ellos empezaron a crecer —continuó Campbell—. Eran individuos sin pasado, sin futuro, sin identidad, con un gran poder sobrenatural. Lo único que harían sería vivir en cautiverio hasta que se les necesitase. Para asegurarse de que no desobedecieran, los criaron como animales y les instalaron chips e inyectaron drogas. Esto permitiría reprenderlos dolorosamente hasta que ellos mismos se sometieran. También les enseñaron lo menos posible sobre conducta humana para que aprendieran lo mayor posible sobre sus habilidades, y les ocultaron el mundo y los aislaron de los conocimientos básicos para que nunca desearan vivir de otro modo.

Claro, al principio, Ax ni sabía sentarse en una silla. Respondía a ordenes claras como un perro. Lo habían mantenido sin visión para que aprendiera a escuchar, y lo habían lastimado para que aprendiera a oler. Nunca había sido criado como un humano para que tuviera miedo de serlo.

Sentí que a pesar de que eso aclaraba una gran parte, todavía había muchas piezas sin encajar.

—Pero ¿cómo es que esto terminó con un laboratorio bajo mi casa y con la chica encerrada por mi padre? —pregunté—. ¿En qué nivel ustedes estaban implicados?

—La organización que creó STRANGE no pertenece a ningún gobierno —inició Campbell otra explicación—: Es completamente privada, lo que significa que no sigue ninguna ley ni respeta ninguna regla, así que para proceder debe hacerlo en total secreto. Lo hicieron bien hasta que un día su secreto comenzó a salírsele de las manos, porque estos individuos no solo reaccionaban mal si alguno se enfermaba, sino que también reaccionaban muy bien si estaban sanos y juntos.

»De alguna forma, sus células intensificaban la energía oscura si ellos estaban cerca, por lo que las catástrofes que se desataban eran más intensas, más riesgosas y más fáciles de detectar por el gobierno. Para evitarlo, se llegó a la decisión de que debían separar a los trece. Ahí es donde entramos nosotros.

»El asunto de la filosofía era solo una fachada. Tu padre era un químico muy habilidoso que había formado parte de algunos proyectos gubernamentales. Un día fuimos contactados por esta organización clandestina para aportar ideas. Aceptamos sin saber qué nos esperaba. Después de que nos hicieron firmar muchos papeles nos dijeron que necesitaban "cuidadores" porque para mantener todo en secreto y despistar al gobierno debían repartir a los trece individuos en distintos puntos del mundo. Los cuidadores servirían para mantenerlos cautivos, vigilados y sanos hasta que decidieran utilizarlos.

»Leímos todos los informes, toda la historia, todo lo que se había hecho y lo que había que hacer. Por curiosidad aceptamos verlos. En las celdas, ninguno superaba los once años, así que nos negamos. Nos dijeron que parecían niños comunes, pero que eran tan capaces de matar sin remordimiento como el peor de los monstruos. Dijimos que lo pensaríamos. Nos dieron veinticuatro horas. Yo estaba decidido a no aceptar. Godric, en cambio, fue más inteligente y dijo que debíamos hacerlo. Me dijo: "los tienen encerrados como esclavos. Si nos convertimos en cuidadores de al menos seis de ellos, podríamos darles una mejor vida, así sea bajo nuestra casa".

»Y tenía razón. Sus entrenamientos al mismo tiempo eran torturas. Unos no hablaban, otros se comportaban como animales, otros comían del suelo, otros no dormían, otros tenían partes de máquinas cosidas al cuerpo y lloraban de dolor o de rabia durante las noches. En definitiva cualquier cosa iba a ser mejor que esas celdas de concreto y que el trato que les daban. Aún así no acepté. Firmé más papeles de confidencialidad y me fui bajo muchas amenazas de no hablar de esto nunca. Lo último que supe fue que Godric sí se había convertido en cuidador y que le habían entregado dos niños. Uno de esos era la chica.

—¿El otro era Ax? —pregunté inmediatamente.

El doctor negó con la cabeza.

—A Ax lo mantuvieron a un rango seguro de distancia de ella. Estando cerca sus poderes eran tan fuertes que podían ser peligrosos para los cuidadores, así que mientras no los usaban los separaron. No sé quién era el otro niño.

De pronto lo supe.

Dos celdas...

Una para la chica.

Otra para el número 13.

Ese agujero en el suelo que nos había servido para entrar al almacén parecía haber sido creado desde adentro, ¡porque el fallo lo había abierto! El video de Tanya de aquella noche, lo había captado justo cuando se había escapado. Luego había cruzado ese acceso por el que solía escabullirse el perrito de Tanya y había conocido la libertad.

Todo tenía sentido...

Me di cuenta de que Campbell miró en dirección a la entrada del consultorio. Un brillo de temor, rechazo y lástima cruzó sus ojos. Tan inmersa estaba en mis deducciones que no me había dado cuenta de que Ax ahora se encontraba allí parado. Su pecho desnudo estaba manchado de sangre y sus pies descalzos oscuros por la tierra. Tenía todo el aire de un salvaje. No parecía una criatura excepto por esos ojos tan raros. Su expresión era seria y atenta.

—Vi en tu informe que nunca te enseñaron a hablar, que de hecho te eliminaron esa habilidad para que aprendieras otras más importantes —le dijo el doctor a Ax—. Aprendiste absorbiendo información gracias a la tecnología instalada en tu cerebro, ¿no?

Bueno, ya entendía por qué siempre veía tanta televisión. Y por qué aquella vez lo había visto frente a la pantalla pronunciando con fluidez cada palabra que decía la reportera.

Ax no dijo nada. Permaneció en silencio absoluto.

—¿Qué pasó con tu cuidador? —le preguntó Campbell entonces.

Pensé que tampoco le iba a responder, pero bastó una palabra que de su boca sonó gélida y simple:

—Muerto.

Campbell formó una línea de pesar con los labios.

—¿Tú lo hiciste?

—Sí —afirmó Ax.

Traté de conectar hilos mentalmente, pero llegué a un punto confuso.

—¿Entonces por qué llegaste con una foto de mi padre? —le pregunté a Ax.

Ax no dijo nada. Me observó sin ninguna respuesta ni expresión clara.

—Iba a matarlo también —respondió Campbell por él— para sacar a la chica.

Miré a Ax para saber si eso era cierto. Hizo un pequeño asentimiento.

—Pero cuando llegaste ya había muerto —dedujo Nolan. Ax volvió a asentir para confirmar.

—Tiene sentido —comentó Campbell, cruzado de brazos, algo afligido—. Por esa razón me negué. No importaba si queríamos darles algo mejor de lo que ya tenían o si los tratábamos mejor que los científicos, porque al ser cuidadores, para ellos, desde su perspectiva dentro de la celda, seguiríamos siendo las personas que los mantenían encerrados. Nunca íbamos a poder liberarlos, salvarlos o cambiar lo que estaban destinados a ser.

Se hizo un silencio. Vyd miraba al suelo, Nolan seguía impactado, Ax inexpresivo... Habíamos estado buscando estas respuestas durante un largo tiempo. Ahora que las teníamos, más que despejarnos el camino, se sentía como si lo obstaculizara. ¿Cómo escapabas de toda una organización? ¿Cómo lo hacías siendo alguien normal? ¿Estábamos destinados a ser capturados?

—Entonces, entonces —intervino Dan entre el silencio, como intentando entenderlo todo mejor—. ¿Lo que está sucediendo es que esa organización anda en busca de los que se escaparon de sus cuidadores? Es decir, de este chico, la chica y el del cabello blanco.

—Sí, porque les pertenecen —afirmó el doctor Campbell, preocupado—. Y me temo que eliminarán a cualquiera que se atraviese en sus caminos. Pero no vendrán aquí, al menos no hoy. Está dentro de mi acuerdo, no estoy relacionado con nada de lo que hacen y no pueden pisar mi propiedad. Así que pueden quedarse esta noche. Aunque lo mejor sería irse lejos.

Nolan asintió muy rápido, súbitamente decidido, como si supiera a exactitud qué debíamos hacer a partir de ahora.

—Sí, nos iremos lejos —anunció—. Huiremos a donde sea.

Dan le dedicó una mirada ceñuda, de reproche, de hermano mayor. Era más alto que todos, igual que Ax.

—No vas a ningún lado —le prohibió.

—No vengas con tu intento de paternidad estúpida ahora —le resopló Nolan con gravedad—. Estas personas, esa organización, pueden matarnos. Si nos quedamos, es lo que va a pasar. La mejor idea es irnos lejos con Ax, la chica y Vyd, y ya luego veremos qué hacer.

Dan dio un paso hacia Nolan. Parecieron el adulto responsable y el adulto impulsivo.

—No, no puedes irte sin un plan y ver qué hacer —reprochó Dan con gesto absurdo. Luego, nos miró a todos—. Tiene que haber otra opción, alguna forma, y puedo tratar de investigarlo, pero tienen que quedarse aquí al menos un día.

Nolan, por supuesto, se enfadó.

—¡No le puedes contar esto a nadie! —le recordó.

Iba a decir algo más, pero Dan le habló con mayor fuerza:

—¡No lo haré, Nolan, por primera vez en tu vida solo confía en mí!

Hubo un silencio entre ellos.

Después empezaron a discutir.

Centraron el momento en eso, en que si uno se iba, en que era mala idea, en que no había tiempo para planes absurdos. Mi cabeza ya estaba como una olla a presión a punto de estallar, por lo que ni siquiera pude decir nada. Sentía que alrededor el mundo era aturdidor. Quería aire, quería silencio por un instante para pensar mejor y aportar alguna idea inteligente, pero solo pude moverme en lo que el doctor Campbell me habló, ignorando la discusión entre los hermanos:

—Mack, acompáñame, debo inyectarle a la chica algunos antibióticos.

Avancé automáticamente. Justo antes de que el doctor atravesara la puerta, se detuvo junto a Ax. Lo miró. Ni siquiera lograba ocultar lo mucho que le inquietaba su presencia. Aunque sí que podía perturbar a cualquiera. Tenía el pecho y el abdomen manchado de sangre de la chica. Ax lo observó desde su altura, impasible.

—Al fondo hay un baño, y tiene ducha —le dijo, algo dudoso, como si no quisiera sonar exigente y al mismo tiempo sí—. Límpiate toda esa sangre. Podrías contaminar el ambiente y aumentar el riesgo de infección.

Seguimos hacia el pasillo. Campbell me dio un tapabocas y una bata de protección. Ya dentro, el ambiente olía a muchos medicamentos. La chica reposaba inmóvil, como un cadáver, aún desnuda. Su piel pálida también tenía muchas cicatrices, como Ax. Era hermosa de una forma extraña, peculiar, también como Ax.

El doctor se acercó a uno de los estantes y de algún cajón sacó una manta blanca. Cuando la colocó sobre su cuerpo, me dio la impresión de que en verdad estaba muerta. Pero respiraba. Pese a cualquier cosa que pudiera sentir o pensar sobre la verdad que acabábamos de saber, me alivió.

—Necesito hacerle más preguntas —le pregunté a Campbell—. Sobre mi padre.

—Mañana —contestó— y solos. No me siento cómodo con ella aquí, es la verdad. Aún inconsciente, sabe qué sucede su alrededor.

Continuó en silencio. Colocó algunas intravenosas en sus brazos y le suministró antibióticos. No era que yo tuviera mucho conocimiento sobre medicina, pero eché un ojo a los nombres, por si acaso. Confiaba un 90% en Campbell justo ahora. También confiaba en que su miedo hacia Ax le impidiera hacer algo estúpido.

Al cabo de un rato, el doctor dijo que iría a buscar nuevas agujas en su depósito y salió. Yo me quedé. Primero no supe por qué me quedaba, pero luego sí. Quería disfrutar el silencio, pero también mirarla. De cerca. Quería... tenía una pequeña pero agitada sensación de querer acercármele. Tampoco sabía bien por qué, pero como justo ahora mis emociones eran un revoltijo de cosas, lo hice.

Justo a su lado, en la camilla, toqué su antebrazo con las puntas de mis dedos.

Entonces, estalló dentro de mi cabeza. Una descarga de imágenes, una tras otra, irreconocibles, rápidas pero intensas que de repente se detuvieron en un recuerdo específico:

Era el mismo que había tenido con Ax en el armario, de nosotros como niños dándonos la mano. Estaba ahí de nuevo, con la mano extendida hacia la suya, también pequeña y pálida. Cuando creí que el recuerdo seguiría como ya sabía que seguía, el momento retrocedió como si fuera escena de una película e inició en un punto anterior.

Esta vez, veía en dónde estaba sucediendo aquello. Era mi habitación. Era de día. Mis padres no estaban en casa. Yo tenía exactamente nueve años.

—Entonces no entiendo por qué no tienes nombre —dije. Mi voz aguda, inocente, pero alegre, nada comparada a la Mack actual.

Ax, que también se encontraba en la habitación, inmóvil y cerca de la esquina, era un poco más alto que yo. Era raro, muy diferente al resto de los niños normales, pero con el cuerpo ligeramente más definido, como si entrenara de alguna forma. Solo llevaba un pantalón de tela oscura que le terminaba sobre los tobillos. Su cabello negrísimo era abundante y salvaje.

Negó con la cabeza.

—Todo el mundo tiene nombre —le dije, divertida— y si alguien no tiene, se lo ponen. —Hice una mueca—. ¿No quieres tener uno?

Ax asintió, aunque dudoso.

—Escojámoslo —me alegré—. Puede ser cualquiera, pero, ¿cuál te gusta?

Ax se encogió de hombros. "No lo sé".

—¿Tampoco sabes ningún nombre? —le pregunté.

Él negó.

Pensé. Estaba emocionada. Quería darle un nombre porque ese chico era mi amigo especial. Era el amigo que solo aparecía a veces, que abría la rejilla de ventilación del techo, se deslizaba y me acompañaba. No hablaba casi, pero yo intentaba enseñarle. Sabía que en algún lugar le hacían cosas malas, porque siempre aparecía con cicatrices nuevas. A veces quería ayudarlo a escapar, solo que era peligroso.

—¿Qué tal Bruce? —propuse, caminando de un lado a otro por la habitación—. Como Batman.

Él negó con la cabeza. No sabía quién era Batman.

—¿Brad? —propuse también— como el actor favorito de mi amigo Nolan. A mí no me gusta mucho, prefiero a Tom Cruise, pero Nolan dice que Brad es más sexy porque es alto y rubio.

Ax negó también. Se me ocurrían mil nombres, pero era cierto, ninguno parecía combinar con él que era raro, peculiar, especial. Además, debía ser corto porque se le dificultaban las pronunciaciones.

De repente, vi la golosina sobre uno de mis estantes. Se llamaba Candy Max.

—¿Qué tal Max?

Él pestañeó, curioso. Siempre era muy curioso.

—Aunque es común —dudé, arrugando la nariz—. En mi escuela hay como... seiscientos Max, y la mayoría se sacan los mocos y huelen feo. Nolan dice que los niños que huelen feo, tienen el culo sucio, y tú no eres así.

Una pequeñísima sonrisa curvó su boca. Le causaba gracia lo que decía Nolan, aunque no lo conocía, porque él no podía conocer a nadie. Eso me entristecía

Miré la caja. Pensé.

—Max... —murmuré, y tras darle muchísimas vueltas en mi cabeza agregué—: ¿Y si le quitamos la M? Sería como Ax...

—Ax —repitió él al instante.

Nos miramos. Chispeó esa conexión que siempre teníamos. Era una conexión que no entendía, pero que me ayudaba a entenderlo a él.

—¿Te gusta? —sonreí amplio— porque a mí sí.

Él asintió.

—¡Entonces serás Ax! —celebré en un salto de entusiasmo—. Puedo hacerte una partida de nacimiento, y la escondemos en alguna parte. Luego le puedo poner el sello de maestro de mi papá, y estará validado, porque los sellos lo validan todo.

Ax volvió a asentir. En su rostro, otra vez la pequeña sonrisa. Era el niño más raro del mundo. Cuando lo había descubierto por primera vez mirándome desde el conducto de ventilación, me había asustado mucho, pero después había entendido que no daba miedo, porque quien tenía miedo era él.

—Cuando conozcas a alguien, le dirás que te llamas Ax —le indiqué—. ¿Lo practicamos?

Él dio un paso adelante. Extendí mi mano hacia la suya.

—Me llamo Mack, ¿y tú cómo te llamas?

—Ax.

Justo cuando nuestras pequeñas manos se apretaron, la mía suave y cuidada, la de él con las uñas sucias, rotas y los dedos llenos de cayos y rojeces, algo cambió frente a mí. Era su cuerpo. Su cuerpo se volvió algo transparente, y pude ver a través. Pude ver que había alguien detrás de él.

Una niña. Cabellos largos, enmarañados, tan negros como un abismo. Y los ojos, iguales a los de Ax, pero invertidos.

Me sonreía.

Me sonreía porque siempre había estado ahí.

—¡No la toques! —exclamó alguien en la realidad, rompiendo el recuerdo.

Cuando volví a la habitación médica abruptamente, tenía la mano de Ax agarrándome del brazo porque me había apartado de la chica. Ahora él estaba frente a mí, y me miraba con los ojos bien abiertos, con... ¿qué? ¿por qué me miraba así? ¿solo por acercarme a ella?

En mi cabeza se mezclaron el recuerdo de las palabras del doctor con el hecho de cómo protegía y quería a la chica, y no supe si era porque seguía aturdida o demasiado confundida, pero me zafé de él con brusquedad y retrocedí. El impulso y el aturdimiento me hicieron tropezar con la bandeja de los implementos usados, cayeron al suelo en sonidos metálicos, yo me desequilibré y terminé de culo en el piso, nada más ni nada menos que sobre un charco de sangre que de seguro se había formado cuando Ax había dejado a la chica en la camilla.

—¡No iba a hacerle nada! —defendí con rapidez aún en el piso. Mi voz sonó alterada, asustada, defensiva, jadeante—. La toqué por curiosidad. Cometí un error, lo admito. Nada más. Solo eso.

En lo que alcé la vista noté que Ax había hundido un poco las cejas y me observaba, extrañado.

—Lo sé —pronunció.

El corazón me latía a toda velocidad.

—¿Lo sabes? —solté igual de rápido y por completo desconfiada—. No lo sabes. ¿Por qué me gritas que no la toque?

—Porque es peligrosa —dijo él con cierta obviedad. Como solía pasarle, le costó un poco pronunciar lo siguiente, pero lo hizo—: En ese estado... va a defenderse. Hará daño.

Miré mi mano. En las yemas de mis dedos había unas pequeñas quemaduras, negruzcas, como si fueran una rara especie de moho. Descubrí que ahí me dolía. Me ardía. Y también que tenía unas súbitas y raras ganas de llorar, pero me contuve. Contuve todo. Era... ¿qué demonios fue lo que había recordado? Yo le había puesto el nombre a Ax porque era mi amigo, pero, ¿y luego? ¿qué rayos me había mostrado esa chica?

—No lo sabía —dije en un murmullo—. Pensé que creías que iba a hacerle algo.

—Déjame ver... —Miró mi mano, que tenía sostenida en la muñeca con la otra, y dio un paso hacia mí con intención de ayudar a levantarme.

Pero no se lo permití. Me puse en pie yo sola, rápido, y retrocedí. Esa reacción lo extrañó más. No entendió por qué, pero luego sí lo comprendió. Podía olerlo, ¿no? Las emociones. Sabía que yo sentía miedo, que el temor latía en mi pecho y tal vez pensaba que era de él, aunque no era así...

Dio un paso atrás.

—Estás hablando más —dije, apenas notándolo.

Ax rodeó la camilla y se detuvo justo a un lado. Puso las dos manos sobre el borde y miró a la chica fijamente.

—Si ella está cerca... —pronunció— más fuerte.

Claro, estaban conectados de una forma que ni los mismos científicos habían podido explicar, por lo que era obvio que yo no lo entendería tampoco por más que me esforzara. Solo quedaba aceptarlo, y lo aceptaba, pero... había algo que me molestaba un poco.

—La hubiésemos podido sacar antes, ¿sabes? —solté— y habríamos tenido tiempo de escapar. Habríamos huido a cualquier parte antes de que las cosas llegaran a este punto.

Eso. Desde que habíamos descubierto que el almacén estaba debajo de la casa lo había pensado, pero no lo había mencionado porque no había tenido oportunidad de hablar con él hasta ahora.

Ax negó con la cabeza, serio.

—¿Por qué no? —pregunté, ceñuda—. Si me hubieses, no lo sé, llevado hasta el agujero y hubieses insistido en que había algo importante ahí tal vez yo habría entendido y...

—Era peligroso —me interrumpió.

—¿Para ella?

Ax asintió.

Y de pronto, de una forma un tanto abrumadora, lo entendí. Comprendí clarísimo por qué no había querido mostrarnos a la chica antes. Él la había mantenido en secreto incluso para nosotros, no por miedo a que se la llevaran, sino por miedo a que el otro peligro que existía a nuestro alrededor, la matara.

¿Quién había asesinado a una parte de los doce? Pues nada más ni nada menos que...

—El fallo... —susurré, y después lo dije más alto, impactada—: No la sacaste antes porque no querías que la sombra la atacara. Y precisamente por eso hiciste un plan con Vyd para matarlo. Cuando estuviese muerto, sí podrías sacarla.

Un silencio denso, pesado, tan frío como la hoja de un cuchillo.

Ax asintió apenas, mirando fijo hacia abajo.

Algo en mi interior hizo ebullición.

—¡Pues no sé si te has dado cuenta, pero ahora para nosotros también es peligroso! ¡Para Nolan! ¡Para mí! —le solté con un repentino enfado—. Entiendo que ella te importe mucho, pero ¡¿no importamos nosotros también? ¡¿No te importó nunca?!

Ax no dijo nada. Le di un poco de tiempo con una estúpida esperanza, pero se mantuvo igual: en silencio.

Había pensado otra cosa mientras el doctor Campbell hablaba. Lo había sospechado justo cuando él había aceptado que iba a matar a mi padre. Ahora tenía más sentido que nunca.

—Pasé semanas intentando entender por qué demonios ya no querías hablarme, por qué estabas enojado, por qué te alejabas —empecé a decirle, conteniendo la voz para que no me saliera tan enfadada como me sentía—: Pensé: ¿cree que me aproveché de él con el beso? ¿acaso hice algo mal? ¿pensará que no quiero ayudarlo? ¿qué? ¿qué? pero ya sé que no era por nada de eso.

Ax desvió la vista hacia otro lado, serio, pero algo tenso en el cuello. Él sabía que yo iba a descubrirlo, y sabía que cuando lo descubriera, pasaría lo que estaba pasando.

—Lo que te enojaba tanto era que yo fuera hija de un cuidador, ¿no? —solté finalmente. Mi voz dura, pero en el fondo, afectada.

Ax tampoco dijo nada. Y eso ya lo decía todo.

Lo miré directo a los ojos a pesar de que él no me miraba a mí. Lo que en verdad quería saber era otra cosa, y se la pregunté:

—Cuándo ibas a matarlo a él, ¿me ibas a matar a mí también?

Él ni siquiera despegó los labios.

Sentí rabia.

—¿Ibas a hacerlo, cierto? —arrojé otra vez—. ¡¿Por qué no lo hiciste entonces?!

—¡No! —contestó de golpe, callándome.

Pero negué con la cabeza. Un enfado caliente e impotente me cegó. ¿Ese era el chico que había ayudado? Una criatura extraña a la que de repente solo le importaba otra chica extraña y nos dejaba de lado y no le importaba si nos mataban o no.

—No te creo —le dejé en claro—. No sé qué es lo que...

—Que no —me interrumpió, esa vez más firme.

Ahora tenía las cejas hundidas y los labios apretados, al parecer también enojado. Había estado mirando hacia otro punto, pero pasó a observarme, serio. Su mirada me hizo apretar los puños de rabia por sentir lo que estaba sintiendo, por haber sido tan estúpida y creer que...

—No entiendo muchas cosas —me dijo, decidido— pero matarte, nunca.

La puerta se abrió de repente y el doctor Campbell entró sosteniendo un par de cajitas, unos frascos y un par de bolsas que contenían implementos médicos. Se detuvo de golpe y alternó la mirada entre Ax —que en realidad todavía no se había bañado— el desastre en el suelo y yo, horrorizado.

—¡¿Pero qué demonios pasó?! —soltó en regaño—. ¡Ya existe un riesgo grandísimo de contaminación porque esto no es un quirófano, pero con ustedes aquí así la muchacha cogerá una infección segura! —Como ninguno de los dos nos movimos ni supimos qué hacer, él añadió—: ¡Vayan a las duchas ya mismo!

No necesitó ordenarlo dos veces, porque salí a zancadas de la habitación.

Avancé por el pasillo a paso enfadado mientras me quitaba los guantes y el protector. Luego atravesé la puerta del fondo que según daba las duchas. Era como un gran baño pero sin retretes, solo con dos cubículos de duchas separados por una pared delgada, muy parecido a las duchas de la escuela para la clase gimnasia. Debía ser para bañar enfermos, porque eran un tanto amplios. Contra una pared había un estante con bolsas de toallas desechables y pequeños frascos plásticos de jabón hipoalergénico.

En cuanto me acerqué al estante para tomar una toalla y un frasquito, Ax también entró al baño. Estaba enfadada a pesar de que había dicho que nunca había querido matarme. Estaba enfadada porque la chica importaba más que nosotros. Estaba enfadada porque él me había odiado y yo había sido su amiga.

Solo me di la vuelta con mis cosas, ignorándolo. Iba a seguir hacia uno de los cubículos de ducha sin prestarle atención, pero él se atravesó en mi camino.

Me miró desde su altura, serio. Desprendía un ligero y agrio olor a sangre. Evité mirarlo a los ojos.

—La mano —me pidió, como en un segundo intento más tranquilo—. Debo ver qué hizo.

Suspiré. Todavía me ardía. Ni siquiera sabía qué era exactamente. ¿Una quemadura? La extendí hacia él, no de muy buena gana. Pensé que la tomaría con la suya, pero solo la examinó de vista, como si no quisiera tocarme. Eso me hizo sentir peor. ¿Por qué demonios me seguía gustando? ¿Por qué no podía solo entender que no tenía ni la más mínima oportunidad? Y por supuesto, que no era momento para estúpidas emociones.

—Una descarga... —pronunció, y luego alzó la vista hacia mi rostro, curioso—. Ella... ¿te mostró algo?

No quise decírselo. Sentí con una fuerza extraña que no debía.

Aparté la mano.

—No —zanjé.

Seguí hacia la ducha y abrí la puerta del cubículo. Entré y me giré para cerrar con seguro...

Pero entonces vi su espalda. Tenía varias marcas de quemaduras por la corriente eléctrica que lo había atacado en el almacén. Todas sus heridas estaban rojas, hinchadas y crudas. ¿Acaso no le dolían? ¿No le ardían? Tal vez no, porque estaba muy acostumbrado al dolor.

Quise ser dura, indiferente, fría y dejarlo atrás, pero yo no era así. ¿A quén iba a engañar? ¿Al frasquito con jabón? No era cruel como quienes lo habían visto sufrir y lo habían permitido. Tampoco era la chica celosa de otra chica que yacía en una camilla entre la vida y la muerte. ¿Qué rayos estaba pasando por mi cabeza?

De forma automática, mi dureza disminuyó y con un impulso estúpido de preocupación me acerqué y puse la mano sobre su hombro para mirar mejor. Iba a decirle que pidiéramos ayuda a Cambell, pero fue como si lo hubiese tocado con una mano eléctrica.

Ax se giró de golpe y drásticamente puso una expresión de horror. Retrocedió rápido, como si tuviera que alejarse de mí lo más que pudiera.

—¡No! —me soltó con fuerza, como exigiéndome que no lo tocara.

Ahí estaba otra vez esa actitud de rechazo. La misma inexplicable y frustrante actitud con la que había tenido que lidiar por meses.

Tal vez sí debía enojarme, y lo hice. No lo aguanté. No quise aguantarlo.

—¡¿Pero qué pasa contigo?! —le reclamé en un impulso de rabia—. ¡¿Me odias tanto que te doy asco o qué demonios?! ¡¿Por qué actúas así?!

La verdad, ni esperé que me respondiera, porque estaba acostumbrada a no obtener mucho de él, pero su reacción fue inesperada, como un estallido. Se puso las manos en la cabeza con desesperación y todo fue como si después de tanto tiempo, él ya no soportara más algo. Algo que entendí que yo no sabía, algo que me había estado perdiendo.

—¡Maldita sea! —soltó con una repentina mezcla de furia y espanto—. ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo!

Confundida, lo miré en un intento de comprender qué había sucedido, pero aquello era muy nuevo.

—¿Qué rayos no entiendes?

—¡La debilidad! —contestó, como si se tratara de algo horrible y obvio, algo que ya debía de haber sabido.

—¿Cuál debilidad? —repliqué sin mucha paciencia, dejándole claro que no entendía un carajo—. ¿Qué te hace sentir débil?

—¡Tú! —soltó y me señaló con un dedo acusatorio—. ¡Desde el beso!

Y... paralizada.

¿Yo? ¿El beso? Oh por todos los cielos...

Eso cambió por completo el contexto del momento. Mi enfado se esfumó al instante y me dejó atónita, inmóvil, con los ojos abiertos de par en par y la boca entreabierta. Todo fue confuso, inentendible.

—¿Qué estás diciendo? —fue lo que pude decir, perpleja.

Ni siquiera pude moverme en lo que él empezó a dar pasos de un lado a otro con una repentina expresión torturada, afectada, enfadada, todo al mismo tiempo. Se miraba las manos como si hubiese cosas en ella que eran malas.

—Me puso débil y la debilidad es peligrosa —continuó, alterado—. No debo sentirla. Nunca la había sentido. Mi mente... distraída. Mi fuerza... menor. —Se detuvo y buscó alguna respuesta en mi rostro, desesperado—: ¿Por qué haces esto? ¡¿Por qué me atacas?!

Pestañeé. Sentí el corazón acelerado, un montón de estática en mi mente. Un repentino agite de sorpresa y confusión. ¿Lo estaba entendiendo bien? ¿El beso le había hecho sentir cosas? ¿Las mismas cosas que a mí?

—No hago nada para atacarte —le dejé en claro, estupefacta—. ¡Nunca lo haría!

—¡¿Entonces qué es?! —me exigió con frustración. Se pasó las manos por el cabello y de nuevo dio pasos irregulares, sin sentido—. ¡No se va! Trato, pero... —Cerró los ojos con fuerza, como si algo le doliera—. Me enseñaron que debo... No debo... No debo...

Sonó como si se estuviera reprendiendo a sí mismo y pese a lo que estaba sucediendo, no quise permitir que hiciera eso.

—Ax, todo lo que te enseñaron es una mierda, ¿de acuerdo? —le solté con firmeza para detenerlo—. ¡Tienes que olvidar cualquier cosa que esa gente te haya dicho que no puedes hacer!

Abrió los ojos y me miró. Sus cejas arqueadas en un gesto de tortura y ansias de respuestas. Sus pasos comenzaron a dirigirse a mí.

—¿Por qué me siento así? —me preguntó, casi suplicándome que se lo explicara.

Negó con la cabeza y apretó los labios como conteniendo una furia peligrosa. Quise avanzar y eliminar la distancia que nos separaba, rodearlo con mis brazos y explicarle cada cosa que estuviera a mi alcance para calmarlo, pero tuve la impresión de que no debía tocarlo y de que no debía enojarme, por lo que solo retrocedí.

—Porque también eres humano —le respondí, más comprensiva.

—No —se negó a sí mismo, de nuevo reprendiéndose—. No debo... No debo...

El corazón me martilleaba el pecho. Inhalé hondo. Lo que sucedía me confundía y emocionaba en el mismo nivel.

—¿No me odiabas? —me arriesgué a preguntarle.

—Eras enemigo... —Hizo un esfuerzo profundo y atormentado por armar las palabras— pero después no.

Eso casi me dejó sin aire. Mi espalda chocó contra la pared del cubículo de la ducha en donde iba a entrar a bañarme. Allí sentí que podía desvanecerme del asombro, de lo inesperado pero significativo que era lo que decía, pero tragué saliva y pese a todo quise ayudarle.

—Si no te gusta sentir esa debilidad, prometo no acercarme más —quise tranquilizarle.

Él volvió a negar. Parecía estar luchando contra algo dentro de sí mismo, algo que lo lastimaba y al mismo tiempo lo enojaba. Se acercó más y se detuvo a menos de medio metro de distancia. Sus ojos fijos en los míos.

—Es que sí quiero —pronunció, y se escuchó más bajo, como derrotado.

—¿Qué?

—La debilidad... —confesó en un susurro—. La quiero otra vez.

Entonces destrozó la distancia que quedaba como si ya no pudiera aguantarlo más, puso una mano contra la pared y me besó.

En lo que su boca presionó la mía, fue en parte como el primer beso que nos dimos, inexperto y lento; por otra parte, tras él soltar aire pesadamente por la nariz, descubrí que tenía algo nuevo: necesidad, ansias, desesperación. Ax no buscaba que le enseñara nada, buscaba hacer algo que quería, algo que había estado reprimiendo, así que envolví mis brazos alrededor de su cuello para dejarle en claro que a mí me había estado sucediendo lo mismo.

En un segundo, nuestras respiraciones se aceleraron y nuestro juego se aceleró a un ritmo de lenguas rozándose. Desaparecieron todos los problemas. No existieron la sombra, ni la organización, ni el peligro de muerte. No hubo ardor en mis dedos. Solo éramos él y yo besándonos, ahora más rápido y con más efusividad, en un baño porque nos daba la gana de hacerlo.

Como si fuéramos normales.

—¿Qué es...? —me preguntó entre el movimiento de nuestros labios, con una voz un poquito ronca y un poquito jadeante.

—Es que te gusto —le contesté en el mismo estado.

—Me gustas... —repitió en un susurro para luego atacar mi boca con más ansias.

Una de mis manos se deslizó hacia su cabello. La otra mano la deslicé sobre su hombro hacia su espalda y con toda intención lo pegué más a mí. Ax fácilmente descubrió algo nuevo y separó la mano de la pared para envolverme la cintura con sus brazos desnudos. No quedó ni un centímetro de separación entre nosotros. Era mi pecho contra el suyo, mis caderas contra su pelvis, todo en una intensa fricción por el movimiento de los besos.

Obviamente, empecé a querer más.

Cada parte de mi cuerpo quiso más.

Y en cierto momento sentí que una parte especial de su cuerpo, también lo quería ya.

Se me ocurrió romper el beso para acercar mis labios a su oído y decirle que podíamos... que podíamos...

Entonces se escuchó la voz:

—¡¿Qué demonios están haciendo ahí?! —gritó Nolan al otro lado de la puerta del baño mientras daba golpes fuertes—. ¡¿Se están enjabonando hasta la epidermis o qué?!

El beso se detuvo abruptamente, dejando un vacío frustrante. El mundo real regresó con una fuerza decepcionante. Nos miramos el uno al otro con los ojos bien abiertos, primero algo asustados, luego comprendiendo que solo era Nolan.

Los golpes a la puerta resonaron.

—¡Tenemos que hablar todos, ya salgan! —exigió Nolan con fuerza.

Supe que no se detendría.

—¡Ya vamos! —le respondí en un grito.

—¡Bien, apúrense! —contestó.

Los golpes dejaron de sonar y el baño quedó de nuevo en total silencio.

Ax inclinó la cabeza hasta que su frente chocó con la mía y suspiró con fuerza. Su boca estaba entreabierta y ansiosa, el pecho le subía y bajaba con agite. En sus ojos había rendición, dolor, enfado, frustración, toda emoción posible, pero no arrepentimiento, y eso me alivió.

Deslicé una mano hacia su pecho en una caricia a palma abierta. Percibí cada cicatriz con las yemas de mis dedos. Tal vez no era el mejor momento para esas cosas. De hecho, sabía que era el peor momento porque todavía teníamos mucho que aclarar, pero al demonio con lo que Campbell nos había dicho, al demonio con la discusión, al demonio con todo lo demás.

Había un riesgo grande de no salir vivos de lo que estaba sucediendo. Tenía que besar a Ax. Tenía que soltar finalmente todo lo que había reprimido...

Él hizo un gesto de dolor. Bajó la vista hacia su pantalón, en donde el bulto era notable.

—Mierda —gruñó con molestia—. Me duele.

Pestañeé.

Y luego no pude evitar soltar una risa.

Por primera vez, la comisura izquierda de sus labios se alzó con ligera lentitud. ¿Una pequeña sonrisa? En ese nivel, fue el mismo gesto del niño que vi en mis recuerdos, pero reflejado en su rostro adulto, peculiar pero atractivo. 

Nolan volvió a atacar la puerta:

—¡¿Entonces van a salir o les instalo Direct tv ahí?! 

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Espero que les hayan gustado estas revelaciones, porque vienen muchas más. Recuerden que tardo en subir capítulos porque se supone que estoy en descanso y reposo médico, y escribo y edito los días que me siento bien. Por favor, sean comprensivos. Hago todo mi esfuerzo porque los quiero y quiero que lean esta historia que amo.

El próximo capítulo será el 28-1 y tendrá contenido adulto así que NO lo voy a subir aquí porque no quiero que me eliminen la historia. Lean bien, por fa, lo subiré separado de esta historia, aquí mismo en Wattpad y podrán encontrarlo en mi perfil. Por si no saben encontrar mi perfil haré una nota aquí luego con las instrucciones para que puedan leerlo. El resto de los capítulos sí seguiré subiéndolos acá.

¡Abrazos!


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