Abandonando la habitación y corriendo por los pasillos del Templo, la mirada de Aang acaba nublada por las lágrimas que llegan a él de un segundo a otro. Lo que acaba de oír de parte de su amada le ha devastado y hecho trizas en un instante. Todo debe ser un sueño, más que eso, debe de tratarse de una horrible pesadilla de la que quiere despertar ya.
-¡No!- Grita con todo el poder de su garganta, golpeando el suelo y generando una avalancha de rocas frente a él que llega hasta un árbol, derrumbándolo por un precipicio de la Isla. Con sus poderes de Tierra Control levanta una roca de tamaño medio y también la lanza.
-¡Te quedarás sin Isla si no paras!- Oye el grito de una voz conocida. Toph.
Gruñendo de la ira Aang corre lejos de ahí, llegando hasta el muelle y tomando el primer bote con el que se encuentra, uno de remos pero que, con su Agua Control le da gran velocidad. En cuanto Toph llega hasta ahí ya no siente a su amigo cerca, tras unos segundos Sokka llega, con la vista de su cuñado alejándose en el horizonte. Ambos están sumamente preocupados.
-¿A dónde crees que vaya? Tenemos que calmarlo o destruirá lo que sea que esté a su paso.
-Aang es impredecible en estos casos, pero creo deberíamos dejarlo solo.- Responde Sokka, en lo que se cruza de brazos y niega con la cabeza. –Nuestra mayor atención ahora debe estar con Katara, no podemos permitir que se sienta culpable por esto. No permitiré que Aang vea como una desdicha la llegada de Bumi.- Dice finalmente, volviendo sobre sus pasos a la Isla.
Tras la desafortunada lectura de Chi de Katara a su hijo recién nacido, Aang se ha marchado de repente de la Isla, dejando a su amada con un bebé en brazos y su rostro cubierto por una manta de lágrimas. Sorprendentemente es Toph quien está sentada a su lado, con su mano en su hombro intentando calmarla. Desde la puerta, Sokka mira a su hermana muy angustiado.
-Sé que su mayor sueño era que él fuera Maestro Aire, ¡pero no lo entiendo!- Exclama Katara entre lágrimas y mocos. –Este era nuestro más grande sueño, formar una familia... ¡No puede hacerme esto el día del parto!- Vuelve a gritar con gran ira y tristeza.
-Aang solo está dolido porque Bumi no resultó ser un Maestro Aire como esperaba, pero él no va a abandonarte ni nada parecido. Volverá una vez se calme.- Le dice Toph.
-¡No se tendría que haber ido en un primer lugar! ¿Qué tal si no vuelve en días o semanas? ¡Yo no quiero criar a mi hijo sola!- Grita Katara con la voz entrecortada.
-Ya, ya, ya...- Interviene Sokka, acercándose. –No te esfuerces mucho hermanita, acabas de dar a luz. Bebe un poco de agua, relájate un poco y deja que Bumi conozca a su tía Toph.- Le dice con un tono de voz alegre, fingido claro. Está intentando animarla de cualquier forma posible.
-¡Yo no quiero relajarme sin Aang!- Exclama Katara, sacudiéndose en la cama.
-Vamos Katara, ninguno de los dos quiere verte en esta situación. No le haces bien a Bumi tampoco.- Le dice Toph, cuando entonces sucede lo que más querían evitar, que el bebé llore.
El llanto del pequeño recién nacido es insoportable y ensordecedor, haciendo que Toph se tape los oídos por el molesto ruido que ha invadido la habitación. Mirando con gran tristeza al pequeño en sus brazos, Katara toma un respiro y acomoda al niño de una mejor forma en sus brazos. Con su mano libre le acaricia un poco el pecho, calmándolo al instante.
-Tienes un don maternal natural.- Le dice Toph, sonriendo ampliamente.
-Por favor Sokka, o Toph... que alguno vaya a buscar a Aang.- Les pide Katara, entre lágrimas y mirando al bebé. –Solo deseo que no me odie... yo no lo hice a propósito, ¡lo juro!
-¡Claro que no lo hiciste a propósito, Katara!- Exclama Sokka, quedándose boquiabierto.
-No tienes que sentirte culpable por algo que nadie puede elegir.- Le dice Toph.
-Solo espero el próximo sea Maestro Aire.- Dice Katara. –Así Aang volverá conmigo...
-Basta Katara, no quiero que pienses más que Aang podría dejarte por esta tontería. Le iré a buscar de inmediato.- Dice Sokka, poniéndose en pie. –Toph, ¿puedes quedarte?
-Ya que.- Dice la Jefa de Policía, soltando un suspiro y soplando un mechón de su rostro.
Saliendo casi corriendo de la habitación, Sokka llega hasta los establos, allí se encuentra con dos acólitas alimentando a Appa y un grupo de bisontes bebé. Explicándoles que debe llevarse al bisonte de Aang de prisa para encontrar al mismo las jovencitas mueven a los bisontes para que Sokka arrastre a su viejo amigo peludo fuera de aquel edificio de madera. Una vez fuera se sube en la cabeza y, azotando las riendas con prisa, da la orden "Yip-Yip".
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A pesar de tener el dominio completo sobre los Cuatro Elementos e incluso dominar el Estado Avatar, ante la furia e impotencia Aang no logra mantener esto bajo control y se demuestra en cómo, en lo que marcha sobre aquel bote de madera remueve las olas a su paso, generando grandes choques de agua a su alrededor y un pequeño torbellino que le impulsa adelante.
Llegando hasta los muelles de la Bahía Yue la cual fue nombrada así recientemente por Sokka desde su nuevo puesto como Concejal, Aang da un salto hasta la madre de los muelles, dejando que el bote choque contra una de las columnas de madera y se rompa en mil pedazos con gran fuerza. En lo que camina seriamente entre todos los pescadores y demás civiles, las olas que hasta hace un momento parecían generadas por una feroz tormenta ya se van calmando.
-¡Avatar Aang! No le esperábamos por estos lados, ¿todo bien?- Le pregunta un pescador, sin embargo Aang le ignora y sigue su camino gruñendo de la furia.
Con los puños fuertemente cerrados Aang deja los muelles atrás, adentrándose en las calles de la Ciudad. A medida que avanza la gente a su alrededor se sorprende y sonríe, feliz por verle, sin embargo Aang muestra una cara de muy pocos amigos. Se le ve muy enojado, no obstante a medida que ha ido pasando calles se ha ido calmando un poco, y un enorme sentimiento al que le llaman tristeza le ha invadido de repente, desfrunciendo el ceño y mirando al suelo.
-¡Que alguien me ayude! ¡Policía, ayuda! ¡Me roban!- Oye unos gritos de repente. Al levantar la mirada se encuentra con un puesto de flores del otro lado de la calle, desde el mismo un joven encapuchado sale corriendo con un bolso, mientras que una mujer grita reclamando lo suyo.
-¡¿Ese no es el Avatar Aang?!- Grita un hombre de unos sesenta, apuntando al monje.
Tras un segundo de pensar qué hacer, utilizando su Aire Control Aang da un increíble salto, atravesando toda la calle y llegando hasta el puesto. Desde allí se lanza a correr con su súper velocidad, tras media cuadra se encuentra con el sujeto y lo derriba cuerpo con cuerpo. Una vez ya lo tiene lo deja en el suelo y, con Tierra Control, atrapa sus piernas bajo la piedra.
Mirando al sujeto sin emoción alguna en su rostro, Aang toma el bolso azul que le pertenece a la dueña de aquel humilde puesto y regresa caminando lo más tranquilo que puede, sudando tras toda esa adrenalina en menos de un minuto. Oyendo los gritos de maltrato del joven a sus espaldas, Aang llega hasta la señora de antes y le entrega el bolso. Ella, agradecida le sonríe y da un pequeño abrazo, sin embargo cuando Aang no muestra afecto alguno se aleja.
-¿Se encuentra bien, Avatar? Oí que su esposa está embarazada, ¿quiere llevarle unas flores?
Al oír la palabra "embarazada" Aang se quiebra. Su pequeño y primer hijo ha nacido hace no más de una hora y él le ha abandonado al saber que es un No Maestro, ¿qué clase de padre hace algo así por tal cosa? Se siente muy mal pero no quiere volver, no se siente del todo listo para afrontar la terrible, terrible realidad que le ha tocado. Su primogénito, no tiene poderes...
-Avatar, ¿se encuentra bien?- Le pregunta la señora, bastante preocupada.
Sin decir más Aang da un alto, levantándose en lo alto del cielo y dando un giro en él, viendo las nubes pasar sobre él. Ha superado la altura de los edificios y tan solo se deja llevar por el viento, extendiendo sus manos y sus piernas y quedándose acostado boca arriba. Cuando ya llega a lo más alto comienza a caer, por lo que se da vuelta y, viendo que su arribo será en una azotea cierra sus ojos. Podría simplemente no hacer nada, pero sería destruir a su Nación. No, su primogénito no ha surgido Maestro Aire, pero no tiene por qué ser su único hijo...
-¡¡¡Aang!!!- Oye de repente, y abriendo los ojos ve su bisonte, Appa, a lo lejos.
Poniéndose firme en mitad del cielo lanza una ráfaga de viento desde sus pies, aterrizando en perfectas condiciones sobre el asfalto de aquella terraza y, segundos después, viendo como su querido viejo y peludo amigo aterriza a su lado. Desde su cabeza el emisor del grito anterior baja, Sokka. Este mira seria y dolorosamente a Aang...
-Dime, ¿qué ibas a hacer si yo no llegaba?- Le pregunta directamente Sokka.
-Absolutamente nada, solo aterrizar tal y como lo hice.
-Ah, no hagas esto Aang... no seas tan cruel con Katara y Bumi.- Le pide Sokka.
-Todo esto es una enorme injusticia, Sokka... Lo sabes mejor que nadie.
-Es injusto que quieras diferenciar a No Maestro de un Maestro, ¡eso es discriminación! Dime Aang, ¿cómo estarías ahora si hubiese salido Maestro Aire? Seguro estarías ahí abrazándolo, ¿pero sólo quieres tener hijos por eso? ¿O porque quieres formar una familia con mi hermana?
-Amo a Katara, de eso estoy seguro.- Dice Aang seriamente.
-Si amas a Katara, debes amar a los hijos que tendrás con ella.- Le asegura Sokka. –Ahora sube a Appa, vuelve a esa Isla y dale un gran abrazo, o nunca más te permitiré acercarte a ellos. Solo recuerda cuando la quemaste...- Le dice de repente. –Recuerda cómo la hiciste llorar aquel día y qué mal te sentiste. Bueno, al irte hoy, es como si la hubieses vuelto a quemar.
Tras oír eso, Aang se queda consternado mirando hacia abajo por un largo rato. Sokka no hace más que subir a la montura de Appa, quien se pone en pie listo para volar. No pasa más de un segundo cuando Aang, de un salto, sube a la cabeza de su bisonte y da la orden de despegar.
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Entrando en el edificio de mujeres, en uno de los pasillos con biombos como puertas hechos de madera y papel, Aang se muestra por fin, después casi dos horas de haberse marchado de forma abrupta. Sinceramente no va muy confiado, no sabe si será perdonado por su amada por lo que le hizo, siente que la ha hecho sufrir con su reacción y le asusta perderla, y también al pequeño, sin embargo su vista se levanta cuando oye el llanto de un bebé.
-¡Te dije que te calmes, no le vendrán bien tus gritos al niño!- Oye una queja de Toph.
-¡¡Estoy calmada!!- Oye gritar a Katara con más fuerza una vez está frente a la puerta.
Muy indeciso, con sus manos temblorosas corre lentamente la puerta, encontrándose de cara con su amada esposa, quien se sorprende al ver al monje aparecer. La primeriza madre tiene en sus brazos al bebé, en la habitación está Toph a su lado y dos acólitas están sentadas casi del otro lado, presenciando la pelea de ambas mujeres y la llegada del joven Avatar.
-Ya no la soportaba.- Gruñe Toph, levantándose de su silla y saliendo al trote de la habitación.
-¿Podrían dejarnos solos?- Les pregunta Aang a las acólitas, quienes asienten y le siguen el paso a la Jefa de Policía. Cerrando la puerta tras de sí, Aang duda si acercarse o no. –Eh...
-Creí que no volverías...- Suelta Katara junto a un suspiro, mirando al pequeño en sus brazos.
-Fui un estúpido Katara, no tienes idea de cuánto lo siento.- Se apura a decir él entre sollozos. Para aquel momento las lágrimas caían como dos cataratas sin control por sus mejillas. –No sé si podrás perdonarme por hacerte pasar tal sufrimiento, no soy más que un cobarde.
-Está bien Aang... tu mayor sueño se vio roto. Quizá debí esperar un poco antes de decírtelo, pero al instante me pediste que lea su chi, y no iba a mentirte e ilusionarte.- Le dice Katara.
-Está bien que no lo hubieses hecho, me hubiese dolido muchísimo más pensar que lo era y luego saber que no.- Dice Aang, dudando en si avanzar. -¿Puedo acercarme?
-Eso no se pregunta, cariño.- Le dice Katara, bajando la mirada y sonriendo entre lágrimas.
Agradecido de que su amada no le haya prohibido acercarse o incluso haya querido echarlo de ahí, da unos pocos pasos hasta quedar junto a la cama, arrodillándose y observando primero desde lejos al pequeño rollito blanco en los brazos de su madre. Aquella escena le conmovía muchísimo, no podía creer que había llegado a aquel punto de su vida... era padre.
-¿Quieres sostenerlo?- Le pregunta Katara, cosa que sorprende muchísimo al joven de 22.
-En... ¿en serio?- Contesta él con gran duda, quedándose boquiabierto cuando se le entrega aquella cosita tan tierna, pequeña, delicada, de la cual él es dueño, de la cual él es responsable.
Con su dedo índice Aang destapa un poco su pequeña y redondita carita, develando unas muy rosadas mejillas y unos ojitos levemente entreabiertos, ahora está mucho más calmado que antes y se debe a que la paz por fin ha llegado a aquel día. Las lágrimas no tardan en volver a salir, por lo que Aang se acerca a Katara y le da un gran abrazo, besando su mejilla.
-¿Crees que lograrán superarlo?- Le pregunta Toph de brazos cruzados contra la pared, a su amigo Sokka que espía por la puerta que quedó un poco entreabierta.
-Por supuesto que sí, somos una familia... siempre lo fuimos.- Dice Sokka, recordando cómo le dijo aquel día a Aang que tanto él como Katara eran su familia ahora, y que no dejarían que nada malo le pase. –Es una promesa...
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Un desgarrador llanto se escucha y al instante los ojos de Aang se abren más de lo normal, mostrándose marcados por marcas rojas y negras, producto del gran cansancio que lleva encima. Katara se remueve a su lado y le da múltiples codazos, solo hasta que se pone en pie y enciende la luz de la habitación, acercándose acompañado de un bostezo a la apartada cuna.
-Te di del biberón hace dos horas, y te cambié el pañal ocho veces hoy, ¡¿qué más?!- Le exige Aang al pequeño niño que tiene ocho meses de nacido. -¡Solo quieres molestar!
-¡No lo trates así, ni siquiera te entiende!- Se oyen de repente los gritos de Katara.
-¡Si no te gusta entonces ven a hacerlo tú misma!- Le responde Aang, ganándose una bola de nieve en la cara, la cual no ha visto venir, por lo que ha terminado en el suelo en lo que Katara se levantó de la cama y se acercó a la cuna para calmar al niño.
-Ah, esto no puede seguir así.- Dice Katara en lo que acuna al pequeño en sus brazos.
-Lo sé, nos estamos convirtiendo en monstruos.- Dice Aang mirándose al espejo. –Ni siquiera pude ducharme hoy.- Dice oliendo su axila y alejando su nariz de ese punto al instante.
-No hablo de nosotros Aang, aunque también...- Dice Katara, dejando al pequeño en su lugar y bostezando. -¿Qué tal si una de las acólitas nos ayuda?
-Pero el hijo es nuestro, Katara, no podemos pedirle a alguien más que cuide de él.- Se niega al momento Aang, sentándose en la cama y pronto echándose sobre esta.
-Mírate Aang, no tienes tiempo ni para entrenar a los nuevos bisontes. Dime, ¿has logrado que alguno acepte llevar la silla?- Le pregunta Katara, ganándose la cabeza del monje moviéndose de un lado al otro. –No digo que ella o él lo críe, pero sí que lo tenga una parte del tiempo...
-Como una niñera.- Dice Aang, sonriendo. –Agradecería pasar un tiempo contigo a solas.
-Ya se ha quedado dormido.- Comenta Katara con una pequeña sonrisa, en lo que se acuesta a un lado de Aang y pasa su mano sobre su torso desnudo.
La tranquilidad no les ha durado mucho, pues al instante el llanto del pequeño Bumi ha vuelto a invadir sus tímpanos. Poniéndose en pie, Aang se acerca nuevamente a la cuna, tomándolo y volviendo a la cama, tomando asiento junto a Katara y mirando con vista perdida al pequeño que no para de quejarse. Su amada esposa intenta lentamente acurrucarse, también con sus ojos cerrándose por el gran cansancio. Será difícil, pero ambos saldrán adelante...
~*~*~ Bueno, espero que les haya gustado este capítulo doble :D Nos vemos por aquí la semana que viene, con el siguiente capítulo. No olviden votar y compartir la historia con todos sus amigos avateros ~*~*~
-Nico-