| AÑO 112 DG |
Caminando por los Acantilados Sur de la Isla del Templo del Aire en una tranquila y silenciosa mañana, Aang y Katara van tomados de la mano. Las bellas plantas, las hermosas y coloridas flores, los lémures de cola anillada que vuelan de aquí hacia allá, los bisontes a lo lejos... Todo en el lugar es sumamente tranquilo, tal y como Aang imaginó que sería su vida.
-Muy bien, ¿ya nos hemos alejado del resto del mundo lo suficiente?- Bromea Aang.
En verdad ese paseo no estaba para nada pensado. Hace no más de 20 minutos Katara le visitó en su oficina en la Torre del Templo, allí le pidió si podían hablar un momento a solas, y ella fue quien eligió ir hasta ese despejado lugar para decirle lo que sea que tenga que decirle.
-Yo creo que sí, el lugar es increíble.- Dice Katara, con sus mejillas sonrojándose al instante.
-Te pusiste tímida cariño, ¿qué sucede?- Le pregunta él, acariciando su barbilla suavemente y levantándola apenas un poco, para que ella le mire a los ojos.
Mirando a su amado directamente a los ojos, Katara sonríe atemorizada. Sabe que el joven de 24 años saltará hasta el espacio exterior cuando escuche la gran noticia, sin embargo ella no se permite dejar de tener miedo, incluso en el gran día, estará muy nerviosa, y es que están en esa situación por segunda vez. Es una segunda oportunidad para él, para su gran sueño.
La alegría que llega a ella una vez se lo cuenta es indescriptible. Una gran sonrisa se forma en su rostro cuando Aang se queda boquiabierto, para luego sonreír con sus ojos húmedos y, tras asimilar lo que acaba de oír, comenzar a reír, gritar y saltar como un desquiciado. En todo ese gran rato, Katara no hace más que reír y seguir a paso ligero a un muy emocionado Aang.
Finalmente llegan hasta otro pequeño precipicio de la Isla, en donde Aang se detiene, montado en su patineta de aire y observando la Ciudad a lo lejos. Su sonrisa se reduce un poco y entonces baja de la esfera, permaneciendo allí, viendo los grandes rascacielos y la gran estatua en su honor por unos breves segundos. Es entonces cuando Katara llega hasta su lado.
Al sentir el suave y dulce tacto de su amada, Aang se voltea lentamente hacia ella, dándole el más grande de los abrazos y el más sincero cariño. Abrazados en silencio, deciden permanecer un poco más, con Aang levantando un poco la mirada, teniendo el rostro de Katara aferrado a su pecho. Cerrando los ojos al igual que ella, Aang deja un beso en el cabello de su amada...
El joven Avatar no tiene idea de a quién agradecerle por la hermosa vida que ha ido formando en los últimos años. Lo que más le gusta y, a la vez preocupa, es que ha podido formar una familia y también construir un hogar sin tener que preocuparse por villanos que busquen su fin. Son tiempos de paz, tiempos felices, y está muy agradecido por ello, pero el sentir que algo realmente malo se aproxima le atemoriza, y no solo por él, por quienes ama...
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La alarma del pequeño supermercado comienza a sonar a todo lo que da, generando luces en tonos colorados que iluminan todo el local. La joven cajera grita de miedo, echándose contra la pared cuando Toph atrapa en sus fuertes brazos a uno de los matones, tirándolo como si fuese una bolsa de basura contra un expositor de comida enlatada. Antes de que el otro malhechor pueda percatarse se lleva un cable metálico como bofetada en la cara, el cual le deja dormido.
-¡Jefa Beifong, llegamos!- Exclama un Oficial Maestro Metal de piel oscura, entrando en el lugar en posición de ataque y encontrándose con el mismo hecho pedazos.
-Tres minutos tarde, gallinas.- Les dice Toph, acercándose a la caja y tomando de una caja a su lado un pequeño montón de caramelos. –Me llevo estos, son los de menta ¿cierto?
-Así es Jefa Beifong, gracias.- Le dice la cajera, quien sigue aterrorizada por lo recién ocurrido.
En lo que sus Oficiales arrestan a los dos delincuentes que intentaron robar aquella pequeña tienda, Toph sale a las calles, encontrándose con civiles que han oído todo el alboroto dentro y se han detenido para ver qué pasaba. Al ver a la primera Maestra Metal del mundo salir sin el más mínimo rasguño encima, todos aplauden y vitorean su gran heroísmo.
-Jefa, uno de los maleantes ha dicho que le obligaron a robar, que es inocente.- Le informa uno de sus oficiales recién salido de la tienda.
-Hm, es lo que dicen todos.- Dice Toph, cruzándose de brazos y sonriendo.
-Hay más.- Dice el mismo oficial, provocando que la sonrisa en su Jefa desaparezca. –El joven ha declarado pertenecer a los Tejones Topo.
-Imposible. Todos saben que la banda de los Tejones Topo cayó cuando su líder, el empresario Richard Sato, abandonó Ciudad República y su segunda al mando, Kori Morishita, está a horas de ser enjuiciada por actos de complicidad.- Dice Toph, volviendo a sonreír.
-Jefa, le entiendo, pero considero oportuno interrogarlo más a fondo en la Estación.- Le dice y al mismo tiempo parece pedir el oficial treintañero de piel oscura y ojos grises.
-Eres insistente, Jenkins, eso me agrada.- Responde la mujer de alto rango de inmediato. –Muy bien, de igual forma no creo que necesiten de mi presencia en el Ayuntamiento. De hecho, me alegra no tener que volver a verle la cara a esa mujer.- Dice, volviendo a entrar en el local.
-Lograste llamar la atención de la Jefa Beifong, no nos decepciones.- Le dice el Oficial Jenkins al supuesto miembro de los Tejones Topo, una vez han entrado al pequeño supermercado.
-¿Tú también eres un Tejón Topo?- Le pregunta otro de los oficiales presentes al otro ladrón. Ambos están atrapados en cables metálicos, uno al lado del otro, en el suelo.
-¡Sí! ¡Pero de mí no obtendrán nada, no soy un traidor!- Exclama con gran orgullo.
-Pues se irá a la celda, y si tu amigo tiene pruebas contra ti, dudo que puedas salir temprano de ahí.- Le asegura Toph, sonriendo desde lo alto.
-¡Te juro que si dices algo te mataré!- Comienza a gritar el moreno, muy desesperad en lo que un oficial lo levanta y lo lleva fuera de la tienda. -¡El halcón nos observa y vigila todos nuestros pasos!- Grita, cuando por fin uno de los oficiales le cubre la boca con un pañuelo.
-No sé qué tanto dijo, pero me lo explicarás todo en la Estación de Policía.- Le dice Toph al rubio de ojos claros con el que se ha quedado. Parece un joven noble, no un criminal...
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-¡Izumi, deja eso ahora mismo!- Le grita Mai, quitándole el marcador y alejándola de la manta. –Niña malcriada, seguro tu padre te enseñó estas cosas.- Refunfuña la joven de 28 en lo que intenta inútilmente borrar los garabatos hechos en el mantel en el que está sentada.
-Oh no, ¿ahora yo qué hice?- Le pregunta Zuko en lo que llega al lugar con una bandeja llena de comida. -¡Ten pequeña!- Exclama él, también de 28, a su pequeña hija, ofreciéndole una fruta.
-Tu hija está ensuciando los manteles, después a las mucamas se les dificulta limpiar.- Le dice Mai, cruzándose de brazos. -¡Izumi, ven para acá ahora!- Grita de nuevo, viendo a la pequeña que ha gateado hasta el otro lado del árbol. -¡Vamos, te espero o me iré sola!
-Tranquila Mai, me tomé esta tarde libre para que estemos los tres juntos y calmados...
-¡¡Estos súper calmada!!- Le grita Mai, frunciendo el ceño y comiendo un trozo de pan.
-Vas a engordar.- Le dice Zuko, riendo en voz baja en lo que Mai arroja el pan sobre el mantel.
-¡Mira mami, ya no más capas!- Exclama la pequeña, gateando hasta Mai y dejando sobre sus piernas la pequeña túnica que la misma le puso esa mañana.
-¿Cómo has...?- Reacciona Mai, quedándose congelada.
-A esta edad los pequeños ya son capaces de quitarse prendas solo.- Le indica Zuko, riendo.
-Uh, habló el gran sabio de los bebés.- Dice Mai, rodando los ojos y volviéndole a poner su capa a Izumi, quien se queja por ello pero finalmente obedece. –Tú pequeña debes aprender a ser más tranquila, fría y calculadora... no tantas rabietas, o te parecerás a tu padre.- Ríe.
-¿Prefieres que se parezca a su tía?- Le pregunta Zuko en tono irónico.
-Mm sí es contra ti, sí.- Le responde Mai, volviendo a sonreír levemente.
-¡Papá, caca!- Exclama la pequeña, riendo juguetonamente.
-Parece tienen una cita en...- Comienza a decir Zuko, recostándose en el árbol de detrás.
-No, no, no... Dijo "papá". ¿Verdad Izumi? ¿Quieres que papi te lleve al baño?- Le pregunta Mai.
-¡Sí! ¡Papi, caca!- Vuelve a decir la pequeña, aplaudiendo y riendo. -¡Rápido, papi!
-Agh, ya voy...- Refunfuña Zuko, poniéndose en pie, cargando a la pequeña y marchándose.
En lo que Zuko se pone en pie y se lleva en brazos a la pequeña Izumi, Mai se queda un rato a solas ahí, bajo aquel frondoso árbol sentada sobre el mantel lleno de comida que prepararon para ellos. Aquel día Zuko se tomó la tarde libre de sus tantas ocupaciones como Rey. Su idea era pasar mucho más tiempo junto a su familia.
Desde que Izumi cumplió 1 año los Ministros le han presionado de que era ya momento de dejar tanto cambio de pañal y volver a preocuparse por su Nación, ya hacía más de un año que le había encomendado esto a todos sus Ministros y Embajadores. Según aquellos ancianos, "la Reina ya podría hacerse cargo de la pequeña Princesa sin necesidad del Rey", y tenían razón.
Solo que Mai se ha sentido muy rara últimamente, como si cada vez que viese a su amado Rey y su hija fundidos en un abrazo, su corazón se derritiese un poco. Hace mucho, durante su juventud, recuerda haberse prometido nunca sentir cosas así, pero nada podía hacer ahora. Ya se casó y se convirtió en madre. La próxima gran Señor del Fuego es esa alocada niñita...
Tras casi media hora por fin Zuko e Izumi vuelven del interior del Palacio. Zuko toma asiento junto a su amada en lo que la pequeña se lanza a correr de vuelta por el patio. Acurrucándose en los brazos en donde más fuerte y segura se siente, Mai suelta un suspiro, cerrando sus ojos por un breve momento y soltando una pequeña sonrisa que Zuko logra percibir...
-¡Mamá, ven! ¡Quiero alimentar a los pato-tortugas!- Grita Izumi desde el otro lado del jardín.
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Sonriendo ante su amado, Katara se gira un momento para observar y vigilar a su otro amado, su hijo, quien está jugando con Momo entre los arbustos. El pequeño Bumi grita y ríe junto al pequeño animalito, quien intenta escapar de sus manitos que atrapan su cola y la usan como una almohada para su suave y delicada cara.
-¡Momo, regwesa!- Exclama el pequeño, viendo como este vuela finalmente lejos de él. -¡No! ¡Momo malo! ¡No quiewe a Bu-mi!- Se queja el pequeñito, llorando desconsoladamente.
-Tranquilo Bumi, él sí te quiere.- Le dice Aang, poniéndose en pie y arrodillándose junto a su pequeño hijo. –Mira, con esto te vendrá a dar mucho amor.- Le dice, abriendo su puño lleno de frutos secos. A continuación suelte un silbido. –Vamos, tómalo...
Segundos después Momo llega volando, colocándose en el hombro de Aang y viendo al niño con su alimento favorito. Soltando un pequeño quejido no quiere ir en un principio con Bumi, pero finalmente Aang lo toma y acerca al pequeño, quien extiende sus manos llenas de frutos secos. Momo, con gran desconfianza se acerca, comiendo un poco y quedándose finalmente.
-Eres el mejor, cariño.- Le felicita, besando su mejilla una vez el monje vuelve a sentarse en la pequeña manta a su lado. Ese día toda la familia ha decidido tener un día de campo. –Los amo.
-Yo también, mucho.- Le dice Aang, observando cómo Bumi y Momo comparten el rato, juntos.
Ya es media tarde en el Templo Aire de la Isla y la feliz pareja lo disfruta a su modo. Hace tan solo unas horas Aang y Katara estaban paseando por los Acantilados del Sur, allí en donde él le propuso a ella matrimonio, allí donde ella le dijo por segunda vez que sería padre.
-Antes éramos cuatro... Nosotros dos, Appa y Momo. Ahora cinco, aunque bueno, ya podría contarte a ti...- Se detiene, acercándose a la para nada crecida panza de Katara y besándola.
Así, abrazados, Aang y Katara permanecen un buen rato más, ante el gran cielo despejado y azul, con el Sol en lo alto y un par de nubes en el horizonte. Un paisaje increíble de ver. Están viviendo sus más locos y bellos sueños, formando una gran familia llena de amor y fuerza...
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Asomando la mirada por sobre un muro, Ty Lee observa el pequeño y desolado callejón en donde ha quedado para pasar una tarde con alguien muy especial. Al ver que no hay más que un gran contenedor de basura y unas cajas mojadas, de un salto se pasa la gran pared y llega hasta aquí, observando todo a su alrededor con gran miedo. No sabe qué esperar...
-¿Nadie te siguió?- Oye una voz, y al voltearse espantada se encuentra con ella, encapuchada.
-Mm, no.- Le responde la Guerrera Kyoshi que, ese día, no lleva el traje ni el maquillaje. -¿Por qué vas encapuchada? Creí que Zuko te había devuelto tu nobleza.
-Da igual si soy respetada o no en Palacio, eso no evita que fuera sea repudiada por todos en la Nación del Fuego, así como mi padre.- Dice Azula develándose desde debajo de la tela negra.
-Pero eso no es tu culpa Azula, la gente es la que no acepta tu redención, ellos no importan.- Le intenta convencer Ty Lee, pero tan pronto la Princesa se quitó la capucha se la volvió a poner.
-Ahora dime, ¿para qué quisiste reunirte conmigo y aceptaste este podrido lugar? Sabes que aún te guardo rencor por tu traición, podría matarte si quiero.- Le dice Azula, sonriendo.
-Sé que no lo harás, por eso tuve la idea de que nos juntemos y acepté este lugar porque haré todo lo que sea necesario para que estés cómoda.- Le responde Ty Lee, sonriendo también.
-Sigues siendo tan tonta como siempre, Ty.- Termina por decir Azula, riendo en voz baja.
-Ni la edad puede cambiarme.- Le sigue la broma la joven sonriente de 28 años.
-Muy bien, ya estoy aquí, ¿qué quieres?- Le pregunta secamente Azula, frunciendo el ceño.
-Eh, ¿por qué esa hostilidad, Azula? Quiero pasar la tarde contigo.- Le dice Ty Lee.
-¿Qué? ¡No mientas! Dejamos de ser amigas hace mucho.- Le dice Azula, molestándose.
Al oír aquello, las lágrimas no tardan demasiado en llegar a la joven de la colita, quien siempre ha sido sumamente sensible ante las palabras de sus más cercanos, en especial de Azula.
-Oh vamos Ty, no te pongas así. No lo decía en serio.- Le intenta recompensar Azula, pero no parece estar funcionando. –Mira, podemos ir a tomar un helado, sé que te gustan.
-Eso me haría sentir mejor.- Le responde Ty Lee desde una posición encogida junto a Azula.
Por un breve momento, la Princesa ha recordado todos los momentos que vivió junto a Ty Lee en su niñez y adolescencia. Eran mejores amigas, pero tanto ella como Mai arruinaron todo el día que la traicionaron. Ahora que su vida con respecto a su familia es distinta, Azula espera poder dejar todo rencor atrás y poder compartir buenos momentos con ambas.
Ty Lee es un poco más fácil, el verdadero desafío es Mai. Azula no es tonta, ella notó bien cómo la mujer de su hermano no quería que estuviese el día del nacimiento de su hija, pero aun así le dejó pasar a la habitación y colocarse a su lado. Falsedad total. De momento pasará tiempo con Ty Lee, es cierto que antes se divertían mucho juntas. Todo ello puede regresar...
-Bloqueó la puerta y entonces yo le dije: "mira chico, soy una Guerrera Kyoshi, ¡sí que puedo entrar!".- Le cuenta Ty Lee a Azula una vez se alejan del puesto de helados. –Es que en verdad, le tendré que decir a Zuko que no ponga a un nuevo, joven e inexperto a cuidar el sector más íntimo del Palacio, es un dolor de cabeza. Aunque admito que el chico estaba muy guapo.
-¿Te gusta?- Le pregunta Azula, sonriendo. –Pero espera, ¿hablamos de un niño que recién recibió su diploma de inocencia o un treintañero? Porque ya estás vieja, Ty...
-¡¿Vieja?! Tengo solo 28 años, ¡estoy más viva que nunca!- Exclama la castaña, riendo en alto.
-Está bien, te lo acepto solo porque yo tengo tu misma edad.- Le dice Azula, bajando la mirada al instante y permaneciendo en su lugar. –Eh, ¿Ty? ¿Podemos ir por allí?- Le señala otra calle.
-Mm, claro Azula... solo que por este lado está la fuente más linda que nunca antes hayas visto, la instalaron hace unos meses.- Le cuenta Ty Lee, cuando entonces nota el problema.
No muy lejos de donde están, un pequeño grupo de cinco o seis personas parecen cuchillar en lo que les observan con miradas para nada cautelosas y burlonas, algunos se cubren la boca y murmuran en los oídos de otros, señalando disimuladamente a ambas chicas, en especial a la "misteriosa encapuchada", que logra escuchar Ty Lee rápidamente.
-Eh, quédate aquí, yo me encargo.- Le dice la joven de las colitas, dejándole su helado bajo su cuidado y marchando con decisión y, el ceño fruncido, hacia las personas que se burlan. –Eh, disculpen, ¡¿pero no tienen nada mejor que hacer?! ¡Podrían estar metidos en sus cosas!
-Eh, tranquila bebé, nosotros solo observábamos tu gran belleza... Dime, ¿no te gustaría beber algo conmigo esta noche?- Le coquetea uno de los chicos más altos y musculosos del grupo.
-Sí, podemos salir todos juntos esta noche. Oh, pero no lleves a la loca bajo la capucha, podría contagiarnos de su locura.- Se burla esta vez otro, riendo y haciendo reír a todos sus amigos.
-¡A ver la Princesita! ¿Por qué se oculta tanto si ya sabemos quién eres?- Le pregunta en tono de burla una de las chicas del grupo, mirando fijamente con una gran sonrisa a Azula.
Viendo cómo su vieja amiga se precipita a acercarse, Ty Lee extiende su brazo derecho con el que choca el cuerpo de su amiga. Lo que menos quiere la Guerrera Kyoshi son incidentes...
-Repítelo.- Le enfrenta Azula, levantando la mirada y dejando ver un poco su rostro.
-¿Qué pasa, Princesa Azula? ¿Ya no puedes sembrar el caos porque tu hermanito te adiestró? Ya era hora de que el animal de circo fuese educado.- Se burla la misma de antes, riendo.
Antes de poder evitarlo, Ty Lee ve cómo Azula levanta su brazo derecho, generando entre sus dedos un rayo que dispara sin dudar sobre el grupo, quienes salen corriendo asustados de allí. El rayo impacta contra la mesa en donde estaban sentados y la parte al medio, lo que hace que todos en el lugar que se habían detenido a observar qué sucedía, retrocedan.
-¡Alto! ¡Guardia Imperial!- Oyen Azula y Ty Lee por detrás, viendo a la seguridad de las calles correr hacia ellas cargando sus grandes lanzas.
Soltando una gran cantidad de fuego azul que al chocar contra el suelo se vuelve anaranjado, Azula crea un gran muro de fuego en mitad de la calle que deja a los dos Guardias de un lado, y a ella y a su amiga del otro. Tomando de la muñeca a Ty Lee, Azula se lanza a correr lejos.
. . .
-Eso fue demasiado peligroso Azula, no tienes que responder a las provocaciones, podrías ir a prisión por ello.- Le dice Ty Lee, en lo que ya por fin ha terminado su helado.
-¿Y qué pretendes? Que me quede ahí viendo cómo ensucian mi nombre, ¡jamás!
-No quiero eso, pero debes entender que ahora el mundo ya no te respeta... Bueno, nunca lo hizo, pero ahora ya no te tienen miedo.- Le dice Ty Lee, apenada.
Ambas están sentadas en la terraza de un alto edificio, en uno de los extremos de la Ciudad del Volcán. Azula observa a lo lejos el Palacio, allí donde siempre quiso estar, y no pudo ser...
-Tú los viste Ty, les disparé y salieron llorando.- Se burla Azula.
-Es exactamente eso lo que ya no debes hacer, no es bueno, ni para ellos ni para ti.
-¡¿Cómo puedes saber lo que es bueno y lo que no para mí, Ty?! Hemos estado distanciadas muchos años. No me conoces.- Le responde agresivamente Azula, rodando los ojos.
-Sí te conozco.- Le dice Ty Lee, bajando la mirada. –Has cambiado un poco, pero sigues siendo la misma Azula de siempre. La otra vez, cuando entré en la sala y te vi cargando a Izumi, dabas vueltas por el lugar con tal de que se duerma y le cantabas canciones. Amé eso. No sé, puede que yo sea muy sensible, pero en verdad me emociona la idea de que volvamos a estar juntas.
-A mí también me agrada...- Le confiesa Azula, sonriendo un poco. –Te extrañé.
Para nada Ty Lee se esperaba algo así, por lo que su reacción ha sido girarse muy sorprendida hacia Azula y darle un gran abrazo, uno que la Princesa del fuego azul ha respondido y se lo ha devuelto con mucha más fuerza y energía. Así han permanecido, juntas, mirando la Ciudad y riendo un poco. Mirándose y sabiendo que nada podrá separarlas de ahí en adelante...
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-Nico-