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Recuerdo cuando lo encontré.

Estaba tendido en el suelo de mi patio, herido, débil y cubierto de sangre.

Llevaba unos pantalones negros, viejos y rotos. Tenía una salvaje y húmeda mata de cabello oscuro. No usaba zapatos. Las plantas de sus pies tenían ampollas. Estaba desnudo de la cintura para arriba y sus pálidos hombros brillaban en sudor mientras temblaba.

Cada fibra de su cuerpo parecía tensarse de dolor.

Lo veías y te causaba cierto temor. No había nada de normal en él. Nada que causara empatía. Incluso emanaba un olor fétido. Pero, a decir verdad, al mismo tiempo había algo muy intrigante en su situación.

Había algo misterioso en la semejanza con un animal herido, vulnerable e inmovilizado por su propia debilidad.

Había algo especial en la curiosa familiaridad que me inspiró.

Había algo en él.

En su presencia.

E incluso en su nombre cuando lo pronunció.

Pero:

¿Era una víctima?

¿O era él quien había hecho algo muy malo?

Supongo que ya era muy tarde cuando lo descubrimos...

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S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora