Avatar. Siempre Juntos

By nicolasgodetti

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En lo que se van desarrollando como héroes y figuras mundiales, nuestros cinco protagonistas verán la vida pa... More

Introducción
Capítulo 1. Fin de la Fiesta, Parte 1 (Inicio del Libro 1: Loto Negro)
Capítulo 3. Reflexiones
Capítulo 4. Firmeza y lealtad
Capítulo 5. Contención
Capítulo 6. Infiltrada
Capítulo 7. Máscara caída
Capítulo 8. Alianza rota
Capítulo 9. Fugitivo
Capítulo 10. Golpe de Estado, Parte 1
Capítulo 11. Golpe de Estado, Parte 2
Capítulo 12. Conspiraciones
Capítulo 13. A su disposición...
Capítulo 14. Él no es el único...
Capítulo 15. Agni Kai
Capítulo 16. "Nos volveremos a ver..."
Capítulo 17. Los Cuatro Temerarios (Inicio del Libro 2: República Unida)
Capítulo 18. Jefa Beifong
Capítulo 19. Relación complicada
Capítulo 20. En dudas
Capítulo 21. La propuesta
Capítulo 22. Noche alocada
Capítulo 23. En el punto de mira
Capítulo 24. Atormentados
Capítulo 25. "Hasta pronto, Señor del Fuego"
Capítulo 26. Recuerdos de un gran día
Capítulo 27. "Juntos venceremos"
Capítulo 28. El enemigo está dentro
Capítulo 29. Testigos en peligro
Capítulo 30. Alta traición
Capítulo 31. Corrupción y discordia
Capítulo 32. República Unida de Naciones
Capítulo 33. La boda de Aang y Katara
Capítulo 34. Princesa Izumi
Capítulo 35. Adiós a un grande... (Inicio del Libro 3: Crecimiento)
Capítulo 36. Nuevos habitantes en la Isla
Capítulo 37. ¿El primero de cuántos?
Capítulo 38. Padres primerizos
Capítulo 39. "En honor al Avatar Aang..."
Capítulo 40. Ruptura
Capítulo 41. Tiempos felices
Capítulo 42. Atentados a la Justicia
Capítulo 43. Tensión
Capítulo 44. Presionados
Capítulo 45. Amor y terror
Capítulo 46. Entre la espada y la pared
Capítulo 47. "Mi todo"
Capítulo 48. Técnica Prohibida
Capítulo 49. Corporación Col
Capítulo 50. Por segunda vez...
Capítulo 51. Más fuertes que nunca...
Capítulo 52. EL REY
Capítulo 53. Plenitud (Inicio del Libro 4: Orígenes)
Capítulo 54. Cicatrices
Capítulo 55. Amor es amor
Capítulo 56. Los hijos del Avatar
Capítulo 57. Cita "a ciegas"
Capítulo 58. Una nueva oportunidad
Capítulo 59. Un momento para recordar...
Capítulo 60. ALEGRÍA
Capítulo 61. Karith
Capítulo 62. "Ella es la mejor"
Capítulo 63. Mentiras y amores sin culpa
Capítulo 64. A un paso de...
Capítulo 65. La jugada de Yakone
Capítulo 66. El legado de los Sato
Capítulo 67. ¡Como roca!
Capítulo 68. Una Beifong más
Capítulo 69. Primeros verdaderos pasos (Inicio del Libro 5: Tío Sokka)
Capítulo 70. Futura Reina
Capítulo 71. Tío Sokka
Capítulo 72. "Nunca dejes de sonreír"
Capítulo 73. Heridas que no cicatrizan
Capítulo 74. Dejarse llevar...
Capítulo 75. Más juntos que nunca
Capítulo 76. Compañía Incondicional
Capítulo 77. Oogi
Capítulo 78. Tiempo juntos
Capítulo 79. Como una familia...
Capítulo 80. Reunión
Capítulo 81. Sometidos (Inicio del Libro 6: El Caso Yakone)
Capítulo 82. Jefa Invicta
Capítulo 83. Familia Beifong
Capítulo 84. El Encuentro
Capítulo 85. Esperanza
Capítulo 86. Yakone
Capítulo 87. Concejal Sokka, Parte 1
Capítulo 88. Concejal Sokka, Parte 2
Capítulo 89. El Juicio a Yakone, Parte 1
Capítulo 90. El Juicio a Yakone, Parte 2
Capítulo 91. Heredero (Inicio del Libro 7: El futuro)
Capítulo 92. Hojas de Vid
Capítulo 93. Opuestos
Capítulo 94. Realeza
Capítulo 95. Sueño Cumplido
Capítulo 96. Sin rumbo fijo
Capítulo 97. El futuro se hace presente
Capítulo 98. Industrias Futuro
Capítulo 99. Internas Familiares
Capítulo 100. Traspaso de Poder
Capítulo 101. Los hijos de Aang y Katara
Capítulo 102. La odisea de Suyin
Capítulo 103. Jefe Sokka (Inicio del Libro 8: Despedidas)
Capítulo 104. Relación Tóxica
Capítulo 105. LEYENDA
Capítulo 106. Sentimiento Igualitario
Capítulo 107. Un amor de verdad
Capítulo 108. Larga vida a la Reina Mai
Capítulo 109. El llamado a la protección
Capítulo 110. Un último baile
Capítulo 111. SIEMPRE JUNTOS
Capítulo 112. Un motivo para seguir
Capítulo 113. Dolor en la belleza
Capítulo 114. GRACIAS
Capítulo 115. Descendientes
Epílogo
Agradecimientos

Capítulo 2. Fin de la Fiesta, Parte 2

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By nicolasgodetti

Ursa, Mai e Iroh se posicionan a un lateral de un arco cubierto por cortinas y, tras unos minutos, Zuko aparece portando su gran túnica, su Corona y su mejor accesorio: su sonrisa. Antes de hablar para todos saluda a los invitados más cercanos, siendo interrumpido por Ur, quien viene detrás y le indica que luego podrá charlar con todos.

-¡Bienvenidos!- Exclama él, sonriendo ampliamente. –Es un honor para mí recibirles en este glorioso día, que sé que quedará grabado en los libros de historia del mundo. Hoy, nos reunimos aquí para celebrar el aniversario número diez del final de la Guerra.

>>El día de hoy celebramos también la unión de todas las Islas de Fuego. El Primer Señor del Fuego, Su Majestad Erdogan, fue quien dejó por los suelos a los Kemurikage, y buscó la unión de los pueblos formando la Nación del Fuego y convirtiéndose en el Primer Rey.

>>Hasta el día de hoy se ha demostrado que nuestra fuerza y resistencia sigue tan intacta como en los Orígenes. Hoy nos reunimos para celebrar y festejar, y divertirnos en esta fiesta que brindo. Disfruten la noche. Muchas gracias a todos por su presencia.

Una vez Zuko termina de dar su discurso recibe las aclamaciones y los aplausos de todos. La fiesta comienza y se desarrolla con completa normalidad. Tras un par de horas, Zuko se posiciona en el centro del gran salón e invita a todos los presentes a salir a los jardines del palacio para continuar el baile. Antes de que Aang se marche, le detiene.

-Aang, ¿podemos salir un momento al balcón oeste? Tengo que hablar algo contigo.

-Por supuesto.- Responde el monje siguiendo a su mejor amigo. Una vez se marchan...

-Suki, ¿no vienes?- Le pregunta Sokka, tomando de su mano enguantada.

-Soy seguridad, no invitada.- Le dice la Guerrera Kyoshi. -¿A dónde dijo que iban?

-Mm creo que al balcón este.- Dice Sokka sin saber muy bien.

Sokka se une a Toph y salen hacia los jardines interiores. Sólo quedan Ursa, Iroh, Katara y Mai en el gran salón, además de la servidumbre, la cual inicia la limpieza.

-Les gustó la comida.- Comenta Ursa, sonriente.

-Sí, me contaron que estuviste echando una mano.- Responde Mai, mostrando una mueca sonriente mientras termina de acomodar su vestido con la larga cola que lleva.

-Siempre me ha gustado cocinar, y ayudar en todo lo posible.- Contesta, alegre.

-Tío, ¿no ha habido ningún movimiento extraño?- Pregunta Mai, cruzándose de brazos.

-Por el momento no, pero no podemos tranquilizarnos. Zuko no quiso decirme nada, pero sé bien que hay rebeldes que están conspirando en su contra, no soy ciego.- Dice Iroh.

Hay algo extraño entre los tres. Un comportamiento cómplice que no involucra a Zuko, y Katara logra sentirlo. Es como si tanto Iroh, Ursa y Mai estuviesen pendientes de que algo malo pueda suceder esa noche. No sabe de qué se trata, pues la última vez que visitó el país fue hace un año por el compromiso de sus amigos, y tampoco quiere meterse mucho. Esa noche está ahí para divertirse, aunque una extraña sensación recorre su cuerpo.

-Katara, ¿sucede algo?- Pregunta Mai, dirigiendo su mirada hacia ella.

-Eh, yo... No, no. Sólo... creo que me estaba atacando un moquito. Nada más.

En lo que los tres vuelven a su conversación Katara se voltea un poco hacia el palco en el que ella se encontraba con sus amigos en el inicio de la fiesta. Ha sentido que alguien le estaba mirando, y Mai ha notado su extraño comportamiento... deberá tener más cuidado.

La fiesta sigue su curso con mucha tranquilidad, aunque algunos comienzan a pasarse de copas y comienzan a descontrolarse emocionalmente. Entre ellos Harú, quien en plena pista de baile ríe y llora a la vez, a la que vez que se quita la camiseta, haciendo babear a las damas presentes y, tras realizar movimientos vulgares en su baile es echado.

En lo que la mayoría están celebrando, bailando, riendo, e inclusive comiendo, del otro lado de aquel sector, en un gran balcón que da vista a la Plaza Mayor de la Nación del Fuego, en donde alguna vez estuvieron el Avatar Roku y el Señor del Fuego Sozin...

-Siempre estaré aquí para acompañarte, Zuko. En las buenas, y en las malas.

-Aprecio mucho eso. Cuando creí que mi vida estaba en la completa ruina, una persona muy especial apareció en ella y me hizo reír después de tanta tristeza, y hoy puedo mirarlo a los ojos y confesarle todo el cariño que le tengo. Eres una persona increíble.

-Creo que son demasiados halagos, Zuko. No soy tan fantástico como dices.

-Me gustaría devolverte todos los favores que me has hecho en estos últimos años. Todo lo que has hecho por mí, todos los secretos que has guardado. Te quiero mucho.- Le dice él.

-Bueno, gracias, gracias, Zuko, en serio, gracias.- Dice Aang, sonriendo y calmándolo. –Tú también eres muy importante para mí. Eres un gran amigo, confidente y compañero.

-No te sientas obligado a decirme lo mismo. Está bien.- Añade Zuko, riendo.

En lo que ellos continúan hablando un poco más y bebiendo juntos en aquella terraza cubierta, del otro lado del palacio la fiesta continúa. En el centro del gran patio, donde los invitados están disfrutando del momento, Katara forma parte del círculo de las chicas. Es entonces cuando vuelve a tener la misma sensación de antes y se voltea repentinamente.

-Katara, me estás asustando.- Le comenta Mai, interrumpiendo la charla de Ty Lee y Toph.

-¿Sucede algo? ¿Katara, estás bien?- Pregunta Sokka, acercándose.

-Ei, ¿ya vieron a la mujer de allá?- Les dice Ty Lee, señalando a una mujer encapuchada en una esquina, quien observa los decorados de los muros de protección.

-Sí. ¿Quién es?- Pregunta Katara, sorprendida.

-Aj, eso da igual. Va súper mal vestida.- Comenta Ty Lee, poniendo los ojos en blanco.

-Iré a ver...- Dice Sokka.

-Hermano, ten cuidado.- Le pide Katara un tanto nerviosa en lo que su hermano se aleja.

Caminando por los extensos pasillos del Palacio Real, Suki siente que, a pesar de que hay mucha presencia de seguridad y servidumbre por los salones, todo está demasiado oscuro y descuidado. Con su mano cerca de su espada, la guerrera Kyoshi llega hasta una terraza, viéndola iluminada, aunque sin presencia alguna de a quien busca.

-¡Zuko! ¡Aang! ¿Están aquí?- Pregunta a lo alto, sin verles por ningún lado.

Qué raro. Sokka le dijo que irían al sector este del Palacio, y ya ha registrado todo, y nada. Quizá se equivocó. ¡Sí, Sokka no sonaba del todo confiado en lo que decía! Le habrá errado en la dirección, ¡era el oeste! Ah, sí su trabajo dependiese de él ya estaría en la calle.

Debe ir rápidamente antes de que algo malo pueda suceder. Sabe que la seguridad es buena, pero no puede dejar de sentir que algo terrible pueda pasar de un momento a otro, y como guardia de Zuko debe velar siempre por su seguridad, incluso si debe dar su vida.

Volviendo a transitar por aquellos pasillos, oye unas voces provenir de lo que se supone es el despacho de su Jefe. Curiosa, se acerca lentamente y apoya su cuerpo en la pared junto a la puerta que, sorpresivamente, está entreabierta. Hay personas dentro y parecen estar en una reunión muy importante. Mala hora para reunirse, en mitad de una fiesta.

No llega a oír del todo bien la conversación, pero parecen estar discutiendo. En un momento siente que alguien va a salir, por lo que corre hacia detrás de una columna rogando para que no la encuentren. Se mataría si la acusasen de espía o chismosa ante Zuko, es lo último que desea en su vida: que Zuko piense mal de ella o la despida.

Sin poder ver muy bien, un cuerpo se asoma, como si buscase algo, o a alguien. Finalmente vuelve dentro y, esta vez, cierra bien la puerta, con llave, pero Suki le ha visto bien a la cara a pesar de su mal escondite: es Ur. Sin saber muy bien qué hacer, Suki decide que lo mejor será ir rápidamente al balcón oeste, en el cual sí parece que están Aang y Zuko.

Una vez más en la fiesta, se ha notado la extraña presencia de una desconocida...

-Disculpe, señora... ¿Podría decirme su nombre?

-Soy del norte del país, parte de la nobleza.- Dice la mujer con una voz quebrada.

-¿Puede mostrarme su rostro, o su invitación?- Pregunta Sokka, sospechando.

-¿Y si mejor me dejas en paz?- Le enfrenta, volteándose y quitándose la capucha.

Sokka de inmediato se espanta y retrocede, a la vez que el grito con el nombre de aquella persona suena en todo rincón de aquel jardín. Todos se dan la vuelta de inmediato y se quedan petrificados al ver a la mujer de pie, sana y, como siempre, libre...

-¡Azula!- Grita Mai, dando un par de pasos al frente.

-Oh, Majestad, disculpe.- Dice Azula haciendo una reverencia. -¿Interrumpo?- Bromea.

-¡Aléjate!- Exclama Katara, posicionándose frente a Mai.

-Dudo que en ese vestido apretado puedas hacer mucho, campesina.

-¡La única campesina desterrada aquí eres tú!- Le grita Toph, desde lo lejos.

-¡Lárgate de inmediato, o ya verás!- Le grita Sokka, apuntándola con su dedo índice.

-¿O veré qué? ¿Los fuegos artificiales que prepararon para el final?- Sigue bromeando.

-¡Toph, Guardias, evacúen el lugar!- Exclama Katara, posicionándose frente los civiles.

-¿Quieres pelear, campesina?- Le pregunta la mujer vestida de negro, sonriendo.

-¡No hay mejor forma de divertirme que venciéndote otra vez!- Exclama Katara, satisfecha con lo que ha dicho pues ha obtenido lo que buscaba: provocarla aún más.

Toph y algunos oficiales de la Guardia Imperial se ocupan de la evacuación de los invitados de la nobleza, ya que los principales líderes mundiales han volado apenas se oyó por primera vez el nombre de la intrusa. Mientras tanto, Katara, Iroh y Ty Lee se posicionan y se preparan para el combate. Los tres saben bien que Azula no es presa fácil.

No lo era cuando era joven, y ahora ha crecido, parece haber adquirido mucha más fuerza muscular, altura y, sin lugar a dudas, inteligencia. Su mente sigue siendo tan estratega como siempre, pues no ha sido tonta como para atacar sola. En cuanto han podido, varios hombres y mujeres enmascarados y vestidos de negro se han infiltrado en el Palacio.

Burlando los sistemas de seguridad internacionales que el Señor del Fuego ha pedido, han tomado rápidamente el recinto y han rodeado a los tres héroes que han decidido quedarse para ponerse la camiseta por la Patria. No saben dónde están Zuko y Aang, ni si están bien o no, pero en momentos así lo que más desean es que no se acerquen al lugar, ni a Azula...

Moviendo unas cuantas cortinas que impedían el paso al balcón oeste, Suki sonríe al ver a Aang sentado en un rincón oscuro. No ve a Zuko, pero no debe estar lejos. Supone que el monje está cansado por todo el viaje y por el largo día que han tenido, pero algo no anda bien. Acercándose rápidamente, enciende una antorcha y corre hacia Aang al verle bien.

-¡Aang! ¡¿Qué ha pasado?!- Le pregunta en un tono desesperado, viéndolo atado al pilar.

-Mm... ¿Suki? ¿Eres tú?- Balbucea intentando abrir sus ojos, pero no puede moverse, está sujeto a la columna, inmovilizado por completo. –Zuko...

-¡Zuko! ¡Zuko! ¡¿Dónde está él?!- Exclama Suki, asustada por lo que pudo haber pasado.

-En el jardín... lo noquearon, y tiraron abajo.- Susurra, señalando al vacío.

Suki rápidamente se pone en pie, marchándose una vez libera a Aang de las sogas con las cuales le han sujetado. Corriendo hasta los barandales, ve los oscuros jardines. ¡¿Por qué, en una noche tan importante como esa, todo no está bien iluminado?! ¡Sin dudas habrá muchas quejas que dejar al día siguiente! Pero ahora, su única preocupación es Zuko.

Asomando un poco más la vista, ve una figura un tanto confusa tirada en el suelo del patio que queda justo debajo de aquella terraza elevada. Sin dudarlo, Suki se lanza al vacío, cayendo unos diez metros al frío césped e iluminando con su antorcha aquel cuerpo herido. Viéndolo mejor, reconoce a un Zuko inconsciente y atado de pies y manos.

-¡Majestad!- Oye gritar por detrás y, volteándose, ve a Noni y Ursa venir corriendo.

-¡Hijo mío!- Exclama la Princesa Ursa, arrodillándose a su lado. -¡Suki! ¡¿Qué ha pasado?!

-¡He llegado y ya estaba así! ¡Noni, Aang está muy herido arriba, ve a verle!- Exclama Suki y, una vez la mucama se va... -¿Todo sigue bien en la fiesta? Por favor, dime que sí...

-No, nada está bien. Azula y unos rebeldes han invadido y ahora luchan para echarla.

-¡¿AZULA?!- Reacciona Zuko, tomando asiento con la ayuda de ambas mujeres.

-Tranquilo, hijo... la están conteniendo.

-¡¿Qué?! ¡¿Quiénes?!- Pregunta exaltado, acelerando su respiración.

-Tus amigos.- Dice rápidamente Ursa, acariciando su cabello.

Son al menos una decena de Guardias Imperiales que se preparan para enfrentarse a los rebeldes, pero en número no van del todo bien. En cuanto comienza la batalla, guerreros de la Tribu Agua del Sur, junto a su líder se suman, con intenciones de ayudar como los guerreros naturales que son. No se han visto movimientos por parte de la Tribu Agua del Norte, Omashu o Ba Sing Se, de querer participar en la pelea.

Levantando una gran masa de agua de una fuente cercana, Katara lanza una bomba directa sobre el cuerpo de Azula, quien comprime una esfera de fuego y la expande formando un gran muro azulado que le protege. Elevando una nueva masa de agua, esta vez formando un inmenso chorro, Katara ataca de frente a Azula, quien forma un gran espiral de fuego y, más tarde, un anillo que gira a su alrededor y, a la vez, la defiende de los ataques de Iroh.

Velozmente Ty Lee supera a Iroh y da unas grandes volteretas por encima de aquel muro de fuego azul, llegando hasta detrás de Azula, quien con su gran dominio sostiene el círculo de fuego con una mano y con la otra ataca sin piedad a su ex mejor amiga. Ty Lee esquiva los ataques de fuego, a la vez que se ve obligada a acercarse a su oponente pues el círculo va perdiendo tamaño y se acerca precipitadamente a la invasora.

En un momento Azula hace una apertura por la parte trasera de su anillo infernal, saliendo de ahí y soltando su agarre sobre éste. Ty Lee grita de dolor en lo que se protege con sus manos, pero el fuego le alcanza salvajemente y lastima. Katara corre asustada hacia ella en lo que Iroh sigue atacando, esta vez, con feroces y veloces relámpagos a su sobrina.

-¡Permanezca donde está!- Grita un Guardia Imperial, atacando sin temor a Azula.

La Princesa rompe con su ataque muy fácilmente y sonríe al verse rodeada por la Guardia Imperial. Sus seguidores y aliados siguen batallando un poco más alejados de ella, por lo que eleva sus manos en señal de rendición, pero nadie le cree nada: ella es muy orgullosa.

-Está bien, me tienen, no puedo contra todos. Una Princesa se rinde con honor.

-¡No te creo nada! ¡Ya nos hiciste esto una vez, y escapaste como una cobarde!

-Sí, es cierto, escapé siendo inteligente al verme rodeado por grandes maestros. Ese fue un gran día, campesina, me alegra que no lo hayas olvidado.- Le responde Azula. –Pero esta vez es diferente. Me rodean oficiales traidores al Imperio de mi padre, oficiales que no llegarían a mi nivel de fuerza ni con 100 soles sobre ellos, por eso, no me rendiré tan fácil.

Al terminar de decir eso, Azula baja lentamente sus manos, viendo fijamente a uno de los oficiales quien se ve muy indeciso si atacarla o no. Le reconoce rápidamente. Era parte de su escolta, parte de la Procesión que le siguió por un tiempo en su barco. Aquel que arruinó su perfecta captura a su hermano y su tío, aquel al que le contralaban las mareas...

Pensándolo dos veces Azula dispara hacia éste, a la vez que el resto ataca se impulsa en lo alto del cielo con su Fuego Control, saltando hasta la parte superior de los muros externos y expulsando desde allí un relámpago que da en el suelo, en el centro de todos los guardias reunidos. Elevando la vista, ve a su pobre hermano llegar corriendo rápidamente.

-¡Azula, baja!- Exclama Zuko, corriendo hasta estar junto a su tío y el resto de oficiales.

-¡No es una opción!- Oye gritar por su lateral izquierdo.

Rápidamente Azula esquiva unas cuchillas metálicas que Mai lanza a su lado y, sin molestia ataca con fuego. Zuko ve la escena impactado, a la vez que corre hacia la torre más cercana para subir. No sabe en qué momento pasó, pero su amada fue a darse de cara contra la pared, golpeando su cabeza y cayendo inconsciente al suelo.

Para cuando Zuko llega, prefiere ocuparse de atender a su amor en lugar de siquiera mirar a su hermana. Rápidamente Azula evade varias rocas que llegan hacia ella por parte de una muy molesta Toph, pero entonces sonríe al ver cómo sus aliados corren por detrás de sus oponentes, pasándoles de largo y escalando los muros hasta estar junto a ella.

-Me gustaría quedarme mucho más tiempo, pero debo irme, Zuzu.

-¡No! ¡Sé que no has venido sólo para generar el caos! ¡¿Qué quieres?!- Le reclama él.

-Mm creo que con verte sufrir me es suficiente.

-¡No, tú no eres así!- Exclama Zuko, permitiendo que se lleven a su amada a la enfermería. –Algo quieres. ¿Qué es? ¿Acaso quieres decirme algo?

-Quizá sí, quizá no... depende de cómo te comportes en tus próximas medidas, llegarán o no nuevas cosas así. Recuerda lo que te dije hace algunos años, Zuzu, yo soy tu sombra, soy tu guía para ser un buen Señor del Fuego. Yo te guiaré a la luz, tú debes seguirme.

-¡Ni lo sueñes! ¡Tú lo que quieres es que me convierta en ti, o en nuestro padre!

-Mm puede ser, pero dime, ¿no sería divertido? Además, estaría bien que tomaras como ejemplo de un buen Rey a nuestros antepasados. Ellos protegían a todos los sectores, ellos eran fieles a la Corona y no se traicionaban entre sí. ¡Eran buenos!

-¡No! ¡Tú te equivocas! ¡Ni Ozai, ni Azulón ni Sozin eran buenos! ¡Eran malos! ¡Ellos eran Señores de Guerra!- Le acusa Zuko, realmente molesto.

-Sí, Zuzu, eran señores de guerra, ¿pero acaso le hacían la guerra a su propia gente?

Tras decir esto, Azula corre hacia las calles, saltando e impulsándose con su Fuego Control. Los enmascarados no tardan en seguirle mientras Zuko permanece en silencio en su sitio. Su tío, Toph y Sokka no tardan en llegar, estos dos quienes se habían ocupado de poner a salvo a los invitados y líderes mundiales. Viendo al grupo rebelde irse, se molestan.

-¡Zuko, debiste haberla contenido hasta que llegásemos!- Exclama Sokka.

-Sí, ¡y no ponerte a charlar como si fuese una reunión familiar!- Se queja Toph.

-De alguna u otra forma, lo fue...- Responde Zuko, suspirando.

-Ven, sobrino, tú y yo debemos hablar.

-No. Me iré a atender a mi esposa, y descansar.

-Debes despedir a los líderes. Se están por ir muy indignados.- Dice su tío otra vez.

-Sinceramente el cómo estén no me importa.- Dice Zuko, bajando por la torre de vigilancia.

Sokka, Toph e Iroh comparten miradas confusas y tristes. Hay algo que Azula le ha dicho que le ha golpeado, y deben descubrirlo rápidamente si quieren ayudarlo a sanar. Bajando se reúnen con Katara, quien está terminando de curar las quemaduras de Ty Lee. Mai, Zuko y Ursa están un poco más alejados siendo atendidos por los enfermeros del Palacio.

-Nos tomaron por sorpresa. Me vencieron como si fuese un indefenso animal.- Dice Aang mientras se acerca con la ayuda de Suki y otra guerrera Kyoshi.

-Se burlaron de nosotros.- Oyen decir por detrás y, en cuanto Zuko se voltea, se congela. –Se burlaron de la primer superpotencia del mundo con demasiada facilidad, ¿no?

-Majestad, podemos explicar todo. Lo que pasó es que....- Dice Ursa, siendo interrumpida.

-Al parecer, la Nación del Fuego sigue siendo zona de guerra. Todos estamos en peligro aquí, inclusive su Soberano.- Dice el hombre de gran autoridad con el ceño fruncido.

-¡Por favor, Rey Kuei, deme una última oportunidad! ¡Le demostraré que...!

-¡Ya no daré oportunidades! ¡Vaya tras su hermana! ¡Son siete años en los que sigue libre, siendo una amenaza para todo el mundo! No pienso seguir con negociaciones comerciales hasta que esa peligrosa mujer esté encerrada. Lo lamento, y buenas noches.

Antes de poder decir algo más, Kuei da la media vuelta y se marcha junto a su Guardia. Dejando aquella zona y adentrándose en el edificio, Zuko y Mai se paran firmemente en el centro del hall principal a la vez que observan cómo todos se marchan, y los despiden. Uno de los primeros en salir es Kuei, quien va junto a un grupo de seis maestros tierra.

Tras este salen Arnook, Hakoda y Saddam, quienes no se ven molestos e incluso intentan animar un poco al joven monarca, sin obtener éxito ninguno de los dos. Finalmente, cuando sólo quedan por irse otros amigos y nobles, Zuko habla algo secreto con Mai y los dos deciden subir al segundo piso, con tal de descansar un poco. Ambos están muy débiles.

-Zuko, ¿a dónde vas?- Le interrumpe Ur, llegando rápidamente.

-Mai y yo iremos a descansar un poco. Ha sido un largo día.

-Bien, pero mañana nos reunimos en el Congreso.- Responde el anciano, yéndose.

-Uh, de acuerdo.- Responde un exhausto Zuko, subiendo las escaleras junto a Mai.

-Necesita tiempo para asimilar lo que sucedió. No ve a su hermana hace años.- Dice Ursa.

-El Congreso no puede esperar, la Suprema Corte me ha comenzado a presionar. Sé que mañana lo van a bombardear, e intentarán bajarle del Poder.

-Entonces que no vaya. Ve tú en su lugar.- Dice la princesa, mostrándose angustiada.

-Ursa, sabes que hace dos años tuvo la oportunidad de atrapar a Azula, y la dejó ir por tenerle compasión. ¿Crees que esa loca mujer tuvo compasión al atacar de esa manera tan salvaje?- Le cuestiona Iroh, cruzándose de brazos.

-Azula entró muy fácilmente en Ciudad Volcán, y lo peor es que no sabemos si ya se fue.- Dice Katara volviendo a entrar en el Palacio. Ya ha despedido a su padre.

-Podría seguir dentro....- Agrega Sokka, llegando junto a Aang y Suki.

-Entonces, ¿qué sucederá desde ahora?- Pregunta la maestra agua.

-Bueno, el Congreso le impondrá un límite para detener a su hermano. Así que en cuanto ustedes se marchen se desplazarán fuerzas militares por todo el país para poner tras las rejas a esa mujer.- Explica Iroh, sorprendiendo a los cuatro amigos de Zuko presentes.

-Wow, pero... bueno, hace un rato estuvimos hablando y, bueno, hemos decidido que, ante este problema cancelaremos nuestras próximas actividades y nos quedaremos a ayudar.

-Nadie los obliga a ello...- Le asegura Iroh a Aang, quien se sostiene débilmente de Katara.

-No hace falta que nos pidan ayuda, nosotros somos héroes. Además Azula también es enemiga de nosotros.- Explica Sokka de forma breve.

-Bueno, el día ha sido muy largo. Es tiempo de descansar.- Dice Ursa.

Todo el grupo no se tardan más de un segundo en responder que sí a la mujer y, agotados, se marchan a sus habitaciones, también en el segundo piso.

-¿Crees que tenerlos aquí ayude?- Le pregunta Ursa a un muy tranquilo Iroh.

-Ellos son muy buenos descubriendo conspiraciones... lo harán bien.

-No quiero ver a Zuko sufrir, no más.

-Sin embargo, es necesario. Si las sospechas que Suki le presentó a Mai son verdad, entonces estamos tratando con el enemigo incluso aquí dentro.- Le susurra Iroh.

-Desde lo más profundo de mi alma deseo que no.- Le dice Ursa, apenada. -¿No podemos, simplemente arrestarlo y ya? Nos ahorraríamos el hecho de ver a Zuko siendo engañado.

-No tenemos pruebas aún, pero Aang y el resto las encontrarán por nosotros. Sé paciente.

-Odio esto de esperar, pero supongo es lo correcto.

-Exacto, Ursa. Las mejores cosas tardan en llegar, y te prometo que a fines del mes Zuko podrá descansar tranquilamente, sin ninguna preocupación ni angustia. Te recomiendo practicar y hacer lo mismo. Debemos demostrarle nuestra calma y neutralidad en todo esto, de otro modo podría incluso vernos como enemigos.

-¿Actuar con neutralidad es acaso seguir mintiéndole? ¿Qué tal si luego descubre que nosotros lo supimos todo este tiempo? Jamás nos perdonaría...- Se lamenta la mujer.

-Ursa, calma.- Le pide Iroh, sonriendo. –Ve a descansar, lo necesitas.

-¿Y usted?- Le pregunta, un poco preocupada. –Creo que no le avisé a nadie que usted se quedaría en Palacio. ¡Iré a hablar rápidamente con Noni, ella está cuidando a Ty Lee!

-Ursa, tranquila, ya tengo todo bajo control. Además, hoy no dormiré. Hay una cosa que debí haber hecho hace ya un año y no he cumplido... estaré bien.- Le asegura con su voz, la cual siempre suena tan relajante, a la vez que tétrica.

Una vez se asegura que Ursa ha subido a su cuarto a descansar junto a un muy cansado Ikem, Iroh se retira a la sala principal, evadiendo encontrarse con cualquier guardia o sirviente que pueda preguntarle a dónde va. Tomando su más larga y abrigada túnica se quita su capa azul y se cubre por completo con ropa oscura. Colocándose la capucha, sale por la salida de la cocina, en la parte trasera del Palacio, a las calles de la ciudad.

-¿Señor Iroh, es usted?- Oye decir por detrás.

-Oh, Sokka... no esperaba encontrarte por aquí.- Le dice Iroh, sonriendo.

-¿Va a algún lado? Las calles son peligrosas ahora mismo, debería ir a dormir un poco.

-En realidad tengo pensado un paseo nocturno. ¿Y tú? Veo que estás por salir también.

-¿Mm? Ah, sí... yo, iba a visitar a un viejo amigo.- Dice el guerrero con la cabeza baja.

-Sé bien a quién te refieres, e iba a imitarte. Ven, vamos juntos.

Sin decir nada más, Sokka se une a Iroh. Juntos caminan por las oscuras y tenebrosas calles de Ciudad Capital, sólo hasta salir de tal y tomar "prestado" un carruaje de comercio que alguien dejó olvidado en mitad de una carretera, aunque mientras se alejan impulsados por dos caballos avestruz oyen gritos de alguien quien, al parecer, debe ser el dueño. "¡Ya no se puede ni orinar en un árbol que te roban!" oye gritar, y ambos se mantienen serios. No están en un paseo turístico ni nada por el estilo, el lugar al que van es... malo.

Tras casi una hora de viaje sobre carreta, llegan hasta una pequeña ciudad oculta entre un par de montañas y, dejando al carruaje en una plaza, caminan subiendo por una montaña. En el camino Sokka baja la mirada cada vez más, incluso tropezando con algunos escalones una vez ya han llegado a la cima. Todo el lugar está destruido, abandonado y olvidado.

Viendo el gran edificio frente a ellos, suspiran. Sokka ya ha ido ahí un par de veces en el último año, pero Iroh nunca tuvo la oportunidad de ir. Cuando supo de la noticia quiso dejar todo tirado en su tienda de té para ir al velorio, pero no pudo o llegaría tarde. Nunca pudo visitarlo como se debía, y esa noche iba a aprovechar su visita a la Nación del Fuego.

Entrando en la residencia, Iroh y Sokka caminan por los grandes salones y, una vez llegan al gran patio trasero se quedan medio boquiabiertos viendo lo que tienen frente a ellos. Aun sin decir nada bajan por las escaleras, cada uno por un lado, y se acercan a la estatua de piedra que se encuentra en el centro de aquella explanada gris.

Sokka ve apenado las estatuas de leones tortuga de alrededor. Hay cuatro, y dos de ellas están rotas. A una le falta la cabeza y a otra parte de su caparazón. Es triste cómo sucedió todo y aborrece a aquellas personas que él mismo se ocupó de buscar, y acabar...No es algo de lo que esté del todo feliz, pero el ver sus miradas de sufrimiento de alguna forma le ayudó a superar la muerte de quien fue su maestro espadachín, y modelo a seguir.

Devolviendo su mirada a la estatua, le ve en posición de ataque con su espada apuntando a lo alto del cielo, vistiendo su túnica cotidiana de la Nación del Fuego, aunque con un broche circular con el símbolo de la Orden del Loto Blanco. Sokka saca su espada espacial y la clava en la tierra, arrodillándose y cerrando sus ojos. Iroh le imita y se arrodilla a su lado, a la vez que saca un par de flores del loto y las tiende por el suelo.

-Hoy te recordamos con gran tristeza, Maestro de Maestros... tu honor, tu fuerza y valentía. Tu poder, tu determinación y esfuerzo porque este mundo sea mejor lo mantendremos vivo con nosotros por siempre. Has sido un ejemplo siempre de seguir adelante, de luchar por lo que es correcto hasta el final. Gracias.- Dice Iroh, con lágrimas en sus ojos.

Por casi una hora entera ambos permanecen ahí, arrodillados, en silencio, en un homenaje muy merecido a quien fue un ejemplo de superación personal y valentía para la Nación del Fuego, y para todo el mundo. Antes de irse, Sokka lee la escritura que hay sobre su tumba. Aquella frase que le hace estremecer de dolor y tristeza, y le corrompe...

"Maestro Piandao, querido y adorado por muchos, siempre en el recuerdo..."


...


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-Nico-

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