S T R A N G E © [Parte 1 y Pa...

By Alexdigomas

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¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si... More

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Hello Stranger (?)
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Epílogo
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STRANGE - SEGUNDA PARTE
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56 - Parte 2
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Explicación
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By Alexdigomas

Nota: la historia lleva mucho tiempo sin ser parte del beta. Ya debería leerse gratis. Si no puedes te recomiendo borrar los datos de tu app y volver a iniciar sesión. Se sigue actualizando, no está completa.

Los 12 de STRANGE

—Paul no me contesta las llamadas ni los mensajes —se quejó Eleanor por sexta vez.

Al oírla, cerré el refrigerador sin medir mi fuerza y tuve incluso que apretar los labios para no soltar una grosería, porque en verdad ya estaba harta de escuchar eso.

Ella ya estaba vestida con su mejor falda de tubo, lista para irse a trabajar y no fastidiar en todo el día, pero por desgracia se había detenido en la cocina a tomar café y a reventar el teléfono del rector Paul a llamadas. Y no era que me tomara a juego el asunto, porque todavía me perturbaba recordarlo mordisqueado, pero en ese instante solo sentía unas intensas ganas de decirle: "el tipo está muerto, ya deja en paz su presencia".

Sí, andaba de mal humor porq1ue solo eran las jodidas seis treinta de la mañana y yo estaba despierta. No había dormido nada. Recordar el cadáver de Tanya, todas las muertes que se habían sumado a este jodido misterio y la discusión con Ax me había llenado la cabeza de caos, preguntas, pensamientos molestos e insomnio.

En resumen: había pasado las horas preguntándome si él en verdad se había ido, si alguien más moriría, si podríamos detener a la sombra y si en algún momento todo esto no se pondría todavía más peligroso. ¿Qué íbamos a hacer solo Nolan y yo en ese caso? A veces era un idiota, pero tenía razón: no teníamos habilidades más que para aumentar el número de cadáveres.

—Ni modo —suspiró Eleanor, guardando el celular en su cartera—. Haré otras llamadas, conozco más gente. No es la única universidad que enseña arquitectura, hay más y...

La paciencia se me acabó y lo solté con fuerza y decisión:

—¡No pienso ir a estudiar nada de lo que estás planeando!

Eleanor no dijo nada al instante. Me quedó mirando con los ojos —enmarcados por las pestañas llenas de rímel— grandes y atónitos. Sabía que estaba sorprendida porque yo nunca le había gritado así en toda mi vida, pero una oleada caliente, impulsiva y firme me había llevado a hacerlo de una vez por todas.

Había pasado la noche pensando seriamente en muchas cosas sobre mi vida, y ya había decidido algo importante:

Basta de la estúpida Mack que no decía nada para no causar discusiones porque no tenía los ánimos para defenderse.

Basta de la estúpida Mack que permitía que la movieran de un lado a otro como un muñeco porque estaba muy sumida en sus aflicciones como para moverse ella misma.

Y sobre todo basta de la estúpida Mack que ayudaba y se preocupaba, pero que luego solo recibía malos tratos.

Simplemente: basta.

Antes de que ella pudiera decir algo, lo agregué yo:

—No voy a vivir la vida que tú quieres que viva —le dejé en claro.

La cocina de estilo moderno quedó en silencio durante unos segundos. Ambas permanecimos cara a cara, cada una a cada extremo de la isla. Esperé una ola de gritos inminentes, pero Eleanor enarcó una ceja, desafiante ante mis palabras.

—¿Ah, sí? —replicó junto a un resoplido—. ¿Y cuál vida, según tú, piensas vivir?

Mantuve el rostro firme con toda la intención de verme adulta e imposible de pisotear o mangonear, justo como una chica totalmente capaz de tomar las riendas de mi vida (a pesar de que justo ahora mi vida era un exasperante y loco caos).

No importaba, inhalé hondo, levanté el pecho y la desafié.

—La que se me antoje en el momento que se me antoje —le contesté, decidida.

Bueno, eso pudo haber sido un acto épico de rebeldía, pero mi propia madre me soltó una risilla nada divertida y un tanto burlona en mi cara. Sus labios pintados de rojo se curvaron de una forma descarada. Si le importaban un rábano mi opinión y mis decisiones, lo demostró en ese instante.

—Es decir que no harás nada nunca —me corrigió en un intento de sabiduría maternal. Después adoptó una postura de autoridad—. Pero estás loca si piensas que voy a permitirlo.

Que no tomara en serio lo que le acababa de decir me causó una amarga y mucho más impulsiva punzada. Probablemente tuve que haber cerrado la boca en ese instante, darme la vuelta e irme, pero no quise. Quise enfrentarla, quise que se quitara la máscara frente a mí de una vez por todas.

—Bueno, tal vez sí estoy loca —acepté junto a un encogimiento de hombros. Luego hice un falso gesto pensativo—. Ni siquiera recuerdo mi vida antes de tener el accidente, y lo que sí recuerdo son cosas confusas que todo el tiempo están atormentándome y deprimiéndome. —Hundí un poco las cejas y fingí incredulidad—. Pero tú no sabías eso, ¿cierto?

Eleanor mantuvo su expresión severa de mujer empresaria y al mismo tiempo de madre implacable.

—El doctor dijo que sería nor... —intentó decirme.

Pero le interrumpí, siguiendo con mis palabras anteriores:

—No te preocupes. —Hice un gesto de indiferencia—. Supongo que está bien que no sepas nada de mí, porque a fin de cuentas yo tampoco sé nada de ti, mamá.

Enfaticé "mamá" con unas crueles y furiosas ganas de demostrarle que ese papel no lo cumplía muy bien.

Ante eso, ella apretó los labios y me miró fijamente, tal vez consciente de sus errores pero reacia a aceptarlos. Como fuera, era su momento para soltar una disculpa o por primera vez en su vida comportarse comprensiva y maternal, pero dijo lo esperado:

—Debemos visitar al psicólogo de nuevo...

No la dejé terminar de hablar. La rabia que había querido mantener controlada, me tensó el cuello y la mandíbula, y me hizo colocar las palmas sobre la isla y estallar en un grito grosero y exigente:

—¡No, lo que tú debes hacer es dejar de intentar controlar mi maldita vida y sobre todo dejar de mentirme!

Su reacción a mi grosería fue inmediata. Abrió los ojos de par en par, perplejos y horrorizados. Eso tampoco se lo había esperado, eh.

—¡Mack! —gritó también, reclamante—. ¡¿Qué demonios pasa contigo?! ¡¿Acaso olvidas con quién estás hablando?!

Iba a soltarle otro grito. Juro que las manos me temblaban, la furia me había acelerado el pecho y solo quería gritarle con todas mis fuerzas que sabía que ella había matado a mi padre. En verdad iba a confrontar eso de una vez, porque lo tenía hincado como una espina y solo había estado conteniéndolo como una bomba de tiempo.

Pero justo antes de soltar el grito, Eleanor giró la cabeza y se quedó mirando hacia la entrada que conectaba el pasillo con la cocina. No entendí qué veía hasta que yo también miré. Allí estaba parado Nolan, recién despierto, despeinado, vistiendo solo un pantalón de pijama, muy quieto y con los ojos muy pero muy sorprendidos por la discusión.

Él deslizó la mirada desde Eleanor hasta a mí, y con toda la conexión que había creado nuestra larga amistad, me transmitió un: "detente, no digas más nada, ¡no lo digas!", y entonces ahí entendí que había estado a punto de cometer un gran error.

Bajé la vista. Un silencio denso e incómodo se extendió en la cocina. En una esquina, la televisión estaba encendida en el canal de noticias, pero con el audio en mute. Me mantuve rígida, tratando de controlar la rabia que me estaba hirviendo debajo de la piel.

Eleanor lo dijo con el tono más seco que nunca:

—Hablaremos esta noche a solas. Ya es hora de que recibas ayuda especial.

Y se fue. Sus tacones resonaron sobre el brillante mármol hasta que la puerta de entrada de la mansión se cerró con fuerza.

Las dos palabras me dejaron congelada en el mismo sitio: ayuda especial. Por un instante incluso vi doble, como si fuese a desmayarme. Lo que me trajo de vuelta fue Nolan que se acercó a mí con rapidez, se detuvo en frente, me cogió por los hombros y me observó con horror y confusión.

—¿Qué demonios está sucediendo contigo? —me reclamó, alterado—. ¡¿Por qué le dijiste eso?! ¡¿Sabes lo que ella acaba de decir?! ¡¿Sabes qué es la "ayuda especial"?

Me sentí como una muñeca mientras me sacudía.

—Le dije la verdad —logré pronunciar.

Nolan lució asustado y nervioso al mismo tiempo.

—Es peligroso que ella sepa que tú ya sabes lo que sabemos que hizo! —soltó—. ¡No podías hacerle sospechar nada! ¡Ahora va a llamar a un psicólogo o a un psiquiatra y si ellos consideran que estás loca, que siempre lo consideran aunque alguien no lo esté, y podrían internarte!

Mierda...

De pronto me di cuenta de mi error. Tragué saliva, intentando controlarme, pero mi cerebro comenzó a procesar mal las cosas y me sentí incapaz de conectar pensamientos. Fue un súbito y raro descontrol sobre mí misma.

Reaccioné sin razón lógica o específica.

—Déjame en paz, Nolan.

Le aparté las manos de mis hombros y me alejé unos pasos. Tuve que apoyarme de la isla de la cocina para respirar mejor. El corazón todavía me latía rápido y mi mente era un desastre.

—¿Qué? —soltó, desconcertado.

—¡Que te vayas a tu casa! —le ordené, todavía con la furia en la voz—. ¡Yo me ocuparé de esto sola!

Nolan me contestó al instante, igual de alto:

—¡No me iré a ninguna parte! ¡Es obvio que cuando quieres estar sola es cuando menos debes estarlo y cuando más me necesitas!

Silencio.

Me contuve. Las palabras solo estaban saliendo de mi boca sin pasar por el control de calidad para saber si eran inteligentes o estúpidas. Ni siquiera supe si quería que Nolan se fuera. De repente me sentí muy asustada, y al mismo tiempo muy enfadada. ¿Qué demonios sucedía conmigo? Sí lo había arruinado todo. Eleanor era capaz de cualquier cosa, ¿iba a...?

Me giré hacia Nolan. Mi expresión ya era de vulnerabilidad y miedo.

—Solo somos dos chicos normales —pronuncié. Los labios me temblaban, y el pánico fue claro en mi voz—. No podemos contra todo esto.

Él arqueó las cejas, afligido. Dio un paso adelante y me puso una mano en el hombro. Apretó con intención de tranquilizarme.

—Vamos a resolverlo, ¿de acuerdo? —me aseguró, mucho más firme de lo que esperaba e incluso con una sonrisa tranquilizadora—. Somos inteligentes, hemos descubierto muchas cosas sobre este misterio y tenemos un Ax. —Amplió mucho la sonrisa, animándome—. Él es el número uno, ¿no? No sé de qué carajos, pero lo es y eso significa que tenemos ventaja.

Pues... no supe cómo decirle que había echado a Ax de la casa y que no tenía ni idea de si seguía allí o si me había hecho caso. Iba a tratar de explicárselo de algún modo torpe y desordenado, pero entonces su móvil empezó a sonar.

Nolan sacó el móvil del bolsillo de su pijama y atendió. Habló con alguien por diez segundos y colgó.

—Era el chico que sabe de informática, hackeos y esas cosas —me contó mientras guardaba su móvil en su bolsillo—. Lo llamé ayer para preguntarle si podía ayudarme con lo de la carpeta bloqueada en la laptop de tu padre y me acaba de decir que puedo ir justo ahora para ocuparnos de eso.

—Genial —fue lo que pude decir, todavía afectada e intentando procesar mil cosas.

Nolan notó mi pequeño descontrol e incluso mis nervios, y me miró con entendimiento. En serio se esforzó por ser el equilibrado y el firme de los dos a pesar de que yo ya sabía que también estaba nervioso.

—Desviaremos lo de tu madre esta noche —me aseguró de pronto, suave—. No sé cómo, pero lo haremos. Me quedaré aquí y los dos le haremos entender que no necesitas ninguna ayuda. Si se pone terca y no nos hace caso...

Dejó la frase en el aire, dudoso.

—¿Qué? —le insté a completarla.

No me vio a los ojos. Pareció preocupado.

—Armaremos cualquier plan —suspiró mientras asentía, seguro de algo, o fingiendo estar seguro para no empeorarlo—. No importa cuán arriesgado sea o qué implique, pero no va a encerrarte solo para protegerse ella misma.

Después de eso, Nolan se vistió y se fue con la laptop de mi padre a casa del hacker para intentar desbloquear la extraña carpeta de STRANGE.

Por mi parte, esperé un poco y luego tomé valor para ir a la casita de la piscina a ver si Ax estaba allí todavía. No pretendía decirle nada porque seguía enojada y en el fondo tenía mi parte orgullosa, simplemente quería comprobar que no se había ido.

En cuanto entré, el interior de la casita estaba en total silencio. No había nadie. Como a veces él desaparecía, recorrí el patio entero buscándolo. Pasé incluso por los bordes de los muros que protegían los límites. Esperé que alguna trampa saliera de la tierra, pero no sucedió por más que me acerqué a los bordes.

Al final no vi a Ax por ningún lado. Regresé a la casa grande y también la recorrí de pie a cabeza.

Nada. En verdad se había ido.

Bueno, al parecer los dos teníamos cierto orgullo. Pero, ¿a dónde se había ido si no tenía ningún lugar a dónde ir?

No saberlo me confirmó todavía más que sentía cosas por él, y que esos mismos sentimientos me habían hecho cagarlo todo.

Entré en mi habitación. Me sentí exhausta, triste y preocupada por Ax. Si se había ido, lo más probable era que lo atraparan, y si Eleanor me enviaba a un loquero, ya nadie podría ayudarlo.

Genial, ahora yo parecía la estúpida y no Nolan.

Me acomodé en la cama, puse mi propia laptop sobre mis piernas, conecté uno de los USB de Tanya que habíamos sacado de su casa, y para distraerme hasta que Nolan llegara empecé a ver archivo por archivo.

Todos eran videos. A medida que fui chequeándolos me di cuenta de que todos tenían una cosa en común: apuntaban a una sección específica de mi patio. Esa zona estaba muy alejada de la piscina, casi cerca de los límites de los muros. Por lógica debía ser la parte que se alcanzaba a ver desde las ventanas de la casa de Tanya.

Lo que quería saber era por qué Tanya había grabado esa sección de mi patio durante tres años. ¿Qué quería ver? ¿Qué había visto? ¿Acaso sí había visto algo? ¿O simplemente estaba loca?

Encontrar su cadáver con una mochila preparada para explorar no me había parecido algo muy loco considerando todo lo que últimamente estaba sucediendo a nuestro alrededor. Después de Ax, de Vyd, de la sombra, de las trampas que salían de mi suelo y de las muertes, ya podía creerlo todo, incluso que apareciera un Telettubie maligno.

Vi correr minutos y minutos de absolutamente nada en los videos. Los minutos se transformaron en horas. Cayó la tarde. Nolan no volvía. Pasé de archivos a otros archivos con más grabaciones. Revisé una USB entera y bostecé mucho.

Oscureció. En cierto momento se me ocurrió chequear si había algún archivo con la fecha de la noche en que Jaden y yo habíamos tenido el accidente. Las grabaciones estaban fijas en una misma área del patio que no captaba ni mi ventana ni la zona por la que él y yo habíamos salido de la casa, así que no nos vería a ambos allí, pero sentí unas pequeñas ganas de revisarlo de cualquier modo.

Tuve que conectar varias USB para encontrar los archivos de ese mes y de ese año. Había uno de ese día. Le di click y empecé a ver.

Como el resto, no mostraba nada más que el muro del límite del terreno, ese en donde estaba el agujero por el que Tanya había entrado a mi casa antes de que la trampa la matara. Sin embargo, dejé que corriera. Así, los minutos pasaron sin nada relevante, tan solo con las hojas moviéndose por el viento. Llegó el mediodía en el video, luego la tarde y finalmente la noche. Tampoco vi absolutamente nada...

Hasta que el video marcó la hora en la que Jaden y yo debíamos estar saliendo por la ventana para escaparnos hasta la madrugada. En ese momento, algo nuevo apareció en pantalla:

No supe exactamente qué era, pero pasó a toda velocidad, se deslizó por debajo del agujero y desapareció de la escena tan rápido como había aparecido.

Solo pensé: ¿Qué?

Tuve que retroceder los segundos varias veces para volver a analizarlo. Lo primero que pensé fue que era La Sombra. Tenía la misma forma humana y oscura, pero lo que me hizo inclinarme hacia adelante para detallarlo mejor fue el hecho de que no se arrastraba ni se movía como contorsionista, todo lo contrario, corría normal y luego se arrastraba normal.

Eso sin duda alguna era humano, era una persona, y después de varios vistazos y segundos retrocedidos incluso tuve la fuerte, desconcertante y temerosa impresión de que era...

¿Ax?

El único problema era que la fecha del video era de mucho antes de que Nolan y yo lo encontráramos...

Repentinamente, sonó el timbre de la casa.

Salí del pasmo, pausé el video en el momento justo en el que la figura corría hacia el agujero, y me levanté de la cama. Bajé las escaleras apresurada, pasé el vestíbulo y entré en la habitación de cámaras para ver quién estaba ante la verja de entrada.

Era una patrulla de policía, y ya sabía a quién le encantaba aparecerse así.

—Dan —hablé por el intercomunicador con una forzada voz amigable—. Estás aquí de nuevo.

Dan, el hermano de Nolan, sacó la cabeza por la ventana del auto y la acercó al intercomunicador. Su cabello rubio bien peinado al estilo del Capitán América fue lo primero que se vio.

—Sí, yo otra vez —saludó, aunque en esa ocasión su voz sonó más profesional, casi forzada—. Créeme que he querido mantenerme lo más lejos posible, pero recibimos un reporte de los padres de tu vecina Tanya y me gustaría hacerte unas preguntas sobre ella.

Sentí un frío recorrerme la espalda. Menos mal él no podía verme la cara, porque me quedé algo impactada y eso habría delatado que sabía muy bien lo que había pasado con Tanya; pero por suerte mi cerebro se puso a funcionar y me obligué a no tardar demasiado en responder para no despertar sospechas.

—De acuerdo —acepté y presioné el botón que hacía que la verja de hierro se deslizara para permitir el paso.

Salí del cuarto de cámaras y esperé a Dan frente a la puerta de entrada a la casa. Lo vi aparcar en frente y bajar de su patrulla con su impecable uniforme. Mientras avanzaba hacia mí exhalé para liberar cualquier asomo de nervio. También le di vuelta mentalmente a mis posibles respuestas porque si fallaba en ese momento, él podía descubrirlo todo.

De pronto se me ocurrió la idea de incomodarlo para que no se quedara durante mucho rato.

Mack tonta, segura y lanzada: activada.

—Estoy sola, ¿de verdad quieres arriesgarte? —le solté a Dan con sutil diversión apenas se acercó a la puerta.

Pero Dan hizo caso omiso a eso, subió las escalinatas con toda su presencia atlética y policial, y fue directo al punto:

—¿Has visto a Tanya salir de casa estos días?

La imagen de ella ensartada en esas barras de hierro, atravesó mi mente.

—No —mentí, apelando a toda mi naturalidad.

Como Dan se adelantó con intención de entrar a la casa, me hice a un lado para dejarlo pasar. Él lo explicó mientras pisaba el vestíbulo:

—Hace tres días sus padres reportaron que no han hablado con ella, situación rara porque la llaman constantemente. Entramos a su casa para revisar y no hay nadie. Todas sus cosas están allí, lo cual es más raro todavía.

Dan se detuvo y afincó sus ojos grises en mí como si estuviera muy seguro de que yo le daría una respuesta relacionada a ello. Un breve silencio se extendió entre nosotros dos: él, alto y profesional; yo, baja, común y ultra decidida a no mostrarme nerviosa o asustada.

—Quisiera poder darte alguna información —contesté, tranquila e incluso algo indiferente— pero nunca he tenido ni tengo una relación amistosa con ella.

Dan usó la velocidad y la astucia de un policía al que se le daba bien interrogar:

—¿Problemas?

—No, es que nunca ha sido sociable. —Me encogí de hombros—. Nos ve a Nolan y a mi como niños malcriados, así que nos ignora.

Dan adoptó un aire pensativo sin apartar la vista de mí ni un segundo, tal vez para aplicar algún tipo de presión. Me sentí inquieta y con ganas de escapar de mi propia casa, pero no flaqueé.

—¿No te parece que pudo haberle sucedido algo? —me preguntó—. Sus padres sospechan que sí.

Curvé la boca hacia abajo, fingiendo pensarlo.

—A lo mejor quiso divertirse por primera vez en su vida sin darle explicaciones a nadie, pero como no la conozco, no sé qué haría o qué no. —Puse cara de extrañeza e ingenuidad—: ¿Es legal que me estés haciendo tantas preguntas aun siendo menor de edad?

Sus ojos se entornaron un poco al mismo tiempo que la comisura derecha de su boca se elevó en una pequeña sonrisa de: "a veces eres ingeniosa, Mack Cavalier".

—¿Cuándo cumples los 18 años? —inquirió.

De nuevo traté de ponerlo incómodo y di un par de pasos hacia él para disminuir la distancia que nos separaba en el silencioso vestíbulo. Él observó mis movimientos, inmóvil como una piedra, pero atento, sí que atento.

—En tres meses —dije, un tanto lento y con cierta insinuación—. ¿Vendrás a mi fiesta?

Obviamente no habría fiesta. En mi vida ya las fiestas no encajaban, pero lo dije para sacarlo de su zona de confort y ver si huía como la última vez.

Sin embargo... no funcionó.

Para mi sorpresa, Dan me miró tan fijo que de repente tuve la impresión de que llegaría hasta lo más profundo de mí, hasta donde estaban los secretos de las muertes, el misterio de Ax, la falta de recuerdos y la chica caótica, triste, enojada, desesperada por encontrar estabilidad... Y que me observara así como si no fuera policía, como si no hubiese diferencia de edad, como si yo no tuviera que cuidarme de que descubriera algo y me delatara, me hizo sentir vulnerable.

Di un paso atrás. De repente sentí que desde algún otro punto nos observaban, y miré hacia las escaleras e incluso hacia los pasillos para comprobar si se trataba de Ax, pero no había nadie.

—Escucha, Mack —empezó a decir Dan, sonando apenado y un tanto torpe, todo lo contrario al oficial de un momento atrás—. Lo que sucedió la noche de la fiesta fue un gran error y me disculpo por ello.

La tortilla se volteó al instante. Si alguien se sintió incomoda en ese sitio, fui yo.

—Yo te besé —le recordé—. No deberías disculparte.

Dan negó con la cabeza y apretó los labios, severo consigo mismo. Entonces dio hacia adelante el paso que yo había dado hacia atrás, y quise retroceder, pero mis piernas me dejaron allí plantada y repentinamente intrigada por lo que fuera a decir.

Sus ojos grises parecieron demasiado sinceros.

—Me disculpo porque tuve que haberte detenido al primer segundo —confesó. Dudó un momento, pero reunió valor para seguir—: y la verdad es que yo...

Dudó otro momento más. Tuve ganas de escuchar lo que iba a decir. Nos envolvió un aire expectante.

¿La verdad era que él...?

No lo supe, porque una voz que sonó a reclamo y a disgusto al mismo tiempo, lo interrumpió todo:

—Dan, ¿qué haces aquí?

Me giré rápido como si me hubiesen pillado haciendo algo malo tipo: "¡ajá, has sido capturada en pleno momento raro y confuso con el poli atractivo!".

Había olvidado que la puerta de entrada seguía abierta. Ahora bajo el marco estaba Nolan. Traía la laptop de mi padre bajo el brazo, pero mi atención se fue directito a su rostro: cejas hundidas, clara expresión de molestia, mirada fija en Dan...

Nolan enojado. No, Nolan en la misma habitación que alguien de su familia. No, en realidad era: Nolan frente al hijo favorito de su madre, ese hijo del que siempre alardeaba y del que siempre decía que él debía aprender.

—Estoy... —intentó explicar Dan, tranquilo.

Pero Nolan volvió a interrumpirlo, directo y afilado:

—¿Acosando a Mack?

Abrí los ojos de par en par por su franqueza, aunque ya sabía lo sincero que podía ser.

Dan quedó consternado.

—No, yo... —trató de explicar de nuevo.

Y otra vez, Nolan atacó:

—Mira, en todo lo que creas que estamos metidos o todo lo que creas que sucede, es falso —zanjó, notablemente molesto y firme. Entornó los ojos, desconfiado—: Ahora aléjate ya de esta casa y déjanos en paz o te reportaré con tus superiores por molestar a menores.

¡Bam!

Dan: 0 – Nolan: 100.

Para darle toque final a su amenaza, Nolan se hizo a un lado en el umbral y dejó la salida despejada en un claro: "vete ya mismo".

Se hizo un silencio. No tuve ni idea de qué decir. Su actitud me dejó impactada, y no en el mal sentido, sino porque jamás —en serio, ni en todos nuestros años de amistad— lo había visto hablarle con tanta determinación y poder a alguien de su familia.

De todas formas, funcionó. Su amenaza hizo que Dan avanzara hacia la puerta sin decir ni siquiera un "adiós" a ninguno de los dos. Nolan lo siguió con la mirada apenas pasó a su lado. Más que nunca se notó lo diferente que eran, no solo en cabello y ojos. Dan se vio más alto y formado que él; pero Nolan se vio más retador y no mucho menos capaz de volver a soltar cualquier cosa genial.

Finalmente, Dan se alejó hasta donde estaba aparcada la patrulla, entró en ella y arrancó en dirección a la verja, todavía abierta. En cuanto desapareció, se cerró automáticamente.

Nolan cerró la puerta de entrada y comenzó a caminar rápidamente en dirección a las escaleras.

—Ven —me indicó apenas pasó a mi lado.

Lo seguí de inmediato.

—¿Qué fue eso? —intenté preguntarle mientras subíamos los escalones.

—No hay tiempo de nada justo ahora —me interrumpió—. Debes ver algo importante.

Iba subiendo muy rápido, así que tuve que apresurar el paso. Apenas lo alcancé, lo detuve por el brazo. Estaba acelerado, un poco sudoroso e incluso todavía algo molesto. Incluso las ondas de su asombroso cabello bohemio estaban más desordenadas de lo normal.

—¿No crees que eso que le dijiste a Dan le hará sospechar que sí hacemos cosas raras? —solté, aún impactada.

Nolan resopló, irritado, y apretó los labios.

—¿Sospechar? —inquirió como si fuera absurdo. Luego negó con la cabeza y apeló a su franqueza—: Lo que está haciendo al venir acá es usar cualquier excusa para verte porque es clarísimo que le gustas.

Pestañeé, incrédula.

—No es cierto.

Nolan frunció más las cejas.

—Es tan cierto como que te palpita todo cuando Ax se te acerca —aseguró, directo y serio—. Y entre Ax y Dan, créeme que prefiero que te le lances encima a Ax si se te antoja.

Dicho eso, siguió subiendo los escalones.

La cosa me quedó en la mente por unos segundos: ¿que yo le gustaba a Dan? Bueno, analizándolo... sí me había seguido el beso en vez de detenerlo al instante, y la forma en que me había mirado antes de que Nolan llegara, como si hubiese estado a punto de confesar algo así...

Maldición, no era momento para nada de eso. Ni siquiera podía considerarlo bien. Además, sí pensaba que Dan era guapo, pero nada más. En cambio si pensaba en Ax...

Seguí rápido a Nolan hasta que llegamos al segundo piso.

—¿A dónde vas? —le pregunté, tratando de alcanzarlo—. ¿Por qué estás tan apurado? ¿Qué pasa? ¡Nolan!

No entendí a dónde se dirigía hasta que se acercó al antiguo despacho de mi padre y abrió la puerta sin más. Quise preguntarle qué demonios hacía, pero entonces entró, encendió las luces y fue directo a poner la laptop sobre el escritorio. Yo me detuve a su lado.

—La carpeta ya está desbloqueada —dijo él mientras la encendía— y debes ver lo que hay en ella.

Una corriente de nervios me aceleró un poco el corazón. La pantalla estaba en proceso de encendido. Mientras, tuve que hacer la pregunta:

—¿Es malo?

—Es... —Nolan pareció no encontrar las palabras adecuadas para la respuesta, y se quedó con—: Es más confuso que antes.

Luego me miró con toda la intención de decir algo, pero entonces una grave preocupación surcó su rostro y cerró la boca, indeciso. En ese momento me sentí asustada, pero sobre todo sentí que lo que había estado temiendo desde que había descubierto que STRANGE estaba relacionado con Ax, se haría realidad.

Había querido ignorarlo. Había tratado de convencerme de que no sería así, pero ahora la actitud de Nolan y el hecho de que la carpeta contuviera algo, apuntaba justo a eso:

—Mi padre lo sabía, ¿cierto? —pregunté sin saber cómo rayos logré pronunciarlo.

Él asintió quedamente y volvió a fijarse en la laptop.

—Pero no sé hasta qué punto —murmuró.

Mi voz interna me habló: "ya lo venías suponiendo, ahora acéptalo".

Y lo aceptaba a pesar de que me causaba tristeza y una profunda decepción, porque en realidad ya era ridículo negar que Ax, la sombra y todo el misterio de STRANGE tenían demasiada relación con mi familia. El punto era que ahora tenía un montón de dudas más, por ejemplo, si mi padre había sido un simple profesor de filosofía, ¿cómo había podido estar implicado y en qué parte?

Traté de no quebrarme. Mandé a mi adolescente inestable, miedosa y con ganas de echarse a llorar por no tener ni idea de quienes eran sus padres, hasta el fondo de mí. Seguíamos todos juntos en eso. Más que nunca había que ser fuerte y llegar al final, de lo contrario solo había un destino: ser asesinados.

En cuanto la laptop encendió por completo, Nolan entró a la carpeta y comenzó a explicar:

—Dentro de la carpeta solo había un archivo de documento. El documento, sin nombre, contiene doce páginas, y lo que hay en esas páginas es esto...

Hizo doble click en el archivo de documento y doce hojas en PDF se desplegaron. Me incliné automáticamente hacia la pantalla, atónita por lo que eran:

—¿Expedientes?

Nolan asintió.

—Cada hoja es el perfil de una persona.

Estudié las hojas. Tenían información como el nombre, la edad, el tipo de sangre, las características físicas, el estado de salud, la ascendencia, el nacimiento, algunos datos raros que no entendí, y en la parte superior izquierda incluso se mostraba una fotografía del rostro de ese sujeto.

Los rostros eran de chicos y chicas. Cada uno era extremadamente diferente en cabello, color de piel y rasgos. Los perfiles apuntaban a que todos tenían entre dieciocho y veintitrés años, y estaban registrados por un número del uno al doce junto a su fotografía.

El número uno era nada más ni nada menos que Ax, y el número diez era el mismísimo Vyd.

Por un segundo no comprendí por qué rayos estaban allí ni por qué tenían expedientes, hasta que de repente los engranajes de mi cerebro se activaron y recordé que Vyd nos lo había dicho: "éramos doce, pero ahora solo quedamos cinco".

La situación adquirió mucho más sentido.

—Son los doce de STRANGE —dije, aunque soné un tanto dudosa.

—Al parecer, Vyd no mintió —afirmó Nolan.

Me detuve en el expediente de Ax. En su fotografía se veía igual que ahora, solo que con el cabello más largo, con la piel un poco más pálida y con unas ojeras violáceas muy marcadas; pero el resto era lo mismo: los ojos de diferentes colores y los rasgos atractivos. Abajo estaba una imagen de sus huellas y una palabra las indicaba como: removidas.

—Ax nació en Dinamarca —revelé, asombrada, mientras leía su información—. Y en la casilla de su nombre no hay nada. ¿Es que no tenía nombre?

Comparé eso con el perfil de Vyd. En la fotografía tampoco se le veía la mitad de la cara, pero en ella tenía puesta una especie de mordaza de hierro, algo así como la de Hannibal Lecter. El resto también estaba igual: el abundante cabello de color blanco y los ojos amarillos, grandes, aterradores e inyectados en sangre que ni siquiera podían mirarse fijamente por mucho tiempo.

La casilla de su nombre decía: Bidyu. Tenía veintitrés años. Busqué algo que dijera: "habilidades" pero no había nada sobre eso en ninguno de los expedientes.

Volví a la información de Ax. Decía que tenía veinte años. También estaba escrito su peso, tipo de sangre, su estado físico, una lista de porcentajes titulados como: "desarrollo mental" "objetivos alcanzados" "área dominada" y algunos otros.

—Sí, sé que es impactante —dijo Nolan, ahora mucho más preocupado e inquieto—, pero esto no es todo, hay otra cosa... ¿lista para ver?

Ya el corazón me latía rapidísimo por la expectativa, el asombro y la ola de dudas y preguntas golpeando mi mente; pero me armé de valor y asentí. Nolan se inclinó más hacia la laptop para manipularla y cambió a otro expediente. Al instante señaló la fotografía del sujeto de ese perfil. Era una chica.

—Esta chica representa el número dos —indicó—. Y tiene los ojos idénticos a Ax, pero invertidos.

No di crédito a lo que veía. ¡Era cierto! La chica de cabello largo tenía un ojo claro y un ojo oscuro al igual que Ax. La diferencia estaba en que en donde Ax tenía el ojo negro, ella tenía el claro; y en donde él tenía el claro, ella tenía el negro. Su mirada incluso era avispada y llamativa. Sus rasgos eran asombrosos, delicados y hermosos.

Tampoco tenía nombre.

—Y además... —continuó Nolan.

Movió el cursor hasta una línea del expediente de la chica que estaba marcada en azul. Solo en ese instante me di cuenta de que eso era un link.

—Cada expediente tiene su respectivo link —me explicó él antes de hacerle click—. Todos llevan a lo mismo: un servidor que requiere una contraseña para poder acceder.

Al hacer doble click en el link, emergió una nueva ventana en la pantalla. Era totalmente negra en el fondo y únicamente tenía en el centro un rectángulo verde con una casilla para escribir. Sobre esa casilla decía: "password:".

—El chico me dijo que era un servidor alojado en otras redes y que no podía entrar sin hacer un hackeo profundo y peligroso —continuó explicando Nolan. El cursor estaba inmóvil en la pantalla—. Pensé que no tendríamos modo de conseguir eso, pero probamos con la misma contraseña de la carpeta, y funcionó.

Nolan tecleó algo que en la casilla de la contraseña se reflejó como una serie de asteriscos. Después presionó "enter" y la pantalla negra desapareció. Lo que apareció al instante se me pareció a un video grabado por alguna cámara de seguridad en modo de visión nocturna, es decir, todo en verde, negro y blanco...

Pero en lo que vi que en la parte inferior de la pantalla había una línea de fecha, hora y mes, y que los tres eran de ese mismo día, entendí que era una grabación en vivo.

Lo que se estaba transmitiendo en pantalla desde algún lugar del mundo, en ese instante, era una especie de habitación totalmente negra. No tenía luces, y si se veía era por la visión nocturna. Sin embargo, se alcanzaba a detallar que había una cama contra una de las cuatro paredes y que sobre ella reposaba un cuerpo.

Supe de inmediato, por el cabello largo, que era la chica del expediente.

Estaba encogida en posición fetal, totalmente desnuda. Algunas partes de su cuerpo se veían oscuras, como si tuviese heridas. Junto a su cama, en el suelo, había algo que parecía un charco, y por el color tuve la intensa sospecha de que era sangre. Aun así, ella estaba viva. Un contador de latidos lo indicaba en la parte inferior izquierda de la pantalla.

Yo ya tenía la piel erizada, la boca entreabierta y las manos frías cuando hablé:

—¿En dónde está?

Nolan alzó los hombros, genuinamente incrédulo.

—No lo sé —contestó—. Todos los demás expedientes tienen la dirección de donde se encuentra cada sujeto, menos el de ella y el de Ax. Esa casilla está en blanco.

—¿Ya sabes cuáles de los doce están vivos? —pregunté también.

Nolan asintió.

—Los vivos son: ella, Ax, Vyd, el número doce y el número ocho —me informó—. Las cámaras del resto siguen grabando, pero no hay nadie en las habitaciones. Están vacías.

Ni siquiera encontré algo coherente para decir. Estaba asombrada en un nivel temeroso y desconcertante. Solo pude ver de nuevo el expediente de Ax, sorprendida porque mucha de la información que habíamos querido tener para saber quién era, siempre había estado en esa habitación, muy cerca de nosotros.

De repente me fijé en que había una nota al final de la hoja. Estaba marcada en rojo: "URGENTE: aprobado el traslado inmediato a centro.".

Miré a Nolan, totalmente perpleja.

—Lo trasladaron de dónde estaba antes o iban a trasladarlo de allí a donde estuviese el "centro" —comenté, haciendo suposiciones.

Nolan ya se había fijado en lo mismo.

—Tal vez por esa razón escapó y terminó en tu patio.

Eso me causó un montón de dudas. Sacudieron mi mente un momento, locas y exigentes, pero de pronto logré conectar y notar algo.

Puse cara de confusión, de que algo no encajaba.

—Pero entonces, ¿por qué vendría a buscar a mi padre? —solté en un intento de atar los cabos—. Si él tenía estos expedientes significa que formaba parte de lo que lastimó y retuvo a Ax. ¿Por qué Ax querría ayuda de uno de los hombres implicados en STRANGE?

Nolan me miró fijo a los ojos, y yo fijo a él. Compartimos la misma mirada preocupada, asustada y confusa, pero durante un momento la de él tuvo un brillo de mayor entendimiento.

—Mack —pronunció, desconcertado—. ¿Estás segura de que cuando encontramos a Ax esa noche, él estaba buscando ayuda de tu padre? ¿O solo fue algo que creímos?

Iba a responder, pero entonces lo oí.

Escuché algo a lo lejos, algo extraño, algo que me hizo agudizar el oído como si tuviese un superpoder para captar lo que otros no. Hundí las cejas, intrigada, y luego Nolan también las hundió al percibir lo mismo. Pestañeamos sin saber qué rayos era porque no podíamos determinarlo...

Era algo que estaba en el techo.

No, era algo en las paredes.

No, era algo en el suelo.

No.

Era algo que venía.

Ambos miramos hacia la puerta del despacho, y en un segundo se abrió abruptamente de una fuerte patada.

Lo primero que vi fue un fusil. Lo segundo: un montón de tipos sosteniéndolos. Lo tercero:

—¡Quietos o disparamos! —gritó alguien—. ¡¿En dónde está el muchacho?!

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