S T R A N G E © [Parte 1 y Pa...

By Alexdigomas

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¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si... More

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Hello Stranger (?)
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Epílogo
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Nota Importante
Extra #1
STRANGE - SEGUNDA PARTE
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56 - Parte 1
56 - Parte 2
56 - Parte 3
Explicación
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By Alexdigomas

Hay que averiguar qué pasa sin importar a qué idea estúpida recurramos para lograrlo

—Ayer, alrededor de las 10:50 un apagón oscureció una cuarta parte del pueblo. Según los trabajadores de la central hidroeléctrica del estado, fue causado por una pequeña explosión de fusiles. Sin embargo, el problema logró resolverse rápido al sustituir...

Nolan apagó la televisión que transmitía el canal local y se volvió hacia mí.

—Sabe que se llama Ax pero no sabe quién es —repitió según lo que le había contado, tal y como si expusiera un tema ante una clase—. Es como si yo supiera que me llamo Nolan pero no sé que en realidad soy Nolan, un chico que aún no entra a ninguna universidad y que es una vergüenza para su madre.

Nolan se paseó pensativo por la cocina, sosteniendo una taza de café recién hecho. Sus pantalones de pijama tenían algunas manchas de sangre seca, pero aún no se había dado cuenta de eso.

Había amanecido un par de horas atrás.

El cielo estaba nublado y el ambiente frío.

Era sábado y seguíamos con la incertidumbre de qué rayos hacer con Ax antes de que mi madre llegara de su conferencia en Seúl.

—No, es como si él sabe que se llama Ax, pero no sabe su apellido, su edad o de dónde viene —le corregí. Tomé un sorbo de mi café y luego exhalé—. Y yo tampoco me decido por lo de la universidad. Mamá me permitió el año sabático por lo de papá, pero ya pasó y debo encajar en algún sitio...

Nolan soltó una risa irónica.

—¿Hace un año creerías que eso de encajar no iba a ir con nosotros? —comentó entre dientes—. Te habría dicho que es una reverenda estupidez.

—Tenemos que intentarlo —admití—. De nuevo.

Bueno, sí. Hubo un tiempo en el que Nolan y yo éramos cool. Cool de verdad, como toda la gente de Hespéride, la urbanización privada en la que vivíamos. Pero prefería no pensar en cuanto habíamos tratado de retomar eso y fallado.

Graduarnos de la prepa había sido genial, pero también como dar un paso al vacío. Ahora no sabíamos qué hacer, a dónde ir o cómo definirnos finalmente. Y era exhaustivo. El pasado nos pesaba tanto... Ya no éramos los mismos.

—Bien, dejemos los problemas existenciales para más tarde —suspiró Nolan—. ¿Qué haremos con Carrie?

—¿Carrie?

Nolan reprimió una sonrisa friki.

—Sí, es que nos lo encontramos cubierto de sangre y de repente nos mira con los ojos bien abiertos... —Se mordió el labio inferior con emoción—. Me recuerda a Carrie de Stephen King.

De acuerdo, aquello me hizo reír.

Ambos nos recargamos en la isla de la cocina, casi en un movimiento coordinado. Desde allí se podía ver hasta la sala. Ax seguía dormido sobre el sofá. Se le había salido una pierna y la sangre ya se le había secado por todas partes.

—Bueno, sí que debemos admitir una cosa —comentó Nolan de repente sin apartar la vista de él—. Aun con las capas de mugre y sangre, es guapo.

Le golpeé el hombro con el mío.

—Te habías tardado muchísimo en decirlo.

Me devolvió el golpecito con su hombro.

—¿Así que lo notaste?

—No es como si se pudiera ignorar —musité con la taza a pocos centímetros de mis labios.

—Está bueno —admitió Nolan, ladeando la cabeza—, y esos ojos le dan como un aire intrigante y misterioso.

—¿No y que te iba a apuñalar veinte veces? —le recordé en tono de burla.

Una sonrisita juguetona se formó en el rostro de Nolan.

—Bueno, nunca dije con qué.

—¡Dios, podría ser un muchacho enfermo! —exclamé, reprimiendo las risas.

—Sigue sin quitarle lo buenorro.

Casi se me sale el café por la nariz. Cohibí una carcajada y de inmediato me enserié.

—Joder ya, no importa si es feo, guapo o lo que sea —expresé—. No puedo lanzarlo a la calle así. Venía a buscar a mi padre y quiero saber por qué.

Tomamos un largo trago del humeante café, hasta que de golpe me acordé de algo y casi me ahogo con ambas cosas.

—¡Dios mío qué tontos somos! —exclamé después de tragar, sacudiendo a Nolan—. ¡Podemos averiguar quién es!

Nolan se interesó rápidamente en mis palabras.

—¿Cómo?

—¡Tu hermano!

El interés se esfumó de su rostro.

—No. Definitivamente no, Mack. No.

Lo miré suplicante.

—Pero es un agente de policía.

—Por esa misma razón, no —sostuvo, serio—. Si no llamamos a la policía anoche, ¿cómo le vamos a decir a mi hermano ahora?

Resoplé e hice un gesto con la mano para volver a recargarme de la isla.

—No seas estúpido, no le vas a decir.

Ceñudo, parpadeó con rapidez y me miró como si estuviera loca.

—¿Disculpa? ¿Tu idea es peor de lo que pienso?

Dejé la taza de café sobre la isla y suspiré.

—Mira, puedes usar su laptop para buscar información sobre Ax —le expliqué—. Todavía me acuerdo de cuando hicimos una pijamada en tu casa y descubrimos que tenía todo un sistema policiaco en su habitación.

Nolan negó con la cabeza y tensó la mandíbula.

—Eso fue a los quince años, y ahora todo su sistema está en su oficina de policía, no en nuestra casa.

—Entonces irás allí.

—Nunca voy a su oficina —refutó con obviedad.

—Bueno, dile que es el día de llevar a su hermanito al trabajo o algo.

En su rostro había desaprobación total.

—Esta idea es estúpida, y mala, y muy estúpida.

—Bien, iré yo.

Nolan exhaló con molestia.

—Solo la vas a cagar —me advirtió.

—Más vale haber intentado y cagarla, que cagarla sin haberlo intentado —enuncié, encogiéndome de hombros.

Nolan tenía la cara contraída tipo: a ti te falla todo el sistema cerebral.

—¡Eso no tiene sentido! —exclamó. Se frotó la cara con frustración y exhaló—. De acuerdo, intentaré ver qué hacer, pero no prometo nada.

Sonreí ampliamente y le di un fraternal beso en los labios, como solíamos hacer siempre.

Él giró los ojos.

—Solo necesitamos información sobre cualquier Ax. No creo que haya muchas personas llamadas así.

Unos veinte minutos después logré convencer a Nolan de que se fuera. Le pedí que me mantuviera informada y que volviera en cuanto averiguara algo. Y aceptó de mala gana. No quería dejarme a solas con Ax, pero ya no me cabía duda de que en ese estado no iba a lastimarme.

Cerré la puerta al despedirlo. Al regresar a la sala, Ax estaba de pie frente al ventanal, muy quieto.

Con toda esa luz se veía más alto de lo que parecía. Las manchas de sangre lucían más rojas todavía. Su cabello tenía un brillo oscuro, y sus brazos un aspecto poderoso. Su único ojo claro se veía casi transparente. La venda que le envolvía el abdomen tenía un manchón de sangre, y parecía un soldado que acababa de llegar de una mortífera batalla.

Me pregunté cómo se mantenía en pie con las ampollas en los pies. No había una mueca de dolor en su rostro.

Como cosa más rara, la sombra que proyectaba en el suelo era tan oscura y espesa que resultaba intrigante. De manera estúpida giré un poco la cabeza para ver la mía, pero mis ojos se detuvieron en el sofá.

Mierda.

Había manchas de sangre en los cojines.

Traté de pensar en algo rápido hasta que se me ocurrió que podían voltearse.

—Escucha, Ax —le dije mientras daba vuelta a los enormes cojines de cuero—. Mi mamá y yo vivimos aquí, y no creo que ella acepte que te quedes con nosotras, sobre todo porque no sabemos nada de ti.

No respondió.

Ax se apartó del ventanal. Como si no le hubiera dicho una sola palabra comenzó a caminar por la sala mirando cada cosa que había, desde el suelo hasta el techo.

No entendí lo que estaba haciendo, pero fue una conducta interesante.

Examinó las esquinas y las puertas como si esperara encontrar algo. Al mismo tiempo en su mirada había expectación y cautela, y fue un tanto chistoso verlo dar un ligero sobresalto defensivo al descubrir que se le había olvidado revisar algún rincón.

Si ya sentía un pequeño y latente interés en su comportamiento, aquello era como alimento para mi curiosidad.

Exploró el recinto, y cuando ya no hubo más que observar continuó hacia la cocina. Verlo moverse con mayor facilidad me causó cierto nerviosismo, sin embargo, lo seguí.

Admiró el piso de mármol, la isla, los estantes, la estufa, y entonces se detuvo cerca de los cuchillos. Reaccioné rápido y hundí la mano en mi bolsillo en busca del celular por si acaso debía hacer una llamada de emergencia, pero él los ignoró y decidió ir hasta el refrigerador. Palpó la superficie como si no supiera qué demonios era eso, y en cuanto descubrió cómo abrirlo contempló el interior, inexpresivo.

Se inclinó hacia adelante y con rapidez empezó a coger cualquier cosa para abrirla y olfatearla.

—¿Tienes hambre? —le pregunté.

Él se interrumpió con la Kétchup en la mano.

Su expresión denotó confusión.

—Hambre —repetí, abrí mi boca y la señalé—. Comida. ¿Quieres comida? —Él asintió con la cabeza—-. De acuerdo, deja te preparo algo.

Se apartó apenas me acerqué, mirándome con curiosidad y desconfianza. Quise decirle que la que debía estar asustada y recelosa por tener a un desconocido en mi cocina era yo, pero su actitud era tan interesante que quería captar cada uno de sus gestos.

Hasta ahora solo tenía una observación clara: era como un animal, uno que necesitaba reconocer olores para saber si algo era seguro o no.

—Puedes sentarte a esperar —le sugerí mientras sacaba el jamón, queso y tomates del refri para un sándwich. —Giré la cabeza para verlo y seguía de pie detrás de mí, desconcertado—. Sentarse, Ax —aclaré—. ¿Sabes? Siéntate.

Fue incómodo, porque de inmediato se agachó para sentarse en el suelo, tal y como si le hubiera dado una orden a un perro.

—No, no —me apresuré a decir—. En una silla, no en el suelo. —Señalé uno de los bancos en la isla—. Allí. Silla. Las personas usan sillas.

Estudió la silla y luego se dirigió a ella. Se sentó y miró hacia abajo, examinando lo que acababa de hacer.

Coloqué los ingredientes frente a él y comencé a preparar el sándwich, alternando la vista entre mis acciones y las suyas. Ax observaba el jamón y el queso con unas ansias chispeantes como si jamás hubiera visto tal cosa tan apetecible, y estudiaba los movimientos de mis manos con una curiosidad genuina.

Así que ese tipo de ordenes simples como «siéntate» solía procesarlas rápido...

Curioso.

—¿Nunca te has comido un sándwich? —pregunté para crear conversación.

El alzó la vista y luego volvió a centrarse en el pan.

Sabía que no aclararía ninguna de mis dudas, así que cogí el control remoto del televisor que colgaba en una de las paredes y lo encendí.

Mala idea.

En lo que aparecieron las noticias, Ax saltó del banco como si le hubieran gritado "¡fuego!". Cogió uno de los cuchillos que había sobre la isla, y en una posición de defensa miró hacia todos lados, buscando el origen del sonido.

Retrocedí hasta que choqué con la encimera. Por un microsegundo sentí que iba a atacarme, que finalmente había dejado de fingir para lograr lo que había venido a hacer: jugar a la carnicería. Pero no se dirigía a mí, no me apuntaba a mí, sino a la nada, a todo, a algo que ni él mismo sabía qué era.

—Ax —pronuncié, con el corazón acelerado, aferrada a la encimera—. Ax, es la tele —intenté convencerlo y la señalé—. La televisión. Mira. Mira allí.

Su pecho subía y bajaba con violencia. Sus ojos estaban bien abiertos, atentos, dispuestos. Sostenía el cuchillo con una firmeza amenazadora. Y lo veía en él. Podía herir. Había una destreza fiera en su postura, en su expresión, en cómo cerraba la mano sobre la empuñadura.

Si alguien se acercaba en ese momento recibiría un cuchillazo, incluso yo.

—Mira la televisión, Ax —volví a decir.

Él dudó. Intentó voltear, pero luego se arrepintió. Estuvo así unos segundos hasta que su atención se centró el aparato en donde una mujer rubia de CNN hablaba sobre política.

—Solo es eso, nada peligroso —añadí, nerviosa—. Están en un estudio, alguien los graba y nosotros vemos la transmisión. Esa mujer está a kilómetros de aquí. Lejos, muy lejos. Es una reportera.

Lo estudió como un cavernícola que acababa de descubrir el fuego: temeroso pero fascinado.

Así que jamás había visto televisión.

Bajó el cuchillo con lentitud y me miró como si quisiera compartir su descubrimiento conmigo.

—Sí, es muy interesante la televisión —le dije, y me esforcé por regalarle una sonrisa.

Frunció ligeramente el ceño cuando notó mi estado. Estaba asustadísima, y mi temor lo confundió. Comprendí que si quería tranquilizarlo debía demostrarle calma.

Tragué saliva y di un paso adelante. Temblaba un poco, pero cogí de nuevo el pan y comencé a untarle mayonesa como si nada. No levanté la vista, pero supe que reconoció mi acto de indiferencia. Un segundo después, Ax dejó el cuchillo sobre la isla y volvió a sentarse en el banco.

Exhalé en silencio.

Terminé dos sándwiches y los puse en un plato. Lo deslicé hacia él sin soltarlo y apenas extendió la mano con desespero para cogerlos, lo aparté.

—Un momento —le dije. Él me miró, cauteloso—. Quieres comer, ¿no?

Asintió con la cabeza.

—Yo también quiero algo. ¿Qué tal si hacemos un intercambio? Respondes lo que te voy a preguntar y te doy la comida. ¿Sí?

Ax se lo pensó.

Miró el plato con los sándwiches y luego me miró a mí con los ojos entornados, como si se debatiera entre confiar o no. Repitió el gesto un par de veces más hasta que detecté una intención positiva.

Iba a aceptar. Lo convencería.

Sus labios se entreabrieron para responder, pero en ese preciso momento una voz femenina llenó el recinto:

—¡Mack! ¡Ya llegué!

Quedé pasmada.

Mi-er-da.

Era mi madre.

Había llegado cinco horas antes. 


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¡Hola! Dejo esta notita pequeña porque siento la necesidad de agradecerles UN MONTÓN por quedarse y leer la historia. No saben lo contenta que me pone y cuanto ánimo me da para seguir escribiendo y trayéndoles capítulos rápidos. Sé que estuve muy ausente y que eliminé muchas historias antes, pero tanto esta como "Perfecto Mentiroso" se quedarán hasta el final. AMO leer sus comentarios. Los leí todos y me reí mucho. Sus teorías son fantásticas. Hay unas que están cerca de lo cierto y otras que no jajajaja pero se seguirán sorprendiendo, se los juro. Las cosas están por ponerse buenas. Espero que se queden para descubrirlo.

¡Besos de misterio y sangre!

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Muchas gracias por leer mis historias. ❤ 

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