Bellas Marionetas

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Era una mansión de lo mas lujosa bastante parecida a la de los Malfoy pero con adornos barrocos, al parecer el dueño era demasiado renacentista por el tipo de ornamentos que cubrían dicha mansión, la fachada era azul cielo con motivos gris plateado, a diferencia de la mansión Malfoy esta tenia un jardín lleno de rosas azules bastante peculiares ya que ninguna tenia alguna espina, el arco de la puerta era sostenido por dos estatuas parecidas a la Venus de milo y la puerta principal era de plata, al parecer la familia era una de las mas ricas del Reino Unido.

Un hombre se encontraba dando vueltas en el vestíbulo de dicha mansión, era de mediana estatura y complexión delgada, rondaba los cuarenta ya que tenia el pelo algo cano. Se encontraba pensativo y desesperado por recibir algún tipo de noticia ya que una de las mesas de centro se encontraba un cenicero lleno de colillas de cigarro y a un lado una copa media consumida de Chateau del cincuenta y seis.

-Mi señor, tenemos información que creo considerara de suma importancia- Un joven de veinte años llegaba al lugar, su piel era blanca como la leche y su cabello ondulado le daban aspecto de galán de películas juveniles, llevaba un pantalón de vestir negro y una camisa gris mismo que era de un famoso diseñador europeo.

-Ya era hora de que regresaras, me estaba desesperando demasiado, creo que deberías tenerme noticias satisfactorias- Indicaba algo desesperado el hombre de mediana edad que bestia una gabardina negra y unos zapatos de charol bastante cuidados.

-En efecto señor, creo que el plan esta caminando a la perfección, ellas han realizado su trabajo de manera satisfactoria, puedo asegurarle que son invencibles, se han enfrentado a dos seguidores de Voldemort, por un segundo los hubieran matado hasta que yo intervine- Indicaba el trigueño encendiendo un cigarrillo de satisfacción ya que obtendría como siempre una recompensa.

-Me alegro de escucharlo mi querido Armand, quiero que sigas planeando mas ataques como ese, lo que me preocupa ahora es el ejercito que el anciano Dumbledore tiene, me refiero a la Orden del Fénix, ¿Has sabido algo al respecto?- Comentaba el señor de pelo canoso mientras se sentaba ahora mas tranquilo dando otro sorbo de vino y encendiendo otro cigarrillo.

-Aun no han encontrado a nadie de la Orden señor, pero ya estamos siguiendo la pista de algunos posibles, le puedo decir que son demasiado escurridizos- Indicaba el muchacho intentando idear ahora un nuevo plan.

-Tendré que asignar yo mismo esa misión entonces, quiero también que el viejo Dumbledore se saque de quicio, pero eso si, no quiero ataques aquí, aun no es tiempo, recuerda que para ganar una batalla primero debemos dividir y conquistar. Tengo entendido que el mundo mágico se esta preocupando por lo que hace Tom- Indicaba seriamente el señor canoso que por alguna razón conocía demasiado bien tanto al longevo director de Hogwarts como al mismo señor tenebroso.

-Si me permite mencionarlo señor ya envíe la ultima vez a Diamond y a Rubi, creo que es el turno de Zaphire y Agata- Indicaba el joven quien tenia el celular vibrando pues su novia lo llamaba.

-Llámalas en seguida Armand, pues no puedo esperar a que hagan presencia con algunos de la Orden del Fénix- Indicaba el señor canoso.

Armand ignoro su teléfono celular dejándolo en su bolsa del pantalón mientras que cerraba sus ojos para hacer una conexión mental con las chicas antes mencionadas, en ese momento dos jovencitas uniformadas aparecieron al instante tomadas de las manos, una de ellas tenia el cabello negro azulado y la otra tenia el cabello rojizo con luces mas rojas, ambas chicas tenían la mirada perdida esperando alguna orden.

-Mis preciosas niñas, las he mandado llamar ya que quiero que ustedes tengan una misión parecida a la de sus compañeras, quiero que investiguen a dos aurores- Indicaba el señor de la gabardina negra levantándose de su lugar para abrir una computadora portátil, en la que tenia algunas fotografías, ahí se encontraba el retrato de Ojoloco Moody y Remus Lupin.

Si me amas... No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora