Avatar. Siempre Juntos

By nicolasgodetti

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En lo que se van desarrollando como héroes y figuras mundiales, nuestros cinco protagonistas verán la vida pa... More

Introducción
Capítulo 1. Fin de la Fiesta, Parte 1 (Inicio del Libro 1: Loto Negro)
Capítulo 2. Fin de la Fiesta, Parte 2
Capítulo 3. Reflexiones
Capítulo 4. Firmeza y lealtad
Capítulo 5. Contención
Capítulo 6. Infiltrada
Capítulo 7. Máscara caída
Capítulo 8. Alianza rota
Capítulo 9. Fugitivo
Capítulo 10. Golpe de Estado, Parte 1
Capítulo 11. Golpe de Estado, Parte 2
Capítulo 12. Conspiraciones
Capítulo 13. A su disposición...
Capítulo 14. Él no es el único...
Capítulo 15. Agni Kai
Capítulo 16. "Nos volveremos a ver..."
Capítulo 17. Los Cuatro Temerarios (Inicio del Libro 2: República Unida)
Capítulo 18. Jefa Beifong
Capítulo 19. Relación complicada
Capítulo 20. En dudas
Capítulo 21. La propuesta
Capítulo 22. Noche alocada
Capítulo 23. En el punto de mira
Capítulo 24. Atormentados
Capítulo 25. "Hasta pronto, Señor del Fuego"
Capítulo 26. Recuerdos de un gran día
Capítulo 27. "Juntos venceremos"
Capítulo 28. El enemigo está dentro
Capítulo 29. Testigos en peligro
Capítulo 30. Alta traición
Capítulo 31. Corrupción y discordia
Capítulo 32. República Unida de Naciones
Capítulo 33. La boda de Aang y Katara
Capítulo 34. Princesa Izumi
Capítulo 35. Adiós a un grande... (Inicio del Libro 3: Crecimiento)
Capítulo 36. Nuevos habitantes en la Isla
Capítulo 37. ¿El primero de cuántos?
Capítulo 38. Padres primerizos
Capítulo 39. "En honor al Avatar Aang..."
Capítulo 40. Ruptura
Capítulo 41. Tiempos felices
Capítulo 42. Atentados a la Justicia
Capítulo 43. Tensión
Capítulo 44. Presionados
Capítulo 45. Amor y terror
Capítulo 46. Entre la espada y la pared
Capítulo 47. "Mi todo"
Capítulo 48. Técnica Prohibida
Capítulo 49. Corporación Col
Capítulo 50. Por segunda vez...
Capítulo 51. Más fuertes que nunca...
Capítulo 52. EL REY
Capítulo 53. Plenitud (Inicio del Libro 4: Orígenes)
Capítulo 54. Cicatrices
Capítulo 55. Amor es amor
Capítulo 56. Los hijos del Avatar
Capítulo 57. Cita "a ciegas"
Capítulo 58. Una nueva oportunidad
Capítulo 59. Un momento para recordar...
Capítulo 60. ALEGRÍA
Capítulo 61. Karith
Capítulo 62. "Ella es la mejor"
Capítulo 63. Mentiras y amores sin culpa
Capítulo 64. A un paso de...
Capítulo 65. La jugada de Yakone
Capítulo 66. El legado de los Sato
Capítulo 67. ¡Como roca!
Capítulo 68. Una Beifong más
Capítulo 69. Primeros verdaderos pasos (Inicio del Libro 5: Tío Sokka)
Capítulo 70. Futura Reina
Capítulo 71. Tío Sokka
Capítulo 72. "Nunca dejes de sonreír"
Capítulo 73. Heridas que no cicatrizan
Capítulo 74. Dejarse llevar...
Capítulo 75. Más juntos que nunca
Capítulo 76. Compañía Incondicional
Capítulo 77. Oogi
Capítulo 78. Tiempo juntos
Capítulo 79. Como una familia...
Capítulo 80. Reunión
Capítulo 81. Sometidos (Inicio del Libro 6: El Caso Yakone)
Capítulo 82. Jefa Invicta
Capítulo 83. Familia Beifong
Capítulo 84. El Encuentro
Capítulo 85. Esperanza
Capítulo 86. Yakone
Capítulo 87. Concejal Sokka, Parte 1
Capítulo 88. Concejal Sokka, Parte 2
Capítulo 89. El Juicio a Yakone, Parte 1
Capítulo 90. El Juicio a Yakone, Parte 2
Capítulo 91. Heredero (Inicio del Libro 7: El futuro)
Capítulo 92. Hojas de Vid
Capítulo 93. Opuestos
Capítulo 94. Realeza
Capítulo 95. Sueño Cumplido
Capítulo 96. Sin rumbo fijo
Capítulo 97. El futuro se hace presente
Capítulo 98. Industrias Futuro
Capítulo 99. Internas Familiares
Capítulo 100. Traspaso de Poder
Capítulo 101. Los hijos de Aang y Katara
Capítulo 102. La odisea de Suyin
Capítulo 103. Jefe Sokka (Inicio del Libro 8: Despedidas)
Capítulo 104. Relación Tóxica
Capítulo 105. LEYENDA
Capítulo 106. Sentimiento Igualitario
Capítulo 107. Un amor de verdad
Capítulo 108. Larga vida a la Reina Mai
Capítulo 109. El llamado a la protección
Capítulo 110. Un último baile
Capítulo 111. SIEMPRE JUNTOS
Capítulo 112. Un motivo para seguir
Capítulo 113. Dolor en la belleza
Capítulo 114. GRACIAS
Epílogo
Agradecimientos

Capítulo 115. Descendientes

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By nicolasgodetti

| AÑO 160 DG |


Han pasado 60 años desde el final de la Guerra de los 100 Años...

60 años desde que Sokka y Katara encontraron al pequeño y divertido Aang en el iceberg.

60 años desde que toda una aventura inició.

60 años desde que una familia comenzó a formarse, y se prometió estar siempre unida.

Seis décadas desde que el Príncipe Zuko había sido coronado como nuevo Señor del Fuego.

Hacía nueve años Sokka había tenido que despedirse de su amada Suki, mientras que Zuko hacía lo mismo con su amada Mai. Dos grandes amores se dividían, y dos grandes leyendas se iban.

Hacía siete años lamentablemente el tiempo de Aang en aquel mundo se había terminado, y había dado paso a un nuevo Avatar. Una niña atrevida y soñadora llamada Korra.

Y hacía tan solo unos meses, los viejos amigos habían tenido que hacerle frente a una pérdida que lo cambió todo. La pérdida del gran Sokka, una leyenda sin igual. Una inspiración mundial. Su muerte había golpeado mucho a todos, y aunque muchos no pudieron presentarse a su entierro, eso no significó que no hayan lamentado su deceso.

Sus sobrinas, especialmente, Lin y Suyin, se habían enterado de lo sucedido desde sus nuevos puestos. Una era Jefa de Policía en Ciudad República, y la otra Matriarca del apenas nacido Clan de Metal. Lamentablemente, ni siquiera eso las unió entre sí o con su madre, quien tampoco hizo acto de presencia ante el deceso de su gran amigo, el cual sintió partir desde el pantano.

La energía que Sokka había desprendido siempre, sus ganas de vivir, sus ganas de seguir adelante y de ser cada día más fuerte, habían sido siempre muy admiradas por su vieja amiga Toph, y no le fue muy difícil ya no "verlo" en el plano terrestre. En aquel momento ella se hallaba recolectando sus hongos favoritos para la cena, cuando aquel zumbido llegó a sus pies...

La muerte de Sokka había llegado, lamentablemente, unos pocos días después de que Pema descubriera una gran noticia que había alegrado muchísimo a su esposo Tenzin y a todos en el Templo Aire de la Isla. Estaba embarazada...

. . .

En aquel momento el embarazo de Pema era de un par de meses, pero ahora se habían cumplido nueve meses. Había llegado el gran día. Pema se hallaba inclinada hacia el huerto que una de sus amigas acólitas había cuidado en aquella temporada, cuando entonces sintió un fuerte dolor interno y de un segundo al otro un extraño líquido había cubierto la tierra bajo ella.

Espantada, Pema fue ayudada por sus compañeras acólitas a regresar al Templo, y de inmediato llamaron a Tenzin al Ayuntamiento. Aquel día la sesión duraría toda la mañana y gran parte de la tarde, sin embargo apenas el teléfono sonó el Concejal sabía perfectamente de qué se trataba, por lo que solo fue atender y preguntar si era lo que creía que era.

Cuando oyó un "sí" del otro lado, dejó incluso descolgado el teléfono y subió a la terraza del edificio, subiendo a Oogi más rápido que un rayo y partiendo hacia su hogar. Para su buena suerte, no era demasiado tarde cuando llegó al Templo. Pema estaba en trabajo de parto y su amado pudo estar presente en la habitación, aunque no estaba preparado emocionalmente para aquello. Un parto es una montaña rusa de emociones que acaba sin dudas en la emoción.

Tenzin no pudo evitar acabar así, muy emocionado con lágrimas en los ojos, pues todo el tiempo pensaba en lo inevitable: su padre no había tenido la oportunidad, ni el tiempo, de conocer a su primer nieto. Sosteniendo la mano de Pema, Tenzin terminó perdido en sus pensamientos y con sus ojos llenos de lágrimas, cuando entonces un ensordecedor llanto le devolvió a la tierra...

-¡Es una niña!- Exclama la acólita partera, cubriendo a la recién nacida con varias mantas.

Sin poder creerlo, Tenzin se queda boquiabierto a la vez que sonríe y mira con emoción a su amada Pema, quien sonríe débilmente mientras mira hacia el frente. Terminando llorando, el Maestro Aire besa la frente de su hermosa esposa y la mira a los ojos.

-Lo lograste. Felicidades...- Dice él apenas, cuando entonces no logra evitar girarse para ver cómo las acólitas están limpiando de sangre a la bebita. –Eres la mejor.

-No habría hecho esto sin ti aquí. Te amo.- Le dice Pema, levantando un poco su mano.

Después de unos minutos, por fin la acólita de unos 50 años se acerca de nuevo hacia la pareja, cargando a la pequeña entre mantas anaranjadas y dejándola en brazos de Tenzin. Él, al tenerla en sus brazos, se queda embobado viendo su pequeña y dulce carita, mientras sus manitos buscan salir desde debajo de la manta buscando algo. De pronto sus deditos llegan a la nariz de Tenzin y la aprieta, causando risas entre sus padres.

-Me recuerda a tu padre.- Le dice Pema, viendo sus ojos grises.

-A mí también...- Le dice Tenzin. –Nuestra pequeña y linda niña.

-¿Ya decidieron su nombre?- Pregunta una joven acólita presente en la habitación.

-Así es.- Dice Tenzin, mirando a Pema y volviendo a mirar a la bebita. –Jinora...

Viendo a la pequeña Jinora, Tenzin y Pema se le quedan sonriendo encantados, mientras la pequeña esboza una pequeña sonrisa y extiende sus manitos hacia arriba.

-Les dejaremos solos, y felicidades Tenzin y Pema.- Dice la acólita anciana, siendo la última en salir de la habitación tras sus compañeras.

Tras ver la partida de las acólitas que la asistieron, Pema devuelve su atención a su pequeña hija recién nacida, apoyando la cabeza en el hombro de su amado y cerrando sus ojos...

. . .

Apenas unos días después, todos los amigos y familiares cercanos a los nuevos padres habían enviado cartas y regalos al Templo Aire de la Isla. Desde la Tribu Agua del Sur, Katara le había enviado su legendaria bendición a la pequeña bebé, deseando con todas sus fuerzas que fuese una gran Maestra Aire en el futuro, y asegurándole a Tenzin que Aang estaría orgulloso.

Ahora, Tenzin y Pema se hallaban disfrutando de una tranquila tarde, merendando junto a unos niños acólitos que veían y adoraban a la pequeña Jinora. Aquella pequeñita era adorable y muy linda. En verdad era muy tranquila, hacía llorar apenas una vez al día y solía ser cuando tenía hambre, aunque era alimentada de inmediato por las dos acólitas que estaban pendientes de su cuidado. Claro que Pema se ocupaba de su hija, aunque dos pares de manos extra no venían mal. Además Tenzin había insistido, y las acólitas disfrutaban ayudar.

-Disculpe Maestro Tenzin, ¿le gustaría que les tomase una foto?- Le pregunta una joven acólita de unos 20 años, llegando hasta la feliz familia de tres cargando una gran cámara.

-Oh, nos encantaría.- Le responde el monje. –Cariño. Una foto.

-Oh, claro.- Acepta Pema, poniéndose en pie y tomando a Jinora del carrito a su lado.

Una vez está de pie, Pema es abrazada un poco por detrás a Tenzin. Están sonriendo a la cámara cuando entonces la linda Jinora esboza otra sonrisa, estirándose y tosiendo un poco, causando gran ternura y llamando toda la atención de sus padres, quienes no evitan verla. De igual forma la fotografía es tomada y sale muy hermosa. Es una muy hermosa y tierna familia.

Semanas después del nacimiento de la hermosa Jinora, la familia recibió muy agradables visitas en la Isla. Desde la Tribu Agua del Sur, Katara y Kya, y desde un punto inexacto del mundo, Bumi, quien había tirado el ancla de su gran acorazado cabeza de las Fuerzas Unidas en la Bahía Yue, sorprendiendo a todos en la Ciudad. Se había acercado a la Isla en lancha.

Juntos, los tres conocieron a la pequeña y tierna Jinora. Claro que les había encantado a todos y de inmediato les había recordado a Aang. Reía siempre, y su mirada era la de su abuelo. Unos potentes ojos grises llenos de energía, listos para comerse al mundo entero. Así había sido Aang, y así era ahora Jinora; y aunque aquellos dos no habían podido conocerse, Tenzin sabía bien que el espíritu de Aang se hallaba siempre con ellos, y de alguna u otra forma la había conocido.

O lo haría, cuando la pequeña Jinora conociera a la también pequeña Korra, de 7 años de edad.


~*~*~


Y los años habían comenzado a pasar nuevamente, al igual que muchos otros hechos que quizá no tuvieron tanta relevancia como sí el fallecimiento de un grande, o el nacimiento de alguien que en su futuro sería grande. Todos vivían cosas, todo cambiaba, y las Naciones no tenían más que amoldarse a la nueva era que Aang y Zuko habían iniciado hace más de sesenta años.

Además de haber establecido un nuevo orden mundial tras el final de la guerra y el surgimiento de la República Unida de Naciones, Aang y Zuko tenían sus propios legados por los que habían luchado y que habían defendido hasta el final. Zuko había sido Señor del Fuego por más de seis décadas y le había devuelto el honor a su Nación, en lo que Aang había dado inicio a los Acólitos del Aire, fundado el Templo Aire de la Isla, y repoblado los cuatro Templos originales.

Además, Zuko había sido padre junto a Mai de una hermosa niña a la que llamaron Izumi, y que se había convertido en la Princesa heredera del Trono. Por otro lado, Aang y Katara no se habían quedado solos, pues tuvieron tres hijos. Bumi, Kya y Tenzin. Un no-maestro, una maestra agua y un maestro aire, por supuesto que este último el que más alegría y orgullo trajo a su padre.

A pesar de todo, los tres habían crecido como grandes y buenas personas, y de alguna u otra forma habían descubierto sus caminos en aquellas vidas y en aquel mundo en el que les había tocado vivir. Alguno lo hizo alejándose de casa mientras que otro quedándose en ella, pero al fin y al cabo habían terminado por reunirse en los momentos en los que la familia debía estar unida, pero mucho más importante, en los que los hermanos debían estarlo.

La relación entre Bumi, Kya y Tenzin quizá no era la mejor. Había muchos estorbos en su pasado que les impedían tener una hermandad y una amistad más fuertes, pero no por ello es que se odiaban. Cuando se encontraban, bromeaban un poco, en especial los mayores molestaban al pequeño Tenzin, quien siempre fue tan adorado y mimado por Aang. Ninguno tenía claro si en algún momento las cosas se solucionarían por completo entre ellos, pero por su madre y por su difunto padre, nunca dejarían de estar en contacto. Estarían siempre juntos.

Y otros que habían prometido estar siempre juntos, eran los miembros del Equipo Avatar. En los últimos años, sobre todo, habían tenido que separarse demasiado, uniéndose solo cuando uno de ellos fallecía. Después de tantos años, lamentablemente habían pasado de ser seis a ser tres, y estos vivían muy separados uno del otro. Zuko en la Nación del Fuego, Katara en la Tribu Agua del Sur, y Toph en el pantano, aunque nadie más que ella sabía que allí era donde residía.

Toph había vivido mucho en el mundo, en la sociedad, y ahora lo único que deseaba para sus próximos años de jubilación era descansar alejada de todo y de todos. Después de tantos años en Ciudad República como su Jefa de Policía y de soportar al crimen y al pueblo, Toph no pedía demasiado. Lo había vivido todo, era una mujer hecha, deshecha, completa. Algunos cabos que habían quedado sueltos, quizá, pero que no le importaban demasiado.

A pesar de todo, a pesar de la distancia, a pesar del tiempo, la unión y el amor que había estado presente siempre en el Equipo Avatar, no había desaparecido. Aquel gran amor, aquella gran hermandad, aquella gran unidad, seguían presentes y seguían latiendo en los corazones de cada uno. No sabían si en algún momento volverían a reunirse los que restaban, pero si no sucedía, no por ello dejarían de quererse mutuamente y desear lo mejor para las vidas de los demás.

Eso es lo que hacían los amigos, eso es lo que hacía la familia.


~*~*~


~*~*~ SIETE AÑOS DESPUÉS – Año 167 DG ~*~*~

Las grandes antorchas de la renovación han sido encendidas y decoran todo el Palacio Real de la Nación del Fuego, en aquel gran día que ha iniciado desde muy temprano para todo aquel que sirve a la Familia Real tras los muros de protección. Por fuera, las calles se han llenado por miles de ciudadanos que esperan ansiosos aquel gran anuncio, el cual les ha tomado por sorpresa.

Desde hace días que se venía maquinando, dentro de la Residencia Imperial, la forma en la que se anunciaría, pero finalmente todo plan quedó en el aire y el portavoz del Palacio Real lo dijo sin más en una conferencia de prensa, en el joven Ministerio de la Nación del Fuego. Aquel que falló cuando estaba bajo la administración de Ur, y que se había reinventado hace algunos años.

Ahora, la Nación del Fuego vivía regida por la figura de su Rey, sí, pero quien contaba con aquel campo lleno de ministros, economistas y que tenían mil doctorados que le ayudaban a dirigir al país en un camino lleno de grandeza. En las últimas décadas, tras el final de la Guerra de los 100 Años, la Nación del Fuego había pasado a un tiempo de renovación.

Con el estable y siempre firme liderazgo del Señor del Fuego Zuko, aquella nación tan odiada en el mundo recuperó su honor, su gloria, y mantuvo su título como la mayor potencia mundial. Pero no solo se dedicaron a mantenerse de pie, sino que Zuko utilizó todo lo que la Nación del Fuego tenía bajo su poder para ayudar a la reconstrucción de las demás naciones, teniendo gran participación especialmente en lo que fue considerado el resurgimiento de la Tribu Agua del Sur, la cual había sido víctima de la mano dura de su abuelo, el Señor del Fuego Azulón.

En todos sus años como Señor del Fuego, Zuko había tenido que enfrentarse a problemas muy difíciles y situaciones muy adversas, pero siempre había logrado salir adelante costase lo que costase. Con un poco de ayuda del Avatar quizá, o de su amada esposa, pero Zuko aprendió de un modo difícil, presionado y casi obligado... Siempre supo que su destino era el Trono, pero nunca imaginó que cuando llegara a él su vida se volvería tan compleja, tan distinta a lo que era cuando era un Príncipe exiliado o un fugitivo de su propia Nación.

Su vida ha variado mucho. Ha vivido muchas cosas distintas, algunas muy buenas y otras en verdad muy malas. Su infancia y juventud no fueron las mejores. Que tu propio padre te queme el rostro y te exilie por hablar fuera de turno fue quizá lo peor, pero con el tiempo Zuko lo vio como lo mejor que le pudo pasar, lo mejor que Ozai pudo hacer por él. Así fue como aprendió mucho, así fue como se perdió y encontró su verdadero camino: el de un héroe.

Su corazón siempre le había indicado que su vida como Príncipe, viviendo dentro del Palacio, no era su verdadera vida. Había un mundo por descubrir ahí fuera y lo pudo hacer cuando estaba obsesionado con capturar al Avatar. En un primer momento claramente no pudo notarlo, pues su locura era muy alta y su mente no estaba centrada, pero con el tiempo vio que conoció los Templos del Aire, las Tribus Agua, el inmenso Reino Tierra...

Todo el mundo estuvo bajo sus ojos cuando se propuso algo: capturar al Avatar, y sabía que cuando se propusiera algo mejor, como defender a aquel mismo mundo y guiarlo por la senda del bien, no solo tendría al mundo para él, sino que también al universo entero. Un universo que antes le había dado la espalda, pero que ahora le permitía ver sus estrellas en lo alto y le concedía ser una. Zuko se había convertido en una luz de esperanza, el faro de su nación que le señalaba a su gente cuál era el mejor camino a seguir. Un camino de amor y de paz.

"Hoy, por fin la guerra ha terminado. Le prometí a mi tío que restauraría el honor de la Nación del Fuego, y lo haré. El camino por recorrer es difícil. 100 años de guerra dejaron al mundo lastimado y dividido, pero con la ayuda del Avatar, podemos volver al camino correcto y comenzar una nueva era de amor y de paz."

Zuko recuerda aquel día como uno de los más grandes en su vida. El día en el que fue coronado como el nuevo Señor del Fuego, después de que su padre Ozai fuese derrotado por el Avatar y la gran guerra haya terminado. Un momento que no solo marcó un antes y un después en toda su vida, sino que lo hizo en todo el mundo y que significó el inicio de un nuevo orden mundial.

"¡Que viva el Señor del Fuego Zuko!", exclamó el Sabio Mayor en aquel momento, y todos los que habían asistido celebraron con fervor. Entre el público Zuko podía ver a sus amigos, aliados de todo el mundo y claro que a la nobleza de su Nación. Zuko estaba listo para que su gobierno sea exactamente ello, algo variable, diverso y abierto.

El camino no fue fácil. Zuko recibió un país que por cien años había sido acostumbrado a la idea de que su objetivo en el mundo era ser el destructor y conquistador de todo. Su gente había sido moldeada para que odiara a las otras naciones, y al menos dos generaciones habían nacido en aquel ambiente de opresión y destrucción.

Lo peor de todo era que, quienes no pensaban como el Señor del Fuego, recibían castigos y eran tomados como criminales, siendo encerrados injustamente y por lo tanto destruyendo familias que solo deseaban un mundo en paz. Y no solo a ellos, pues las manos firmes de los Reyes Sozin y Azulon habían enviado a prisión a personas que tenían gustos sexuales distintos al que estaba "normalizado". Lamentablemente, las personas homosexuales eran condenadas a prisión.

Viendo un poco este panorama e incluso sabiendo que había niños con una mente alterada por la violencia que había estado presente ya desde sus primeros años, Zuko se puso manos a la obra, decidido a cambiar esto. Su buena intención por supuesto que tuvo respuestas divididas por parte del pueblo. Por un lado, muchos se alegraron con la idea de que su Rey ahora era una persona con una mente más abierta, compasiva y serena, pero por otro lado...

Bueno, lo que sucedió con los falsos Kemurikage y la Sociedad del Nuevo Ozai, son prueba de que no todos en la sociedad se unieron a la buena intención del Señor del Fuego Zuko. Incluso se pusieron en su contra y marcharon por las calles, asustando a la gente que solo deseaba vivir en paz y tenía una buena voluntad para mejorar. Aquello provocó tensión entre el pueblo y en la propia Guardia del Rey, pero todo logró resolverse. Zuko supo resolverlo.

Y así sucedieron muchos otros problemas a los que Zuko debió hacerle frente. Era un Señor del Fuego nuevo, un gobierno nuevo, una Nación del Fuego nueva. Una sociedad que debía armarse de valor y enfrentarse a los nuevos tiempos que se venían... Y con el paso del tiempo, tal parece que todo fue mejorando. El mundo fue avanzando, y aquella que fue la súper potencia mundial por más de 100 años, no se quedó atrás, sino que avanzó a la par e incluso mucho más.

Mientras la República Unida de Naciones demostraba ser una nación fuerte y segura que crecía y superaba toda crisis que se interponía en su camino, y muchos pensaban que sería la nación en el futuro más fuerte, la Nación del Fuego pisoteó todo mal comentario que se hizo sobre ella fuera de sus fronteras y siguió adelante, superando al "pequeño Imperio del Avatar" del que no debían olvidarse que su Señor del Fuego era cofundador.

No solo su sociedad había avanzado y se había desarraigado de la guerra y los pensamientos genocidas, violentos y opresores impuestos por los Señores de la Guerra; sino que sus ciudades también se expandieron, sus tecnologías crecieron, sus industrias ganaron mayor fama, mayor complejidad, mayor diversidad. Los grandes periódicos del mundo la llamaron "una explosión de modernidad que los nacidos en el ecuador del mundo supieron contener con facilidad. Su naturaleza como líderes y grandes organizadores, les valieron para que lo superaran todo".

Ahora todos estaban en medio de los grandes preparativos para lo que se esperaba un nuevo gran día en la historia de la Nación del Fuego, y que había reunido a decenas de miles alrededor del Palacio Real que gritaban y vitoreaban esperando que alguien saliera a anunciar las grandes noticias. Dentro del Palacio, en las galerías y los jardines, los invitados caminaban y hablaban, riendo entre sí a gusto mientras varios sirvientes repartían copas y aperitivos.

Dentro del edificio, la situación era bastante diferente. Los sirvientes corrían de aquí hacia allá, cargando bandejas y banderas que aún no habían colgado en la Plaza. En la misma, la Guardia Imperial practicaba por última vez su coreografía con Fuego Control. Los Sabios del Fuego leían un antiguo escrutinio y observaban una caja de terciopelo rojo aguardando a un lado.

Con ayuda de sus sirvientes más personales, el anciano Zuko de 78 años termina de colocarse su armadura ceremonial con una túnica roja encima. Tras colocar sus pies en las grandes botas que le aguardaban frente a él, Zuko se gira hacia un gran espejo que cubre una pared entera en aquel vestidor y se observa por un momento. Su largo cabello blanco cae hacia atrás, y entonces ve a uno de sus sirvientes acercarse por detrás sosteniendo una caja de terciopelo bordó.

-Todo está listo, Su Majestad.- Le dice el sirviente que sostiene la caja, cumpliendo con la debida reverencia al igual que los otros dos sastres presentes en la habitación.

. . .

Algunos Guardias Imperiales suenan sus tambores mientras otros expulsan pequeños y cortos disparos de fuego al cielo. Toda la Plaza ha sido muy bien decorada con banderas la Nación del Fuego y todos los invitados de la nobleza ya se hallan en su planicie.

Subiendo apenas un par de escalones, se hallan los Sabios del Fuego aguardando a que el silencio tome protagonismo en la escena, y una vez lo hace, el Mayor se posiciona en el frente. Todo está más que listo, por lo que una vez los Guardias detienen sus tiros de fuego...

-Sean todos bienvenidos, y muchas gracias por estar presentes en este día histórico para nuestra Nación.- Comienza el anciano, alzando los brazos y recibiendo los aplausos de todos frente a él. –Hace 67 años, la Gran Guerra de los 100 Años vio su punto final cuando el Avatar Aang se unió al entonces Príncipe Zuko, y junto a sus amigos y aliados de todo el mundo dieron fin a un régimen que hirió y dividió a nuestro mundo.

>> Con valentía, sabiduría y unidad, nuestro Príncipe Zuko nos prometió una nueva era de amor y de paz, convirtiéndose en el nuevo Señor del Fuego y dando inicio al cambio que necesitaba el pueblo y que exigía el mundo. Bajo su liderazgo, nos convertimos en una sociedad más justa, más abierta y más compasiva, y aprendimos a ver al resto de Naciones como nuestras hermanas y no como nuestras enemigas. Y no solo a las Naciones.

Al oír aquello desde su lugar de espera, detrás de una larga y pesada cortina bordó, Zuko traga saliva. Sabe bien a qué se refirió el Sabio Mayor. A cómo durante su gobierno, Zuko pudo tratar con Azula a tiempo, y logró lo impensado: que sea su hermana, y no su enemiga. No sabe de ella desde hace muchísimos años, aunque según algunos rumores ella estaba más cerca que nunca.

-Ahora, le damos la bienvenida a aquel hombre que durante 67 años nos ha guiado de la mejor forma en la que ha podido y ha puesto su corazón en el Trono. Todos de pie, que los tambores suenen, que el fuego arda con todo su calor en lo alto, ¡que el pueblo grite! Con ustedes, Su Majestad, el legendario y todo-poderoso Señor del Fuego Zuko.

Apenas un milisegundo después de que el Sabio Mayor termine de hablar, todos los presentes aplauden y gritan con gran emoción, cuando entonces dos miembros de la Guardia Imperial abren las cortinas, permitiendo la salida hasta la Plaza de Coronación del anciano monarca.

Zuko viste su armadura militar ceremonial, con una larga túnica bordó encima. Su cabello gris está peinado hacia atrás mientras en lo alto de su cabeza reside una gran Corona de absoluto oro, con cinco puntas que representan a las cinco naciones del mundo y que lleva en el frente el símbolo de la Nación del Fuego, una llamarada, en un tono más oscuro.

Una vez se hace el silencio, Zuko avanza un poco más y sonríe, volviendo a enloquecer a todos los presentes. En cuanto el silencio vuelve al ambiente, el monarca de 83 años eleva el mentón y centra la mirada, prepara su voz y se dispone a decir unas pocas palabras.

-Desde que era niño y vivía en este mismo Palacio junto a mi padre, el ex Señor del Fuego Ozai que en paz descanse, y junto a mi madre, la Princesa Ursa que en paz descanse, aprendí que todo aquel que se convirtió en Señor del Fuego y dirigió con honor y suspicacia a nuestra gran Nación, lo hizo hasta el día de su muerte, y entonces el poder se sucedió a su primogénito.

>> En los libros de historia que leía junto a mi hermana en los jardines en las tardes calurosas, recuerdo que una vez Azula comenzó a hojear todo ese libro, y se dio cuenta de algo. Ninguna mujer había gobernado nuestra Nación. Ninguna mujer había tenido el honor de sentarse en el Trono de Fuego, hasta ahora...- Dice Zuko, volviendo a enloquecer a los presentes.

>> Según el Protocolo, el Sabio Mayor debe ser quien la presenta, pero como en todos mis años como Rey siempre hice aquello que no debía, será un honor para mí presentarla.- Dice Zuko, causando unas pocas risas y unos pocos aplausos. –Nuestra Nación ha crecido, ha cambiado y ha evolucionado. Nuestras mentes se han abierto, y gran parte de mi administración innovadora y moderna ha sido gracias a ella. Con ustedes, Su Alteza Real, la Princesa Izumi.

Tras terminar de hablar, Zuko se hace a un lado mientras los aplausos vuelven a escucharse, a la vez que los Guardias Imperiales vuelven a abrir las cortinas y una mujer avanza hasta donde su padre y los Sabios del Fuego le esperan. Lleva puesto un vestido rojo sangre que le llega a los talones y cuenta con una cola de varios metros hacia atrás, cubierto por un tajado bordó. Tiene su cabello negro recogido y sus lentes firmes frente a sus ojos. Su ceño es muy serio.

Entonces, llega el gran momento del día.

Dos leales ayudan a Izumi a arrodillarse en el centro de la escena, con su padre arrodillándose del lado izquierdo. El Sabio Mayor se posiciona tras la Princesa, mientras que su mano derecha, otro Sabio del Fuego, se posiciona detrás de Zuko. A la vez, otros dos Sabios del Fuego se acercan cargando una caja de terciopelo rojo, que abren y dejan a disposición del Sabio Mayor.

-Hace 67 años, mi abuelo tuvo el honor de coronar a un nuevo Rey que prometía un cambio para la Nación del Fuego y para todo el mundo, y que cumplió extraordinariamente. Hoy, con gran emoción y con gran alegría, corono a quien seguirá con lo hecho por su padre y sostendrá su gran legado como nadie más, empoderando como nunca antes a la mujer. Una Reina.

Antes de proceder, el público vuelve a aplaudir. La mano derecha del Sabio Mayor, entonces, rodea la gran corona dorada que porta el anciano monarca y la levanta, retrocediendo. Al instante el Sabio Mayor, entonces, mete sus manos en la caja de terciopelo rojo y saca de su interior la típica Corona que portan y han portado siempre los Señores del Fuego y que portó Zuko el día de su coronación. Una llama de fuego dorada de tres puntas.

-¡Que viva, la Señor del Fuego Izumi!- Exclama el Sabio Mayor, colocando la corona en el cabello de la Princesa que, ahora pasa a ser Reina.

De inmediato todos aplauden y aclaman a la Señor del Fuego recién coronada, quien se pone en pie y fija su mirada en toda su gente. Los Guardias Imperiales levantan dos grandes banderas de la Nación del Fuego a cada lado de Izumi, mientras otros tres de cada lado lanzan disparos de fuego, cortos y directos, al cielo. En cuanto comienzan a sonar las trompetas y los cuernos gigantes, se oye una multitudinaria aclamación que viene desde fuera del Palacio.

-A eso le llamo tener fanáticos.- Le comenta sonriendo Zuko a Izumi, quien no suelta ni una. En todo momento se mantiene seria, recta y mirando al frente.

Los aplausos y los gritos del público dentro del Palacio continúan un poco más, aunque son muy sobrepasados por todo lo que viene desde fuera, en donde se han reunido en las calles miles y miles de personas. Todos portando banderas, sus propios tambores, saltando, aplaudiendo... y por supuesto que gritando. Aquello era un ruido ensordecedor, pero era un ruido de alegría.

Hace 70 años, aquello era algo imposible de creer. La Nación del Fuego era un país muy estricto, regido por la guerra que ellos mismos impulsaban, extendiendo su poder militar por todo el mundo y debiendo demostrar un nivel de seriedad e ira muy alto. Hace casi 70 años, sus niños debían citar un juramento en nombre del Señor del Fuego, vestir uniformes, no se les permitía bailar, expresarse... Hoy, los nietos de esos niños tienen la oportunidad de ser libres.

Todo eso y mucho más es lo que Zuko había logrado durante su gobierno, y todos tenían seguro que su hija, la nueva Señor del Fuego Izumi, continuaría con todo esto. Desde siempre Izumi se había hecho conocer por ir en contra de las más arcaicas tradiciones de la Nación del Fuego, como cuando quedó embarazada de su primer hijo y la Guardia Imperial intentó interrumpirlo. Izumi pudo refugiarse en sus padres y decidió tener a su hijo, llamado en honor a su tío abuelo.

Aquello había sido un acto total de anarquía en contra de lo que era una Nación que apenas se moldeaba a los nuevos tiempos y a las nuevas formas. Tras ello, Zuko había derribado muchas leyes que iban EN CONTRA de las mujeres, los extranjeros, y los homosexuales, decidiendo que aquellas mismas leyes debían estar, pero A FAVOR de todos estos grupos.

La gran guerra no solo había llevado violencia y destrucción a las otras naciones, sino que esos mismos Reyes que le prometían grandeza a su gente, les estaban oprimiendo y aplastando por detrás. Muchos ven a Zuko como el Sol salido después de la tormenta, y ahora Izumi seguiría en el Trono, brillando en nombre de su padre que merecía un descanso.

Y no era malo que él abdique del Trono, a diferencia de todos sus antepasados que eran Reyes hasta el día de su muerte. Zuko había reconocido que había trabajado arduamente para que su Nación sea la más grande, y con el tiempo lo había logrado y ahora más que nadie se merecía unos años para disfrutar de su duro trabajo, además de que Izumi ya estaba lista y era hasta tonto que siguiera esperando, siendo Princesa con más de 50 años. Lo más importante era que Zuko estaba feliz y satisfecho con su reinado, y eso era finalmente lo más importante.

Se venían nuevos tiempos para el mundo. El cambio se aproximaba. En la Tribu Agua del Sur, la joven y estallante Korra crecía cada vez más y se formaba en el control de los elementos. Para aquel entonces ya tenía 14 años y estaba por iniciar su entrenamiento en Fuego Control. Al leer la carta de Katara donde le contaba aquello, Zuko recordaba cuando entrenó a Aang, lo exigente que era con él... Viejos tiempos, aquellos que de alguna u otra forma, le daban vida.

Pero había algo que le daba más vida a Zuko que los recuerdos de su viejo mejor amigo quien ya había dejado aquel mundo... Y no era nadie más ni nadie menos que su nieto, Iroh. Aquel que había nacido en un tiempo quizá no esperado, pero que fue una notable alegría para todos. Y fue una mayor alegría cuando Izumi le dijo cómo había decidido llamarlo... tal y como su tío.

Cuando Zuko veía a su nieto, inevitablemente pensaba en su tío. Iroh. Un grande entre grandes que había estado para él en todas, que nunca le había abandonado y que incluso cuando pareció que lo hizo, lo llevó a los antiguos testamentos de Sozin para que descubriera que era bisnieto no solo de éste, sino también del Avatar Roku.

Todo ello lo había maquinado Iroh, su tío, quien lamentablemente también se había marchado de aquel mundo, pero del cual perduraba su recuerdo por toda la eternidad. Cuando llegó la noticia a Zuko, el Señor del Fuego ordenó que trajeran su cuerpo a la Nación del Fuego, en donde descansa a un lado de su hijo, Lu Ten, en una cripta privada de la Familia Real.

Ahora Iroh era un joven adulto de 25 años que se había enlistado en las Fuerzas Marinas de las Fuerzas Unidas de la Nación del Fuego y la República Unida. Había sido aceptado y ya cumplía con misiones alrededor de todo el mundo, pero aquel día había regresado a la Nación del Fuego para presenciar la coronación de su madre. Mientras Izumi se dirigía al Salón del Trono para su primera sesión de fotos como Reina, Zuko decidió quedarse un poco atrás y retener a Iroh.

-Ha sido un gran día, ¿no crees?- Le comenta el anciano, sonriendo.

-Así fue. Incluso creo que la vi sonreír por un momento.- Bromea Iroh con su abuelo.

-¿De veras? Has tenido suerte, yo no lo he logrado.- Le dice Zuko, riendo.

Mientras van caminando hacia la Sala del Trono, Zuko e Iroh siguen comentando otras cosas sobre la coronación y, por supuesto, sobre la nueva Señor del Fuego Izumi. Entonces, Zuko le recuerda las incontables veces que caminaron por esos mismos pasillos.

-Recuerdo que te vestías con largos sacos, diciendo que algún día serías un gran General. Y yo te miraba, tan pequeño y tan lleno de sueños... Y mírate ahora.

-Bueno, aún no soy General, abuelo.- Le responde Iroh, sonriendo con un poco de vergüenza.

-Pero lo serás, y serás el más grande General que las Fuerzas Unidas puedan tener.- Le asegura Zuko, palmeando su hombro.

-Muchas gracias abuelo, no sabes cuánto significan esas palabras viniendo de ti...- Le dice el más joven.

-Oh, creo que sí lo sé. Creo que es lo mismo que yo sentía cuando mi tío me lo decía a mí. Lo más importante es que nuestro entorno nos apoye en toda decisión que tomemos, por más que no sea la correcta, es así como aprendemos.- Le dice Zuko, sonriendo.

-Creo que lo que te faltaba era el cabello blanco.- Le dice Iroh, riendo a continuación.

-¿Por qué lo dices?

-Recuerdo que cuando era niño intentabas aconsejarme como lo hacía tu tío contigo, y te salían frases realmente horrorosas. Creo que la clave es el cabello blanco.- Le dice Iroh, riendo.

-Ah, ¿con que eso crees? Pues bien, ya no te brindaré de mi sabiduría, por decir lo de "frases horrorosas".- Le dice Zuko, cruzándose de brazos y fingiendo estar ofendido.

-Oh vamos abuelo, ¿en verdad podías aconsejar a un niño de 10 años con que el amor era como un aperitivo? Hasta lo recuerdo, "el amor es como un aperitivo, en un momento lo ves muy bien, lo pruebas y sabe bien, pero luego se convierte en..." y bueno, prefiero no seguir.

-Sí, bueno admito que en ese tiempo quizá había vuelto a discutir con tu abuela y por eso dije lo que dije, pero no por ello dejan de ser grandes frases.- Responde Zuko.

-Señor Zuko, Príncipe Iroh, la Señor del Fuego Izumi les espera.- Les avisa un Guardia Imperial saliendo desde la Sala del Trono. Parece que fue muy apurado por la nueva Reina.

-Dígale a Su Majestad que no se altere, que la foto con estos dos galanes la tendrá igual aunque lleguemos mañana en la noche.- Le dice Zuko, rodeando a su nieto por el hombro y caminando junto a él hacia el Guardia, quien vuelve a salir corriendo hacia donde se halla la Reina.

Riendo un poco más, Zuko e Iroh siguen caminando por los pasillos del Palacio Real. Finalmente llegan hasta la Sala del Trono y se reúnen con Izumi, posicionándose para las fotos.

Así había iniciado todo. Con la Familia Real, con la Nación del Fuego, y era justo así como una gran historia debía terminar, aunque algo como aquello nunca escribía su punto final, porque siempre había algo más que contar sobre aquel maravilloso mundo en el que vivían y en el que buscaban, siempre, costase lo que costase, la paz y el equilibrio.


~*~*~

Nota: Bueno, espero que les haya gustado este nuevo y último capítulo del fanfic. A continuación, nos queda el epílogo y los posteriores agradecimientos, así que al menos por esta nota me limito tan solo a agradecer por sus votos, comentarios y si comparten la historia con todos sus amigos. -Nico.

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