—¿Qué...? —intenté preguntarle a Dan, pero no completé la oración porque al girarme hacia él vi que en el pasillo acababa de aparecer alguien que conocía muy bien:

El padre de Nolan, Teodorus Cox.

Tuve que mirarlo de arriba abajo porque no pude creerlo. Estaba tal y como lo recordaba a excepción de que ahora usaba el lacio cabello marrón hasta por debajo de la nuca, pero de resto era el mismo: las gafas delgadas, la postura segura y elegante, la nariz aguileña y el estilo de profesor que no superaba su época hippie. Nada parecido ni a Dan ni a Nolan. Además, no había venido solo. A su lado estaba una mujer muy alta y rubia que vestía un traje azul oscuro. Sus manos cruzadas por delante y su postura muy recta me inspiraron profesionalismo.

—¿Qué hace...? —intenté preguntar, pero desvié la vista hacia la mujer—. ¿Quién es...? —Y sentí que todo era aún más confuso y que en realidad la pregunta era—: ¿Qué está sucediendo?

Miré a Dan en busca de respuestas y en lo que me di cuenta de que no estaba sorprendido me quedó más que claro que él sabía que su padre aparecería.

—Mack, la llamada de era de mi padre —me confesó.

Mi shock me impulsó a soltar rápidamente:

—No me dijiste nada.

Dan puso cara de desconcierto.

—¿Había un momento para decirlo entre los disparos? —señaló con lógica, pero luego le dio importancia a la información—: El punto es que me dijo que llegaría en unas horas, me pidió ayudar a Nolan, me contó que él lo sabe todo y que tiene toda la intención de ayudar.

Un momento.

¿Qué era "todo"?

¿Y cómo iba a ayudar?

Sí, en definitiva la pregunta era: ¿qué demonios estaba sucediendo?

—No entiendo —fue lo que dije, alternando la vista entre los presentes.

Teodorus hizo un gesto de "un paso a la vez". Siempre me había sorprendido su elegancia, lo tranquilo y despreocupado que podía parecer. Mi idea de él era la de un hombre culto, que cuando reía inspiraba a reír, que tenía vestigios de haber sido muy guapo. Ahora no sabía qué pensar.

—Hay mucho que explicar, lo sé —asintió él—. Primero debo presentarte a Madelein Greer. —Señaló con la mano a la mujer a su lado—. Ella pertenece a una agencia privada de la ONU que se encarga de rastrear peligros y amenazas potenciales contra la preservación humana. Hemos estado trabajando juntos por varios años y...

Solté una risa sin nada de diversión que lo interrumpió. Una risa absurda, más bien de desconcierto.

—¿ONU? —repetí como si no tuviese lógica—. No, usted se fue a Australia para dar clases de química con su pareja.

Al menos, eso era lo que le había dicho a Nolan. Por lo que Nolan habían sufrido, ya que lo había dejado solo con la loca homófobica de su madre. ¿Era una mentira?

Lo confirmó.

—Bueno, no fue lo que realmente hice —admitió el hombre—. Me fui porque sabía que todo esto iba a pasar y necesitaba encontrar maneras de ayudar a mis hijos y ahora, por suerte, también a ti.

Mi cara pudo haberse caído del desconcierto y el asombro. No supe ni qué decir. Los latidos de mi corazón golpearon con fuerza mi pecho por la expectativa y un poco de nervios. ¿Esto era bueno? ¿Era malo? ¿Debía correr? ¿Debía quedarme?

Ante mi silencio de shock, él añadió:

—Los hombres que allanaron tu casa esta noche trabajan para una organización llamada Mantis. ¿Sabías eso?

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora